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Pepe Oneto: su flequillo, sus corbatas y sus pantalones de abejas reina
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OBITUARIO

Pepe Oneto: su flequillo, sus corbatas y sus pantalones de abejas reina

Paloma y Pepe estuvieron casados más de cuatro décadas. Tuvieron un hijo que les hizo abuelos. Oneto formaba, junto a Julián Lago y Pablo Sebastián, el trío de mosqueteros

Foto: Muere el periodista español José Oneto. (EFE)
Muere el periodista español José Oneto. (EFE)

A finales de julio, Pepe Oneto se despedía de los compañeros de tertulia de 'El programa de Ana Rosa' en la que participaba con un “hasta la vuelta de verano, que me voy de vacaciones”. Antes lo había hecho en maquillaje y peluquería, donde llegaba con tiempo suficiente para que “me dejéis en condiciones”, como él mismo decía. Era coqueto y su flequillo formaba parte de su seña de identidad. Lo cuidaba y contaba cómo hace años estuvo a punto de malograrlo por una apuesta que, por supuesto, no perdió. En la sala de maquillaje de Telecinco, igual que en los programas a los que acudía como tertuliano habitual, le tenían mucho aprecio.

“Siempre nos trataba bien, gastaba bromas y nos contaba chistes”. Este dato que puede parecer insustancial no lo es porque marca la diferencia entre los que se creen por encima del bien y del mal y las personas honestas y educadas. Pepe lo era y así lo demostraba con la gente con menor rango laboral. De sus viajes también les llevaba detalles.

placeholder El periodista español José Oneto, en una entrevista. (EFE)
El periodista español José Oneto, en una entrevista. (EFE)

Y así lo recuerdan varias generaciones de periodistas que trabajaron a sus órdenes en la revista 'Tiempo'. Llegó de la mano de Julián Lago, el anterior director, que al nombrarle responsable general de Publicaciones del Grupo Zeta Antonio Asensio, el dueño, le pidió nombres. “El que mejor lo puede hacer, porque es periodista de raza y sabe lo que es ser libre, es Oneto”. Y así llegó a la redacción de 'Tiempo' (en Castellana, 184) Pepe, su flequillo y sus camisas floreadas y corbatas originales. Alguna vez las intercambió con el Rey emérito, que le decía que no se atrevía a ponérselas en público pero sí en privado.

Despacho con puertas abiertas

El nuevo director se presentó una mañana en una redacción un tanto escéptica. Lago había sido el fundador y director de la revista más influyente en los años 80 y 90. Oneto llegaba con su título de haber hecho lo mismo en 'Cambio 16', la revista del cambio. Se presentó y dijo algo que, hasta ese momento, no era lo habitual en las redacciones: “Mi despacho está abierto”.

Y lo estuvo. Lo mismo para llamar a un periodista y echar una bronca por no haber conseguido la exclusiva de la competencia como para hacer una llamada a un personaje importante en cualquier área informativa (social, económica, política...) que no recibía a uno de “mis periodistas”. Tenía influencia y poder que sabía compaginar con su vida de ocio. En estos últimos años, cuando ya no tenía la responsabilidad de una redacción y prefería el estatus de colaborador y columnista, viajaba a menudo a Miami con Paloma, su mujer y compañera de vida. En Punta Cana, Raquel Bernal, la empresaria venezolana que se hizo conocida en España por su efímero matrimonio con Álvaro Muñoz Escassi, era la anfitriona del matrimonio Oneto, que, como todas las personas que lo conocieron y trataron, no procesan aún la pérdida de uno de los mejores periodistas desde la Transición hasta ahora. En verano, su casa de Marbella en Guadalmina era su cuartel general.

placeholder José Oneto. (EFE)
José Oneto. (EFE)

Era también fijo en el Teatro Real, en los festivales de Salzburgo, Viena y Perelada. En su cuenta de Twitter solía despedir el día con alguna obra clásica, un poema o una frase que resumía cómo le había ido la jornada. Uno de los últimos mensajes fue su agradecimiento al hospital de San Sebastián donde le estaban tratando desde mediados de agosto, cuando le intervinieron de urgencia.

40 años de amor

Paloma y Pepe estuvieron casados más de cuatro décadas. Tuvieron un hijo que les hizo abuelos. Oneto formaba, junto a Julián Lago y Pablo Sebastián, el trío de mosqueteros. De día acudían al Congreso o a Moncloa -donde conoció a Paloma, que trabajaba como funcionaria- y de noche a las discotecas de moda como Bocaccio y Oliver. En estos lugares los periodistas alternaban con la clase política, los intelectuales, confidentes, policías, empresarios y el 'artisteo' patrio. Una mezcla explosiva que servía para recabar información que luego trasladaban a sus redactores.

Oneto, con una memoria de elefante, recordaba anécdotas de esas etapas cuando acudía a dar charlas: “Lo que más les puede gustar a los periodistas jóvenes son las historias de aquellos años. No se pueden creer que trabajáramos 24 horas”, contaba en uno de los viajes de prensa que compartió con la vieja guardia a Gdansk, donde jugaba la selección española. Pepe llegó al aeropuerto de Barajas con unos pantalones beis con estampado de abejas, y no unas cualquiera: “Son abejas reina, que traen suerte”, decía con su flequillo y sus gafas de aviador.

A finales de julio, Pepe Oneto se despedía de los compañeros de tertulia de 'El programa de Ana Rosa' en la que participaba con un “hasta la vuelta de verano, que me voy de vacaciones”. Antes lo había hecho en maquillaje y peluquería, donde llegaba con tiempo suficiente para que “me dejéis en condiciones”, como él mismo decía. Era coqueto y su flequillo formaba parte de su seña de identidad. Lo cuidaba y contaba cómo hace años estuvo a punto de malograrlo por una apuesta que, por supuesto, no perdió. En la sala de maquillaje de Telecinco, igual que en los programas a los que acudía como tertuliano habitual, le tenían mucho aprecio.

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