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El día en el que la reina Sofía desafió al presidente griego para defender a su familia
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PRINCESA DE GRECIA

El día en el que la reina Sofía desafió al presidente griego para defender a su familia

Hace 37 años, doña Sofía se debatió entre el ser y el deber, entre los sentimientos y la obligación, y finalmente antepuso su papel como princesa de Grecia al de reina de España

Foto: La reina Sofía, en Atenas en una imagen de archivo. (EFE)
La reina Sofía, en Atenas en una imagen de archivo. (EFE)

Fue tal día como hoy, un 8 de octubre, pero de 1984. La hoy Reina emérita, a la que hasta el mismo rey Juan Carlos ha reconocido su profesionalidad -más evidente en los últimos años, entregada a la Corona sin afectarle de cara al público los escándalos- , libró una batalla interior entre el ser y el deber, entre los sentimientos y la obligación. Y ganaron el ser y los sentimientos: antepuso su papel como princesa de Grecia al de reina de España, y lo hizo frente a uno de los responsables del derrocamiento y exilio de su hermano, el rey Constantino, el entonces presidente griego, al que desafió para degender a su familia.

No es difícil suponer que la situación aquel 8 de octubre no era fácil para la reina Sofía que, como consorte del jefe del Estado, tenía que poner su mejor cara en aquella cita. Konstantinos Karamanlis era el presidente de la República de Grecia en 1984 y, como tal, realizó una visita de Estado a nuestro país, con todo lo que eso supone: encuentros entre los máximos representantes de los dos países, cenas de gala... Y en todas esas citas, hubo varias ocasiones en las que doña Sofía dejó a un lado su papel como esposa del monarca para convertirse en una persona desafiante, hasta vengativa, con el responsable de que su familia hubiera tenido que salir de Grecia, despojada de todo y con la prohibición de regresar.

placeholder La reina Sofía, en la Acrópolis de Atenas. (EFE)
La reina Sofía, en la Acrópolis de Atenas. (EFE)

Tal y como contó Jaime Peñafiel en su libro 'La mesa está servida, Majestad', recordaba unos años después en un artículo y ha rescatado este viernes el blog 'The Royal Watcher' con motivo de este curioso aniversario, la Reina lanzó numerosos mensajes a través de las joyas y los complementos que lució en la primera cena de gala con Konstatinos Karamanlis. De momento, no se colocó la banda de la condecoración que, como suele ser habitual en estos encuentros, se intercambiaron los entonces Reyes con su invitado. Muy al contrario, se colocó una banda azul con ribetes blancos, perteneciente a la Real Orden de las Santas Olga y Sofía, que le concedió su padre, el rey Pablo, décadas antes.

Por si no quedaba claro que doña Sofía quería que su familia estuviera presente en la cena de una u otra forma, también lució la gran cruz de sus antepasadas que habían sido reinas de Grecia y la placa del centenario de la Casa Real de Grecia. No hacía falta mucho más para saber que era una mujer dolida, triste por la situación de su familia y que su invitado de esa noche en el Palacio Real no era la persona con la que más le apetecía estar. Pero lo hubo. La reina Sofía dio pie a otra situación que debió de resultarle al presidente griego más que incómoda.

placeholder Banda y condecoraciones de la orden de las Santas Olga y Sofía. (Dominio público)
Banda y condecoraciones de la orden de las Santas Olga y Sofía. (Dominio público)

Tal y como ella misma relató a Pilar Urbano en el libro 'La Reina muy de cerca', de 1996, a Karamanlis, sentado por cuestiones de protocolo al lado de doña Sofía, se le ocurrió preguntarle cómo estaba su hermano. La respuesta de ella, el silencio más absoluto, algo muy poco propio de la persona y la situación. Violento como estaba el griego, quiso justificar la traición a Constantino y su expulsión del país, además de la expropiación de todos los bienes de la familia. A este intento sí hubo respuesta: "Señor presidente, yo soy la reina de España. No me hable usted de problemas internos de Grecia".

Una anécdota casi olvidada, pero que muestra una cara de doña Sofía poco vista. Considerada siempre correcta, siempre en su lugar, siempre profesional -volvemos al término que utilizó para ella el rey Juan Carlos-, cuesta creer que tuviera una salida como esta. Pero sí, aquel 8 de octubre de 1984, la reina Sofía no era solo la reina Sofía. Era una hermana dolida, una princesa que no podía volver a su país de origen y una anfitriona que no quería serlo.

Fue tal día como hoy, un 8 de octubre, pero de 1984. La hoy Reina emérita, a la que hasta el mismo rey Juan Carlos ha reconocido su profesionalidad -más evidente en los últimos años, entregada a la Corona sin afectarle de cara al público los escándalos- , libró una batalla interior entre el ser y el deber, entre los sentimientos y la obligación. Y ganaron el ser y los sentimientos: antepuso su papel como princesa de Grecia al de reina de España, y lo hizo frente a uno de los responsables del derrocamiento y exilio de su hermano, el rey Constantino, el entonces presidente griego, al que desafió para degender a su familia.

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