Lujo rural: estrena septiembre en esta espectacular masía en los Pirineos
Viaja hasta el Ripollés y reencuéntrate con la naturaleza (toda una madre) en este refugio con solera llenito de plantas, flores, velas y antigüedades. Un hotel con encanto perdido en la montaña
No nos vamos a ir a una ciudad de moda, tipo Lisboa, y ni siquiera a alguno de los pueblos más bonitos de España que estamos seleccionando en Vanitatis, tipo Frigiliana, Puebla de Sanabria, Tarifa, Combarro o Cadaqués, al menos hoy. Lo que toca es perderse en la montaña, esta vez el Prepirineo catalán, para encontrarse con una antiquísima masía que presume de decoración abonada al minimalismo rural, pongámoslo así, y que te hará temblar de emoción, sobre todo cuando te pongas a mirar y vuelvas a reincidir en esa vieja costumbre de apropiarte del paisaje. Se llama Mas El Mir y es toda una invitación a eso que se llama desconexión. Naturaleza manda y mucho aquí en el Ripollés.
El hygge (o lykke) era esto
O sea, el amor por las cosas sencillas, solo que en español en vez de danés. Aquí, entre estas paredes y fuera de ellas sabrás muy bien de qué se trata. Por el enclave, por supuesto, en estas tierras montañosas regadas por el gerundense río Ter (sí, el de los crucigramas), pero también porque es, solo hay que verlo, un “hotel con alma” (tal es su presentación).
Del siglo XIV y con piezas de anticuario
Como decíamos, a la naturaleza, que ya de por sí te resultará portentosa, se suma precisamente esa alma que le ha puesto su propietaria, Eva Arbonés, decoradora de interiores, con mobiliario y piezas de anticuario recopiladas aquí y allá cuando todavía era un sueño eso de tener un hotel (encontró la finca, perteneciente al municipio de Ripoll, en otoño de 2017; un día de lluvia). Tras su restauración, la arquitectura y la esencia de la masía siguen siendo las mismas, afortunadamente.
Bienvenido a... otro mundo (en este)
Lleno de velas, candelabros, flores, plantas, productos de la huerta... bajo el porche porticado de piedra y con vistas sin precio a la montaña. Aunque aquí todo se podría llamar chill out, hay uno que lo es por definición en el que repanchingarse como si no hubiera un mañana o como si todos los mañanas fueran a ser así, casi mejor. Ya se sabe, gusto al cuadrado: cama antigua, cojines a gogó y ese bolero cual eco en el ambiente gritándote ven. Para colmo, la bienvenida a los huéspedes (íbamos a decir check in, pero no va a tono) se hace en la cocina, todo muy auténtico, con cerveza o vermut artesanales elaborados en la comarca, el Ripollés, para no romper el innegable hechizo.
Te sentirás como en casa (o mejor)
A que te sientas como en el hogar dulce hogar contribuye, además de lo envolvente del ambiente y la solemnidad de su encanto, el salón principal con chimenea (el invierno llegará, aunque no lo parezca) y sofás, todo con vistas; y el comedor, en el que podrás tomarte el desayuno como un rey o reina hasta las 13 h (nada de madrugones, o sí) y con promesa de quesos, mermeladas, yogures, embutidos, panes y cruasanes elaborados por artesanos de la zona, y la cena, también con ingredientes del mercado local y una selección de vinos naturales y ecológicos, por supuesto.
Cinco habitaciones y una Caseta Petita
Las habitaciones son cinco y están bautizadas con nombres de plantas autóctonas del Ripollés, como no podía ser de otra manera: Civada, Espigol, Espernellac, L'Hisop y Milfulles. Y vestidas con telas de lino natural en tonos neutros dando forma a eso del minimalismo rústico. En los baños reinan la grifería antigua procedente de mercadillos de Francia y los azulejos de colores hechos a medida por un artesano. En cuanto a la Caseta Petita, es un apartamento al margen de la casa principal, con dos habitaciones, salón, cocina y jardín privado; toma nota. Eso por no hablar de la piscina, los árboles a cuya sombra te puedes guarecer o los porches, que no es solo uno.
Una vuelta por el Ripollés
La comarca donde se halla esta masía es montañosa por demás, que para eso puede presumir de picos como el Puigmal, de 2.913 metros de altitud, o el Pico del Infierno, con 2.869, casi nada. Así que échate a andar porque te escoltarán estos gigantes. Esto es el Pirineo Catalán: sobre todo si te adentras en el valle de Nuria, en el municipio de Queralbs, o te acercas a Toses o Villalonga de Ter. Pero su mayor atractivo turístico es, sin duda, el monasterio románico de Santa María de Ripoll, que fue un importantísimo centro cultural durante la Edad Media, y lo tendrás a un paso. No dejes de darlo.
Dónde: Mas El Mir. Carretera de Les Lloses, s/n. Ripoll (Girona).
Precio: desde 125 euros la habitación doble con desayuno. Cenas (previa reserva): 28 euros por persona.
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No nos vamos a ir a una ciudad de moda, tipo Lisboa, y ni siquiera a alguno de los pueblos más bonitos de España que estamos seleccionando en Vanitatis, tipo Frigiliana, Puebla de Sanabria, Tarifa, Combarro o Cadaqués, al menos hoy. Lo que toca es perderse en la montaña, esta vez el Prepirineo catalán, para encontrarse con una antiquísima masía que presume de decoración abonada al minimalismo rural, pongámoslo así, y que te hará temblar de emoción, sobre todo cuando te pongas a mirar y vuelvas a reincidir en esa vieja costumbre de apropiarte del paisaje. Se llama Mas El Mir y es toda una invitación a eso que se llama desconexión. Naturaleza manda y mucho aquí en el Ripollés.