Los 50 años en el trono de Margarita II: la ley sálica, un marido insatisfecho y una historia que se repite
Medio siglo en el trono lleva Margarita de Dinamarca. Una condición, la de heredera y después reina, que le llegó gracias a un cambio de ley
La ley sálica siempre ha tenido, desde hace siglos, sus perjudicados y sus beneficiados. Y Margarita II hubiera estado entre los primeros de no ser por un cambio de ley que la llevó al trono un día como hay hace 50 años. Una fecha señalada que la soberana pretendía celebrar por todo lo alto, con múltiples eventos e incluso una cena de gala con otros miembros de la realeza, pero que debido al coronavirus ha decidido posponer hasta septiembre. El suyo ha sido un reinado tranquilo, siendo Daisy -el nombre con el que se la conoce cariñosamente- un personaje muy querido en Dinamarca.
Su destino se empezó a dilucidar en 1947, cuando se inició el cambio de Constitución para que las mujeres también pudieran reinar. Hasta entonces, y a pesar de ser la hija mayor de Federico IX, Margarita no era considerada posible heredera, pues las leyes de sucesión promulgadas en la década de 1850 establecían que las mujeres no podían optar al trono, por lo que, al tener el monarca solo hijas, la sucesión pasaba directamente a su hermano, el príncipe Canuto. Sin embargo, la popularidad de Federico, su mujer y sus tres hijas era tal que se decidió un cambio de ley que culminó con un referéndum popular en 1953, con el que se derogó la ley sálica.
De haber sido el resultado negativo, Margarita ocuparía ahora uno de los puestos inferiores en la línea de sucesión al trono, por debajo de los descendientes de su tío Canuto. Pero la modernización del pueblo danés la alzó como heredera, una futura reina con sangre azul por los cuatro costados, no solo por la rama danesa de su padre; también por la de su madre, la querida reina Ingrid, quien era hija del rey Gustavo VI Adolfo de Suecia, hermano del padre del actual Carlos XVI Gustavo, del que Margarita es prima hermana; y a su vez bisnieta de la reina Victoria de Reino Unido a través de su madre, Margarita de Connaught.
'Strangers in the night'
Tanto Margarita como sus hermanas, Benedicta y Ana María, fueron educadas en los más prestigiosos colegios y era habitual que se codearan con otros miembros de la realeza, sobre todo con los suecos y los noruegos, con los que tenían lazos de sangre, pero también con los Orange, de quienes solían recibir a menudo visitas. En aquellos tiempos, las relaciones entre los miembros de la realeza eran mucho más estrechas que en la actualidad, por eso no es de extrañar que los jóvenes príncipes y princesas casaderos acabarán enamorándose.
Así les sucedió a Benedicta y Ana María, ambas prometidas con príncipes, la primera con el fallecido Richard Sayn Wittgenstein Berleburg, jefe de esta casa alemana, y Ana María con el futuro rey de los helenos, Constantino, hermano de doña Sofía; pero no a Margarita, que se enamoró de un diplomático francés, el conde Henrik Laborde de Monpezat. Se conocieron mientras él ejercía como tercer secretario de la embajada francesa en Londres y la entonces heredera asistía a un curso de economía.
En su primera cita comenzaron a bailar, hasta que sonó 'Strangers in the night', el tema que popularizó años después Frank Sinatra, y, tal como ha contado Margarita en sus memorias, los dos se dieron cuenta de lo que estaba pasando entre ellos: "Todo el horizonte estaba en llamas. Simplemente. Me dije a mí misma: 'Esto no es cierto, ¿verdad? Sí lo es. ¡Te pasa a ti! ¡Realmente te pasa a ti!".
A pesar de no tener título real, no se puso impedimento a esa boda, celebrada en 1967, aunque ya se le dejó muy claro a Henrik que, al convertirse Margarita en reina, algo que sucedió en 1972 con la muerte de Federico IX, él se quedaría con el título de príncipe consorte, una premisa que el enamorado aceptó en esos momentos pero que con el paso de los años acabó convirtiéndose en su gran pesadilla.
