La vacuna de las infantas Elena y Cristina, un atajo contra el orden... sucesorio
Estos son los mimbres con los que, con esa paciencia infinita, tiene que tejer Felipe VI la cesta de su Casa. Si no era poca la herencia del padre, ahora le cae la de sus hermanas
Hay actitudes entre los familiares del Rey que desafían al más férreo de los cordones sanitarios extendido por la Zarzuela. Y digo el más férreo porque no se me ocurre uno mayor que la retirada del título de duquesa de Palma que Felipe VI obró sobre su hermana por el caso Noós, ya en el primer aniversario de su llegada al trono. Tiendo a pensar, tal es mi pronto buenista, que las infantas Elena y Cristina se toparon de manera inadvertida, e irreflexiva, con la tentación.
Cuando una se ve relegada, de comer en los salones de palacio a hacer la cola de la carnicería -es un decir-, debe resultar muy difícil renunciar a la invitación a una cena de gala. Y la vacuna china, ofertada como artículo de lujo en la ‘Meca’ de las fortunas, que es el país en el que se ha refugiado su padre el rey Juan Carlos, debió ser en su visita un bocado demasiado apetitoso y cercano para su frágil voluntad de Infantas.
El problema es que la monumental distancia geográfica a la que se ha producido el escandaloso atajo -otro síntoma de estar fuera de la realidad- no ha evitado que la cosa haya trascendido en la ‘cola de la carnicería’, donde las señoras más respondonas de la nueva política se han puesto, brazos en jarras y voz en grito, a protestar... y a maldecir sobre la propia monarquía.
Y no es para menos. Porque la ‘cola de la carnicería’, que es lo mismo que la lista de las vacunaciones en España, no afecta ya a un orden en la escala del bienestar social sino en la del mismo derecho a la vida. Pero sobre todo porque afecta y choca de lleno con otra lista, otro orden de carácter... sucesorio. El que un español particular con recursos decida hacer turismo sanitario caerá mal o bien, pero doña Elena y doña Cristina ocupan nada menos que el tercero y el sexto orden en la línea de sucesión de la Corona, que es lo mismo que decir en la constitucional jefatura del Estado; lo que en su caso, como mínimo y en las viejas palabras de su propio padre, no parece en absoluto un “comportamiento ejemplar”. Sin embargo, según la tesis del PP, las Infantas "no le han quitado la vacuna a ningún español",
Estos son los mimbres con los que, con esa paciencia infinita, tiene que tejer Felipe VI la cesta de su Casa. Si no era poca la herencia del padre, ahora le cae la de sus hermanas. Inútil es discutir o reclamar al monarca cambios en la lista de herederos a la Corona. Como hizo él mismo con el futuro legado económico de don Juan Carlos, solo las Infantas podrían renunciar unilateralmente a sus derechos. Y aun eso, es algo que niegan oficiosa y jurídicamente sus abogados. No estaría mal que para compensar toda esta mala imagen, las cámaras acompañen muy pronto a la vacunación, en perfecto orden de lista, de la reina Sofía.
P.D. Leo ahora el comunicado de doña Elena. Y confieso que su justificación me ha hecho dudar por un minuto en su favor. Ningún político, militar o clérigo de los que la han precedido en la tentación del privilegio había sacado a relucir en su defensa el pasaporte sanitario. Pero pronto me he acordado de los miles de españoles que todavía no pueden visitar a sus padres. A todos los que se colaron les habían 'ofrecido' la vacuna. El problema es que ninguno supo decir que no.
Hay actitudes entre los familiares del Rey que desafían al más férreo de los cordones sanitarios extendido por la Zarzuela. Y digo el más férreo porque no se me ocurre uno mayor que la retirada del título de duquesa de Palma que Felipe VI obró sobre su hermana por el caso Noós, ya en el primer aniversario de su llegada al trono. Tiendo a pensar, tal es mi pronto buenista, que las infantas Elena y Cristina se toparon de manera inadvertida, e irreflexiva, con la tentación.