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Carlos VI, el rey de la dinastía Valois que firmó el último duelo legal en Francia
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UNA HISTORIA DE CINE

Carlos VI, el rey de la dinastía Valois que firmó el último duelo legal en Francia

Este duelo es el argumento de la última película de Ridley Scott, que no está funcionando en taquilla tan bien como se esperaba, aunque sea muy fiel a los hechos y a la historia

Foto: Carlos VI, en una miniatura del siglo XV.
Carlos VI, en una miniatura del siglo XV.

‘El último duelo’, la última película del aclamado director Ridley Scott, no está funcionando en taquilla tal y como se esperaba. Es más, la producción superó los 100 millones de dólares en coste y la recaudación anda por los 48 millones en poco más de un mes. Una cifra que el director achaca a que "el espectador millenial” no comprende una obra de arte como la realizada.

Puede resultar pretencioso, pero no le falta razón. El filme es una gran apuesta: valiente, fidedigna a los hechos, muy bien ambientada, con unos personajes perfectamente definidos y que cuenta una misma historia desde las perspectivas de los tres protagonistas. Pero esto no es un artículo sobre si es una buena película o no (que para mí lo es), sino un análisis histórico de los hechos narrados.

Scott estuvo diez años dedicado al estudio de los acontecimientos que se narran y que, sobra decirlo, fueron reales. En 1386, dos amigos, Jean de Carrouges y Jacques Le Gris, se enfrentaron en un duelo a muerte tras la violación del segundo a la esposa del primero. Un ataque sexual que ella misma denunció y que se dirimió en un desafío legal, aprobado por el rey Carlos VI de Francia. El que ganase el duelo y matase a su rival, recordando a los desafíos de las ordalías, se llevaba la razón. Así se las gastaban en la Edad Media. Que nadie se lleve las manos a la cabeza porque ese mecanismo violento formaba parte de la tradición jurídica de la época. Era lo natural y lo que se esperaba.

placeholder Fotograma de la película 'El último duelo'.
Fotograma de la película 'El último duelo'.

El duelo tuvo lugar el día 29 de diciembre de 1386. Cabe señalar un error de bulto enorme, impropio de Scott, al salir por tres veces la catedral de Notre Dame con andamios en construcción en la fachada, cuando fue terminada en 1345. Es decir, llevaba ya 41 años terminada.

El contexto histórico

Corrían las últimas décadas del siglo XIV y Francia, además de la interminable guerra de los Cien Años, venía sufriendo en varias oleadas la peste negra que llegó a territorio europeo en el año 1348 con diferentes picos durante más de una centuria. De hecho, coleó hasta el siglo XVIII, aunque de manera muy debilitada. Por tanto, la situación distaba mucho de ser idílica. No es fácil calcular los índices de mortalidad, pero podemos perfectamente hablar de más de un 40%, siendo la pandemia más devastadora que la Humanidad ha conocido jamás.

También cabe recordar aquí que cuando llega la peste, el continente atravesaba crisis endémicas de malas cosechas, dando lugar a una población malnutrida dibujando un panorama desolador. Las calamidades se cebaron no solo con los pobres, sino que afectó también a ricos, y entre ellos a reyes, aunque, bien es verdad, en menor medida, porque se aislaban más y debido a sus hábitos higiénicos, que no es que fueran exhaustivos pero sí, desde luego, mejoraban con creces los que un campesino podría tener.

Podemos imaginar perfectamente el complejo contexto, marcado por una larga guerra que debilita a la población y que, desde luego y sin género de dudas, conlleva todo lo que en el antiguo régimen implicaba: asaltos y violaciones. Ser mujer y 'forzada' en época de guerra era, más que una posibilidad, una casi seguridad. Sobre todo si se pertenecía a una clase baja y no se disponía de una guardia que vigilara el 'honor'. Muchas campesinas, clase baja, se quedaban al cuidado de sus hogares solas sin un hombre que las protegiera.

Es importante señalar aquí que en el Antiguo Régimen no caben ideologías de protección de derechos a las mujeres (ni a los hombres). En épocas de guerra se subsistía como se podía y la fuerza física era la ley imperante. Los soldados, ingleses y franceses, atacaban por hambre las casas que se encontraban por el camino y, si dentro hallaban una mujer, aprovechaban para satisfacer también sus deseos carnales. Esto era la norma y no la excepción.

En la película de Ridley Scott, se explica cómo Jean de Carrouges, cuando tiene que ir a París a cobrar sus honorarios por haber defendido a su rey en Escocia, deja explícitamente normas a su esposa y al servicio para que no se quede sola en la casa en ningún momento.

El último responsable de que se celebrara el duelo

Cuando suceden los hechos narrados en el filme, Francia contaba con un jovencísimo monarca, Carlos VI, que, tal y como se explica al final de la película, fue el último duelo legal aprobado por el Parlamento de París y ratificado por el monarca.