El suyo fue un enlace de ensueño, con toda la realeza reunida. Margarita estaba radiante con un diseño de Jorgen Bender con una cola de seis metros. Una boda a la que no pudo acudir su hermana pequeña, Ana María, embarazada ya de su segundo hijo, Pablo de Grecia. La entonces heredera no tardaría en quedarse embarazada ella misma, dando a luz al año siguiente a su primer hijo, Federico, futuro rey, y solo doce meses después llegaba el segundo de los vástagos, Joaquín. Dos niños que declararían años más tarde no haber recibido la atención suficiente de sus padres durante su infancia. "Pasé mi niñez con niñeras e institutrices y no hice demasiadas cosas junto a mis padres hasta los 21 años", aseguraba Federico en 2009 a la revista 'Parade'.
Y es que Margarita y Henrik llevaban una vida de lo más ajetreada, no solo por sus compromisos institucionales, sino por su vida, un tanto bohemia, llena de eventos sociales, viajes y aficiones. "La felicidad matrimonial consiste en que dos personas se entiendan bien y puedan sorprenderse mutuamente de vez en cuando. [...] Tampoco quería casarme sin amor solo para poder reinar, porque hubiera engañado a mis padres y a Dinamarca", aseguraba hace años la soberana en una entrevista. Y lo cierto es que si hay una reina que se ha deshecho siempre en elogios hacia su marido, esa ha sido Margarita.
Un marido insatisfecho
Nunca hizo caso a los rumores de infidelidad, algunos de ellos sobre relaciones homosexuales, y siempre apoyó a Henrik, a pesar de que él le declaró la guerra de forma abierta en dos ocasiones. La primera fue en 2002. Harto de ser solo el príncipe consorte y viendo que su primogénito ya tenía un papel más importante que él en la corte, sufrió un ataque de celos que lo llevó abandonar Dinamarca e instalarse en el château de Cayx que tiene la familia en Francia. ¿El motivo? En ausencia de la reina, Federico había sido designado como anfitrión de la cena de Año Nuevo en vez de él. Henrik alegó sentirse "degradado y humillado por esa decisión".
"Durante muchos años he sido el número dos de Dinamarca y he estado satisfecho con ese papel, pero no quiero quedar relegado al número tres después de tantos años", anunció a la prensa. Viendo el enfado de su marido, Margarita viajó hasta Francia junto a sus dos hijos para convencerle de que regresara, pero él quiso tomarse un tiempo más, ausentándose incluso de la boda de Guillermo Alejandro y Máxima de Holanda. Finalmente y viendo que sus quejas no obtenían resultado, Henrik volvió al lado de su mujer, aunque en su cabeza seguía rondando la idea de convertirse en rey.
Los años pasaron y Henrik seguía con sus quejas acerca de su situación institucional, hasta que en 2017 se vivió el gran escándalo. El consorte de Margarita aseguró públicamente que no quería ser enterrado al lado de su esposa en la catedral de Roskilde, ya que no era merecedor porque no tenían el mismo rango. "La reina me toma por tonto. Si ella quiere que me sepulten a su lado, tiene que nombrarme rey consorte, eso es todo", se atrevió a decir Henrik en una especie de chantaje público a su esposa, pues bien sabía que Margarita es una mujer muy religiosa que durante años había organizado con mucho detalle el funeral de ambos, llegando a encargar un moderno sepulcro al escultor Bjørn Nørgaard.
Henrik no tuvo ningún problema en juzgar a su mujer e incluso le recriminó su actitud: "Mi esposa no me ha mostrado el respeto que una esposa ordinaria debe mostrar a su cónyuge. Mi mujer decidió que ella quería ser reina, y estoy muy contento por eso; sin embargo, como persona, debe saber que si un hombre y una mujer están casados, entonces son iguales. [...] Es mi esposa la única que puede hacer algo al respecto", concluyó. Henrik fallecía a los pocos meses, el 13 de febrero de 2018, sin haber cumplido su sueño de convertirse en rey, pero cumpliendo Margarita sus últimas voluntades: que sus cenizas descansen en los jardines del palacio de Fredensborg, como él quería.
