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Bocados de cielo: secretos de la repostería de las monjas
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GASTRONOMÍA

Bocados de cielo: secretos de la repostería de las monjas

“A canela, esencias y azúcar tostado”. Así huele el obrador del Convento vallisoletano de Santa Isabel, y quien lo dice no es otra que una de

Foto: Bocados de cielo: secretos de la repostería de las monjas
Bocados de cielo: secretos de la repostería de las monjas

“A canela, esencias y azúcar tostado”. Así huele el obrador del Convento vallisoletano de Santa Isabel, y quien lo dice no es otra que una de las monjas de clausura que allí vive, Sor Isabel de la Trinidad. Los secretos de este monjío célebre por su horno artesano y repostero están más cerca del público gracias a un recetario tradicional que las hermanas franciscanas, conocidas también como las Clarisas, han publicado en un libro.

Dulces, rosquillas, magdalenas y bocaditos son algunos de los manjares que salen del horno y venden las religiosas como uno de sus principales recursos económicos para poder subsistir, cuando hace décadas los dulces se concebían como una cortesía de la comunidad monástica a los benefactores y protectores del convento.

"El secreto de nuestros dulces y nuestra repostería está basado en el amor sencillo y puro por las cosas bien hechas. Hay que poner alma y corazón en todos los quehaceres cotidianos por imperceptibles que éstos sean", reflexiona en la introducción del Dulces y postres de las monjas (Ed. Styria) la autora, que hace dos años publicó Meditar con el arte.

Si en aquél ensayo Sor Isabel invitaba a reflexionar sobre la vida a través de una selección de pinturas de todos los tiempos, con este recetario pretende descubrir a los lectores "la armonía de la sencillez y el amor por el trabajo bien hecho". Uno de los capítulos del recetario recorre el calendario litúrgico a través de dulces tradicionales como los bollitos de Santa Inés, los buñuelos de San Andrés, la tarta de Santiago, las yemas de San Leandro, las rosquillas de Santa Beatriz, los huesos de San Froilán, las orejuelas de San Carlos, el rosco de san Antonio Abad o las pastas de Santa Isabel.

La Semana Santa con sus torrijas de pastor, pestiños a la naranja y borrachos de fruta, comparten recetario con los dulces de Navidad, caso del popular roscón de Reyes, las galletas de café y los pastelitos de almendra y piña, y también con un amplio repertorio de bizcochos, tartas, hojaldres, cremas, natillas, flanes y postres de fruta.

Cada receta se acompaña de una oración o de una máxima cristiana "aplicable a cualquier comunidad religiosa y al laico comprometido con el mundo", señala la autora. Sor Isabel, en el prólogo de su texto culinario, recuerda cómo las monjas de clausura "somos también conscientes de la realidad de nuestro entorno. Tenemos tiempo para la oración y para el trabajo artesano. Unas elaborando dulces, otras cuidando enfermos, otras bordando tejidos y otras encuadernando libros". La monja escritora, 57 años de vida y 36 como profesa, es natural de Bretocino de Valverde (Zamora), y convive junto a otras siete hermanas en el convento de Santa Isabel, fechado en el siglo XVI y situado en el casco histórico de Valladolid.

 

 

“A canela, esencias y azúcar tostado”. Así huele el obrador del Convento vallisoletano de Santa Isabel, y quien lo dice no es otra que una de las monjas de clausura que allí vive, Sor Isabel de la Trinidad. Los secretos de este monjío célebre por su horno artesano y repostero están más cerca del público gracias a un recetario tradicional que las hermanas franciscanas, conocidas también como las Clarisas, han publicado en un libro.

Dulces, rosquillas, magdalenas y bocaditos son algunos de los manjares que salen del horno y venden las religiosas como uno de sus principales recursos económicos para poder subsistir, cuando hace décadas los dulces se concebían como una cortesía de la comunidad monástica a los benefactores y protectores del convento.

"El secreto de nuestros dulces y nuestra repostería está basado en el amor sencillo y puro por las cosas bien hechas. Hay que poner alma y corazón en todos los quehaceres cotidianos por imperceptibles que éstos sean", reflexiona en la introducción del Dulces y postres de las monjas (Ed. Styria) la autora, que hace dos años publicó Meditar con el arte.

Si en aquél ensayo Sor Isabel invitaba a reflexionar sobre la vida a través de una selección de pinturas de todos los tiempos, con este recetario pretende descubrir a los lectores "la armonía de la sencillez y el amor por el trabajo bien hecho". Uno de los capítulos del recetario recorre el calendario litúrgico a través de dulces tradicionales como los bollitos de Santa Inés, los buñuelos de San Andrés, la tarta de Santiago, las yemas de San Leandro, las rosquillas de Santa Beatriz, los huesos de San Froilán, las orejuelas de San Carlos, el rosco de san Antonio Abad o las pastas de Santa Isabel.

La Semana Santa con sus torrijas de pastor, pestiños a la naranja y borrachos de fruta, comparten recetario con los dulces de Navidad, caso del popular roscón de Reyes, las galletas de café y los pastelitos de almendra y piña, y también con un amplio repertorio de bizcochos, tartas, hojaldres, cremas, natillas, flanes y postres de fruta.

Cada receta se acompaña de una oración o de una máxima cristiana "aplicable a cualquier comunidad religiosa y al laico comprometido con el mundo", señala la autora. Sor Isabel, en el prólogo de su texto culinario, recuerda cómo las monjas de clausura "somos también conscientes de la realidad de nuestro entorno. Tenemos tiempo para la oración y para el trabajo artesano. Unas elaborando dulces, otras cuidando enfermos, otras bordando tejidos y otras encuadernando libros". La monja escritora, 57 años de vida y 36 como profesa, es natural de Bretocino de Valverde (Zamora), y convive junto a otras siete hermanas en el convento de Santa Isabel, fechado en el siglo XVI y situado en el casco histórico de Valladolid.