La vida del joven soberano fue convulsa debido a lo que hoy llamaríamos un trastorno bipolar mezclado con brotes de esquizofrenia. Heredó la corona a la temprana edad de 11 años cuando murió su padre, Carlos V. Pertenecía al linaje de los Valois pero por sus venas también corría sangre borbónica ya que su madre era Juana de Borbón (lógicamente, rama francesa ya que la española no existía en esa época). Carlos no iba a ser heredero a la corona gala, pero sus hermanos mayores murieron de niños y sobre él recayó el título señor del Delfinado. Por cierto, a partir de él, los herederos del trono francés recibirían el título de delfín, de la misma manera que en España está el de príncipe de Asturias, Gerona y Viana, y en Inglaterra, el de príncipe de Gales.

placeholder Imagen de duelo de la época.
Imagen de duelo de la época.

Carlos no comenzó a reinar por su corta edad a la muerte de su padre. Fue su tío, Felipe II, duque de Borgoña, quién ejerció la regencia en su nombre hasta el año 1380. Para entonces el joven rey contaba 20 años de edad. Por tanto, cuando sucedieron los hechos narrados en la película, el monarca tenía 26 años y ya estaba casado con Isabel de Baviera-Ingolstadt. Por cierto, fue un matrimonio de lo más prolífico en cuanto a su descendencia ya que tuvieron doce hijos, aunque cuatro de ellos no superaron la infancia.

Carlos VI fue apodado el Loco (también el Bien Amado) por sus constantes brotes psicóticos, ataques que hicieron que la propia reina buscara una sustituta para el lecho real pues consideraba que su vida corría peligro. Aun con todo, la descendencia fue notable.

La situación de la mujer en el siglo XIV

Hablar de derechos de la mujer en el siglo XIV resulta tan antagónico como hablar de derechos humanos. Simplemente, carecían de ellos. Las mujeres, cada una en su estamento social (campesina, noble o monja) dependía de un varón, bien su padre, hermano o marido. A ellos obedecían en todo y, en el caso de las damas nobles, su labor principal era la de obtener un buen marido y proporcionar herederos varones. En el caso de las reinas esto llegó a convertirse en una verdadera amenaza si no cumplían con su 'deber'. La historia de las casas reales está llena de repudios precisamente porque no llegaban los hijos varones o se morían. Sobra decir que la culpa siempre era de la mujer, nunca del hombre. Y sobra recordar que muchas morían en el parto o días después, generalmente por septicemias. Ser mujer en aquella época no era nada fácil.

De una mujer se esperaba, muy por encima de todas las cosas, una virtud: su virginidad antes de la boda y su comportamiento ejemplar una vez casada. Si una moza perdía la virginidad antes del matrimonio, se consideraba algo gravísimo, una falta de honor para toda su familia.

placeholder Uno de los personajes principales de 'El último duelo'.
Uno de los personajes principales de 'El último duelo'.

Durante toda la Edad Media, el pensamiento oficial ante el sexo estuvo dominado por la religión y esto se aplicaba a las tres grandes creencias: cristiana, musulmana y judía. No debemos perder de vista que estamos en una época de la Humanidad donde todo, absolutamente todo, está regido por la idea de Dios. No es en absoluto extraño que la sexualidad se rigiera por idénticas motivaciones.

El cristianismo determinó dos maneras únicas de tener sexo. La forma lícita, es decir dentro del matrimonio y para procrear (la honesta copulatio), y la ilícita. La Iglesia determinó con numerosas normas y con todo lujo de detalle cómo debían ser las relaciones matrimoniales. El sexo fuera del matrimonio no era solo pecado, también era un delito. Una idea que se afianzó en el IV Concilio de Letrán en 1215, momento en el que el matrimonio como sacramento se protege y refuerza como tal. No solo la Iglesia estaba muy pendiente de esto, la sociedad entera también.

¿Qué decía la ley sobre las violaciones?

En una época como la medieval (aunque las cosas no mejoraron una vez superado el Renacimiento), las violaciones estaban a la orden del día y, a pesar de que sí existían leyes que la castigaban y de manera contundente, por ejemplo en la tradición foral hispánica, casi ninguna mujer denunciaba un ataque sexual. Las razones no podían ser más obvias. Demostrar que lo que decía era cierto era harto difícil y sobre la víctima recaían todo tipo de sospechas; que si había sido decente, si se había vestido como 'mujerzuela', si se había defendido con fiereza (si no había lesiones, ropajes rotos y gritos que alguien hubiera escuchado, poco se podía demostrar). Era, por tanto, una práctica nada habitual contar si habían sido violadas. Es por ello que el asunto (real) tratado en la película llama tanto la atención ya que, si la víctima no podía exponer que decía la verdad, en casos de nobles, el castigo se volvería hacia ella y podría ser condenada a muerte. A una lenta y horrible: la hoguera, tal y como se ve en el filme de Scott.

