Rosario Flores triunfa en Starlite tras hacer sus confesiones más dramáticas

La VII edición de Starlite sigue dejando, como cada año, una estela de grandes conciertos... Después del exitazo en su sesión inaugural del nuevamente rehabilitado Luis Miguel, ya en plena forma tras unos años muy complicados y de plena actualidad por su serie de Netflix, le llegó el turno a dos artistas genuinas, la canaria Rosana, feliz de debutar en ese escenario, y Rosario, quien comparecía un día después de que TVE emitiera en 'Lazos de sangre' un impactante documental sobre la saga de las Flores.

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Una muy vitalista Rosario emocionaba al millón y medio de espectadores que siguieron el programa asegurando que cuando murió su hermano, el irrepetible Antonio Flores, ella no quería más que matarse y que el embarazo de su hija Lola, quien, según ella, se lo mandó su madre desde el cielo, evitó que entrara en una senda de destrucción.

Antes de que llegara el turno de Rosario, Rosana dio un concierto en le que desplegó su particular sensibilidad para cantar e interpretó las canciones más señaladas de su repertorio, además de presentar su último trabajo discográfico, 'En la memoria de la piel', que está siendo un considerable éxito de ventas. Por si fuera poco, tenía preparada una entrañable sorpresa, compartir escenario con Rocío, una de las concursantes de 'La Voz Kids', con la que interpretó uno de sus temas más emblemáticos, 'A fuego lento'.

Un concierto inolvidable

Después llegó el turno de Rosario, que, como bien decían en el mencionado documental, funde los plomos cada vez que sube al escenario. La menor de las Flores ha heredado de su madre el temperamento, la garra y hasta los movimientos. En su repertorio están presentes todos los miembros de su familia, su hermano Antonio, artífice de sus primeros éxitos, en el disco que la convirtió en estrella, 'De ley', y su padre, a quien dedica 'Al son del tambor', toda una reivindicación de uno de los precursores de la rumba catalana, Antonio González, el Pescaílla.

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Ni que decir tiene que el respetable se entregó a su particular energía y disfrutó a tope de un concierto racial, lleno de ritmo, pero también de sentimiento.