Lhardy: sabores y saberes del catering del momento por culpa de los Almeida-Urquijo
La boda de la primavera en Madrid ya tiene catering con mayúsculas. Lhardy —propiedad de Pescaderías Coruñesas— celebrará el amor del alcalde y Teresa Urquijo. Alta cocina y perfectas coreografías de guante blanco
Los que más saben del buen comer en la capital de este reino sostienen que Madrid no tendría sentido sin Lhardy (y viceversa). Nada que objetar, aceptamos el hiperbólico y romántico eslogan de buen grado porque sí, efectivamente, amamos Lhardy por encima del bien y del mal.
En verdad, Lhardy es la catedral de las todas casas de comidas castizas y, desde la entrada en escena de sus actuales propietarios —las excelsas Pescaderías Coruñesas—, nuestro templo clásico refavorito.
Lo mismo deben pensar los encapillados José Luis Martínez-Almeida y Teresa Urquijo y Moreno, ya que sus querencias gastronómicas les han llevado directamente a contratar el servicio de catering del restaurante del número 8 de la Carrera de San Jerónimo para su boda.
Pero no han sido el alcalde de Madrid y su prometida quienes han situado esta casa en órbita.
Lhardy es trending topic desde hace 185 años
Pioneros en cuestiones de catering en España, la firma mantiene la esencia de sus orígenes casi dos siglos después de su fundación, y en lo alto de su admirada pirámide alimenticia: las mejores materias primas, las más depuradas técnicas y un servicio (redoble de tambores) im-pe-ca-ble.
Desde 2022, Lhardy forma parte de la familia de Pescaderías Coruñesas, pequeño gran imperio con sabor a sal marina especialmente empeñado en conservar la esencia original del negocio y en adaptarse al consumidor actual.
Hablar de estos fogones es hablar de nuestra historia gastronómica. Constatado el éxito de la casa fundada por Emilio Lhardy en 1839, el restaurador puso en marcha un innovador servicio de catering con una filosofía que ha llegado intacta hasta hoy: personalización, dinamismo, producto de temporada y máxima atención en esos detalles que marcan todas las diferencias.
Durante décadas, este catering ha sido coprotagonista de las mesas y eventos más relevantes del país. Y siempre con elaboraciones muy cuidadas a través de diferentes formatos de menú para bodas, empresas o particulares, que siempre incluyen legendarios platos como el pantagruélico cocido o su espectacular suflé flambeado a lo Katniss Everdeen en 'Los juegos del hambre'.
No nos olvidaremos del foie del Ampurdán en escabeche o la perdiz en ídem con pamplinas, ambos platos recuperados de los orígenes del restaurante. Otros highlights: pato canetón de las Landas asado a la naranja, salpicón de bogavante gallego o almejas de carril a la sartén con palo cortado.
Más aciertos de ayer, hoy y siempre: salmón ahumado de Pescaderías Coruñesas con huevo hilado, lenguado Evaristo al champagne o lubina salvaje Buenavista, icónica elaboración de los primeros años donde se presenta el pescado en frío para realzar sabor y textura.
Cada plato se elabora en el lugar del evento y cuenta con diferentes opciones que se terminan frente al comensal, como el solomillo Wellington o el jarrete de ternera lacado con puré de patata y mantequilla.
El catering también ofrece diferentes estaciones para dinamizar los eventos: parrilla en directo, cortador de jamón o de salmón, ostras y champagne, pulpeiros o quesos y embutidos italianos.
Si se solicita, también pueden encargarse del montaje, la decoración y la ambientación. Para ello, cuentan con sillas, mantelerías, vajillas, cuberterías, cristalerías, candelabros y demás elementos de toda buena mesa —algunos de ellos históricos— rematados con flores frescas.
Lhardy también cuenta con varios espacios para eventos, como el de La Granjilla —finca histórica de 148 hectáreas en El Escorial— o el de Taller de Bombas —salones de inspiración nórdica en el barrio de Moncloa—. También tienen acuerdos con otras fincas, como El Gasco, en Torrelodones, y Las Margas, en Segovia.
Desde 1839, Lhardy es un emblema de Madrid, una institución que venera recetas legendarias, todo ello escrito en mayúsculas y rubricado con el mejor saber hacer.
Los que más saben del buen comer en la capital de este reino sostienen que Madrid no tendría sentido sin Lhardy (y viceversa). Nada que objetar, aceptamos el hiperbólico y romántico eslogan de buen grado porque sí, efectivamente, amamos Lhardy por encima del bien y del mal.
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