Crítica de 'Manual para señoritas', el 'Bridgerton' frívolo y galdosiano que corona a Nadia de Santiago en el reino de la comedia
La serie protagonizada por la actriz de 'Las chicas del cable' y Álvaro Mel nos ofrece una vuelta de tuerca a las historias de casamenteras en un tono de comedia romántica
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Las casamenteras son cosa de otros tiempos. Cuando han protagonizado ficciones más allá de su espacio natural, el siglo XIX o anteriores, siempre lo han hecho a través de un enfoque especial. Así ocurría, por ejemplo, en 'Hello, Dolly!', musical de Gene Kelly en el que Barbra Streisand ejercía de carabina entre canciones como aquel 'Put on your sunday clothes' que emocionó incluso al robot Wall-E. Décadas después de aquella colorida película, ambientada en el Nueva York decimonónico, las casamenteras vuelven a tener sentido en el universo de Bambú, la productora que ha hecho de las ficciones de época (descaifeinadas, apolíticas y despojadas de cualquier referencia histórica que se salga de lo meramente estético) su gran seña de identidad.
Ambientada en el Madrid de Galdós, 'Manual para señoritas' llega a nuestros televisores de la mano de Netflix y nos presenta a una Nadia de Santiago encargada de encontrar un marido perfecto a tres hermanas de buena familia que también son desastrosas en sus cuitas amorosas. Aunque esta joven estudiante de los sortilegios del romance, de las diversas formas de abandonar la soltería, tiene más papeletas para convertirse en cómplice de las chicas que en una instructora con mano de hierro.
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Visto el primer episodio, está claro que una serie así, que depende en gran parte del carisma de la protagonista (habla continuamente a cámara, en un gesto de complicidad con el espectador), gana enteros cuando la actriz en cuestión sabe y puede llevar el peso de la acción sobre sus espaldas. Y Nadia de Santiago, que ya fue 'chica Netflix' gracias a la exitosa 'Las chicas del cable', tiene aquí su gran oportunidad para demostrar sus dotes para la comedia. No solo conecta con el público, sino que se adecúa perfectamente a un guion que hace de la superficialidad y de la (suave) crítica hacia las buenas formas su gancho para el mismo público que devoró varias temporadas de 'Los Bridgerton'.
Porque amores y sofocos no faltan en un piloto que ya apunta, con la secuencia de una partida de ajedrez y un juego dialéctico que es puro coqueteo y conquista, un acercamiento entre los personajes de Elena Bianda (Nadia de Santiago) y Santiago, al que da vida Álvaro Mel. También se abre la brecha de un pasado que volverá a la vida de la protagonista, a través de un tal Gabriel que parece evocar sus peores pesadillas. Es en ese truco de guion, cuando la trama corre el peligro de caer en la trampa melosa y melodramática, donde la serie se reafirma como divertimento ligero y gozoso; pura frivolité para todos los públicos que ansiarán saber cómo le irá a esta carabina en apuros. Una especie de salvaguarda de tres hermanas que ni quieren ni tienen por qué ser virtuosas. Si el resto de los capítulos se encaminan o no hacia honduras feministas, esa ya es otra historia.
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De hecho, lo más cerca de una vertiente crítica o social que encontramos en 'Manual para señoritas' es alguna frase que nos recuerda, brevemente, que estamos en otra época más allá de los vestidos y los lujosos habitáculos (el rodaje de exteriores en Aranjuez luce, y mucho). "A lo mejor ha hecho como en las novelas y se ha tirado por la ventana", dice una de las tres hermanas en un momento dado. Una frase acorde con las intenciones lúdicas de un producto que refuerza su comicidad a base de música de acompañamiento, montajes paralelos que mezclan sexo con fuego (de manera literal) y reflexiones que no por obvias dejan de resultar muy divertidas.
La serie se mueve como pez en el agua entre el universo visual de los Bridgerton y las trampas de lo amoroso de personajes al estilo Jane Austen; una especie de relectura light de 'Las amistades peligrosas'. Quizá con más azúcar y menos mala leche pero con el afán de entretenernos y darnos placer a la vista. Y en eso cumple con creces.
Las casamenteras son cosa de otros tiempos. Cuando han protagonizado ficciones más allá de su espacio natural, el siglo XIX o anteriores, siempre lo han hecho a través de un enfoque especial. Así ocurría, por ejemplo, en 'Hello, Dolly!', musical de Gene Kelly en el que Barbra Streisand ejercía de carabina entre canciones como aquel 'Put on your sunday clothes' que emocionó incluso al robot Wall-E. Décadas después de aquella colorida película, ambientada en el Nueva York decimonónico, las casamenteras vuelven a tener sentido en el universo de Bambú, la productora que ha hecho de las ficciones de época (descaifeinadas, apolíticas y despojadas de cualquier referencia histórica que se salga de lo meramente estético) su gran seña de identidad.