La Mareta, el palacio que simboliza la unión entre la familia real jordana y la española

Idílico lugar de vacaciones de nuestra familia real, de varios presidentes del Gobierno y de destacados mandatarios internacionales a lo largo de los años, la curiosa historia del palacio 'real' canario de La Mareta es un lazo más en la ya de por sí estrecha relación que existe entre las monarquías española y jordana.

Este afectivo nexo, como el que une a los reyes de Holanda con Felipe y Letizia, que pudimos comprobar en la graduación de las princesas Leonor y Alexia, se ha puesto de manifiesto una vez más con la representación de la Casa Real española en la boda de Hussein de Jordania, el hijo del rey Abdalá II y Rania y príncipe heredero del trono hachemita, con la arquitecta saudí Rajwa Al Saif.

Al esperado enlace, que tendrá lugar el 1 de junio en el palacio Zahran de Amán, acudirán finalmente don Juan Carlos y doña Sofía, a los que volveremos a ver juntos después de que coincidieran por última vez en sendos funerales: el de Isabel II en Londres y el de Constantino de Grecia en Atenas. La última vez que ambos estuvieron juntos en una boda fue en la de Rafa Nadal y Xisca Perelló en 2019.

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Fue precisamente al Rey emérito a quien el rey Hussein de Jordania regaló La Mareta en 1989, después de que el ya fallecido monarca mandara edificar esta moderna casa palacio a orillas del mar en la localidad de Costa Teguise a finales de los años setenta, que fue diseñada por el arquitecto Fernando Higueras y el artista lanzaroteño César Manrique.

El monarca jordano, que nunca llegó a visitar el palacio aunque sí lo hizo uno de sus hijos, fue un gran amigo personal del padre de Felipe VI. Tanto que, según escribió en sus memorias Simeón de Bulgaria, fue el primer jefe de Estado en llamarle tras el intento de golpe de Estado del 23F, ofreciendo poner a su disposición "una unidad especial a fin de apoyar a las fuerzas leales al Rey y al Gobierno".

La construcción fue cedida por Patrimonio Nacional al Ministerio de Industria, Energía y Turismo en 2015. Según explica el organismo público, mediante este convenio, firmado en su día por José Manuel Soria, se facilitaba "su utilización como bien al servicio de los intereses de España poniéndola a disposición de la Secretaría de Estado de Turismo para la promoción y defensa de sus intereses turísticos en el ámbito de sus competencias".

Con acceso directo a la playa y un helipuerto, además de numerosas medidas de seguridad añadidas recientemente, La Mareta, con su marcada arquitectura canaria y un nombre que nos remite al agua que se recogía allí antes de edificarse, está integrada por diez bungalows en los que poder alojar a las delegaciones numerosas que acostumbran a portar sus ilustres visitantes. Toda la propiedad está rodeada por un muro de varios metros de altura que lo aísla definitivamente del exterior y que se mandó construir hace pocos años.

Es habitual que los visitantes de primer rango se alojen en el edificio principal del palacio, distribuido en dos dormitorios (con terraza) y dos baños, varias zonas de descanso y piscina privada.

El primer invitado que la utilizó fue el entonces canciller Helmut Kohl, durante la cumbre hispano-alemana celebrada en Lanzarote en el año 1992. Tras él la visitaron otros líderes mundiales como Mijaíl Gorbachov y su esposa Raísa. Los presidentes del Gobierno español que la han elegido para sus vacaciones fueron José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, que se ha alojado allí hasta en tres ocasiones.

Todos lo han hecho desafiando el cierto 'gafe' que sobrevuela a la residencia después de que falleciera allí doña María de las Mercedes, madre del Rey emérito, durante una estancia en el año 2000, cuando la familia real recibía allí el Año Nuevo, después de haber pasado la Navidad en el palacio de la Zarzuela.

Desde ese aciago suceso, nuestra familia real tan solo ha visitado La Mareta en una ocasión. Fue en diciembre de 2005, cuando los entonces Príncipes de Asturias y su hija Leonor pasaron parte de sus vacaciones navideñas allí, en lo que en aquel momento supuso su primer viaje fuera de Madrid, unas semanas antes de bautizar a la Princesa.