Una suegra complicada
A pesar de la muerte de Henrik, la reina viuda ha continuado con su labor institucional y a sus 81 años está al pie del cañón, volcada sobre todo con su familia, esa a la que de joven no supo darle la importancia que tenía. No es de extrañar que Federico protagonizara en su juventud más de un escándalo, alguno de ellos de suma importancia, como el incidente que sufrió el 31 de diciembre de 1992 y que lo tuvo en el calabozo 12 horas. Tras una noche de fiesta en el local Jazz House con la modelo Malou Aamund, fueron detenidos por la policía mientras iban en coche, ya que ella conducía bebida y sin el carné en regla. Margarita II tuvo que salir públicamente a pedir perdón por aquel fallo de su hijo.
A la soberana no le convencía esa relación de su hijo con Aamund, igual que tampoco le gustaron las que vinieron después. La siguiente fue Katja Storkholm, con la que estuvo saliendo dos años hasta que Federico se plantó ante la reina y le comunicó que tenía pensado casarse con la modelo en breve. La reacción de la soberana fue escandalosa. Margarita entró en cólera y le prohibió a su primogénito volver a ver a esa chica. Pero el príncipe no se rindió y, como respuesta, hizo unas declaraciones a la prensa en las que afirmaba: "El corazón y no la tradición es lo que decide".
Sin embargo, aunque Federico estaba dispuesto a luchar hasta el final por su amor, ante la oposición real y las presiones de los medios de comunicación, Katja decidió finiquitar su relación a través de un comunicado enviado a la prensa. A consecuencia de ello, el príncipe cayó en una gravísima depresión que le hizo plantearse renunciar a sus derechos dinásticos. Pero la aparición en su vida de Mary Donaldson en 2000 le hizo volver a tener esperanza, aunque, por supuesto, Margarita también fue reacia a que esa abogada australiana se casase con su primogénito.
Y con Mary también hubo impedimentos por parte de la reina; sin embargo, en esta ocasión ni él ni ella estaban dispuestos a ceder y el 14 de mayo de 2004 se daban el 'sí, quiero' en Copenhague, con la aparente aprobación de la soberana. Con los años, Mary no solo ha logrado ganarse el cariño de su suegra, a la que ahora está muy unida, sino también el de los daneses. En una encuesta realizada a principios de 2021 por el periódico 'BT', la heredera recibía una aprobación de más del 75% incluso por delante de Margarita, quien ocupa el tercer puesto. Es Federico quien encabeza esa lista, con un 78%.
La historia se repite
En el otro extremo encontramos a su hermano, el príncipe Joaquín, con un 37%. Lo cierto es que a pesar de que la familia real danesa no ha protagonizado escándalos familiares más allá de los mencionados de Henrik, la figura de Joaquín nunca ha convencido al pueblo danés, y menos ahora que vive en París. Son muchos los que sospechan que ha habido algún tipo de enfrentamiento entre ambos hermanos, sobre todo después de que Marie declarara en una entrevista que la decisión de mudarse no la habían tomado ellos, sino que venía de otro sitio. Una situación que nos hace recordar a la de Guillermo y Harry, en la que el hermano pequeño parece no encontrar su lugar.
"Para el Príncipe Heredero, es suficiente seguir el curso de los acontecimientos. Pero nada se define sobre el papel del repuesto y su esposa, ni por escrito ni oralmente. Mi padre experimentó la misma insatisfacción y nunca logró obtener una aclaración sobre su lugar en la familia real", aseguraba el pasado mes de mayo en una entrevista a 'Point de Vue'. La historia se repite para Margarita, primero con su marido y ahora con su benjamín. Pero parece que ahora será Federico quien tendrá que lidiar con los deseos de un príncipe descontento.
La ley sálica siempre ha tenido, desde hace siglos, sus perjudicados y sus beneficiados. Y Margarita II hubiera estado entre los primeros de no ser por un cambio de ley que la llevó al trono un día como hay hace 50 años. Una fecha señalada que la soberana pretendía celebrar por todo lo alto, con múltiples eventos e incluso una cena de gala con otros miembros de la realeza, pero que debido al coronavirus ha decidido posponer hasta septiembre. El suyo ha sido un reinado tranquilo, siendo Daisy -el nombre con el que se la conoce cariñosamente- un personaje muy querido en Dinamarca.