En su obra 'Mujer, marginación y violencia entre la Edad Media y los tiempos modernos', el historiador Ricardo Córdoba de la Llave, lo analiza con espectacular precisión: “Es necesario apuntar que el término violación únicamente hizo referencia al incumplimiento de una ley y no tuvo, por tanto, el significado empleado a día de hoy”. Se hablaba de forzar o de cometer fuerza.

placeholder La protagonista en la película de Scott.
La protagonista en la película de Scott.

Según lo expuesto, la mayoría de las mujeres no denunciaba por temor a no poder demostrar su inocencia, quedando así expuestas públicamente a lo que, de no haberse contado, se hubiera quedado en el ámbito privado, cosa que con frecuencia se solucionaba casando a la víctima con el violador y ¡aumentando la dote porque era ya una mujer mancillada! Lógicamente todo esto no puede ser entendido sin el contexto histórico. La idea del pecado todo lo dominaba y la 'mala' mujer era la heredera directa de Eva identificándola con la lascivia y la provocación sexual.

Duelo judicial por combate (atención, spoiler)

De soslayo se cuenta, en una conversación entre el acusado, Jacques Le Gris y su protector, el conde Pierre, que se someta a un juicio eclesiástico al que tenía derecho por haber pertenecido a una orden eclesiástica menor. Digamos que los juicios canónicos eran más 'benévolos' que los civiles, pero Le Gris prefirió el civil y, finalmente, el duelo por combate. Es interesante reseñar aquí este detalle que no carece de importancia, muy al contrario sirve para combatir los falsos mitos propios de la leyenda negra con respecto a la Inquisición Española. Los tribunales eclesiásticos ofrecían siempre mayores garantías que los civiles. Obviamente no como los concebimos hoy en día pero sí eran más garantistas para con el reo. Tal y como explica el profesor de filosofía y licenciado en teología, Álvaro Menéndez Bartolomé: “En los siglos XIII y XIV, como recuerda López Alarcón, el derecho de aforamiento era un privilegio que los clérigos menores (como Le Gris) en los siglos XIII y XIV se perdía 'ipso iure' si llevaban una vida poco compatible con el estado clerical... Y Le Gris desde luego debería haber perdido dicho privilegio, pero no fue así sino que él renunció al mismo por cuestión de honor, según se cuenta”.

Este duelo por combate era "lanzar una moneda al aire”, ya que podría ganar cualquiera independientemente de su inocencia o culpabilidad, pero ambos así lo decidieron poniendo en grave peligro la vida de la víctima pues, de haber perdido su marido, hubiera sido quemada en la hoguera. El duelo judicial por combate otorgaba, directamente de Dios, la victoria al inocente.

Errores históricos

En la película hay un error grande que no podemos dejar pasar y es que, en el momento del juicio civil, previo al combate, los que juzgan a la 'víctima' le preguntan en varias ocasiones si obtuvo placer en la violación, dando por hecho que solo mediante el orgasmo se podía dar la concepción. Esto no es en absoluto así (desde luego no biológicamente, pero tampoco eso ha dicho jamás la Iglesia). Según el profesor Álvaro Menéndez, “no existe ningún documento que diga que tanto médicos como eclesiásticos sostuvieran que la fecundación solo se daba si la mujer también experimentaba el orgasmo; si bien es cierto esto, digo, sí que cuadra teológicamente con la postura tanto de la patrística como la de Tomás de Aquino, quien recoge el testimonio y el parecer de san Agustín, y me explico: una cosa que pensaron y reflexionaron mucho los Padres de la Iglesia en los primeros siglos y luego también el mismísimo Aquinate, es la pregunta acerca de si Adán y Eva hubieran tenido relación sexual antes del pecado original”.

Lo que sí tiene de bueno la película de Ridley Scott es que no cae en el error histórico muy afianzado en el Romanticismo, de la defensa del honor de 'su' dama. Nada que ver. Si Jean de Carrouges aceptó un duelo judicial por combate no fue, en ningún caso, por defender el honor de su esposa, sino el suyo propio y, de paso, su orgullo y 'dignidad'. A pesar de que parecía una violación, su 'hombría' estaba en entredicho y solo la muerte al violador le repondría el honor perdido.

Como ven, todo muy idílico y, sobre todo, muy a favor de la mujer…

Gema Lendoiro es periodista y doctoranda en Historia Moderna por la Universidad de Navarra.

‘El último duelo’, la última película del aclamado director Ridley Scott, no está funcionando en taquilla tal y como se esperaba. Es más, la producción superó los 100 millones de dólares en coste y la recaudación anda por los 48 millones en poco más de un mes. Una cifra que el director achaca a que "el espectador millenial” no comprende una obra de arte como la realizada.

Rey Felipe VI
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