Abogada, discreta y 'primera dama' obligada: así es Laura Mattarella, la anfitriona de la reina Letizia en Roma

La visita de Estado de don Felipe y doña Letizia a Italia comenzó este martes con la recepción a la colectividad española, pero ha sido este miércoles cuando se ha llevado a cabo la parte más formal. La jornada ha empezado con una ceremonia de bienvenida ofrecida por el presidente de Italia, Sergio Mattarella, en su residencia, el Palacio de Quirinale.

Un acto en el que, como siempre, le ha acompañado su hija, Laura, quien actúa desde hace años como primera dama. De hecho, mientras el Rey y el presidente mantenían un encuentro paralelo, Laura se ha reunido con doña Letizia.

Laura Mattarella es una primera dama a todos los efectos, pero realmente no lo es. Es la hija de Sergio Mattarella, que llegaba a la presidencia del país en 2015. Desde entonces, ha acompañado a su padre en actos institucionales, ocupando el puesto que en otras circunstancias hubiera ocupado su madre o, en su caso, la esposa del presidente.

Y es que las circunstancias de la familia son muy especiales, puesto que el actual presidente italiano enviudó en 2012. De ahí que no haya una primera dama de forma oficial y Laura haya tenido que ejercer como tal en estos nueve años.

Y lo cierto es que, aunque no ha querido dejar solo a su padre y lo acompaña en todos los viajes oficiales y actos institucionales, la vida pública no es algo que le llame la atención. Lo hace más por obligación que por devoción.

Lo suyo no son las fotos y las cámaras, sino el trabajo y la familia, dos pilares en los que se basaba su día a día antes de tener que ejercer, a la fuerza, de primera dama. Antes de ocupar el Palacio del Quirinal, la residencia oficial del presidente de la República en Italia, su padre iba a su casa a cenar todas las noches. Una muestra de la unidad familiar de los Mattarella.

Casi nunca concede entrevistas -solo encontramos referencias a una en estos seis años como primera dama- y ha hecho de la discreción su bandera, algo que también traslada a sus looks. Líneas sencillas, colores discretos y vestidos de gala reciclados dan ese punto de normalidad a su vida actual, que de normal tiene muy poco.

Solo uno de sus looks ha conseguido eclipsar la cita en la que estaba: un vestido de noche que estrenó durante su visita a Suecia y que reutilizó solo unos días después para el estreno de la temporada de La Scala de Milán. Dejaba claro que no es una primera dama al uso y que su apariencia no es lo que más le importa, aunque sabe que este tipo de detalles sí llaman la atención de la prensa.

Ella intenta mantener un pie en su anterior vida, ese tiempo antes de que su padre fuera presidente y al que irremediablemente la familia volverá cuando Mattarella ya no ocupe la presidencia de la república. Podrá retomar entonces la abogacía, la carrera que ha ejercido más de la mitad de sus 53 años, y sobre todo podrá volver a pasar tiempo con sus tres hijos, fruto de su matrimonio con Cosimo Comella.

Eso sí, aunque no es la vida que hubiera elegido por sí misma, no se puede decir que no viva entregada a las funciones institucionales, aunque sea de acompañante. En estos seis años ha visitado países de todo tipo, desde Estados Unidos, Francia, Irlanda, Suecia o Finlandia a otros mucho menos desarrollados, como Camerún, Etiopía o Indonesia.

Es en estos últimos a donde le gusta más viajar y llevar una agenda independiente para interesarse por causas como los campos de refugiados o centro de niños huérfanos o discapacitados.