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Ana de Rojas presenta una novela sobre los Montarco: su hermana Alejandra no asistió
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Ana de Rojas presenta una novela sobre los Montarco: su hermana Alejandra no asistió

Su padre estuvo casado en segundas nupcias con la recordada Charo Palacios y tuvo dos hijos, la más mediática de ellas, Alejandra de Rojas

Foto: Ana de Rojas. (Foto: Letizia Díaz)
Ana de Rojas. (Foto: Letizia Díaz)

Existe una máxima tácita que dice que lo que no está en los medios de comunicación no existe. Esta premisa podría aplicarse a la vida del último conde de Montarco, Eduardo de Rojas, a quien el público que no está familiarizado con la historia de su familia identifica exclusivamente con su segunda mujer, Charo Palacios, quien fuera musa de Elio Berhanyer, y sobre todo con la hija del matrimonio, Alejandra de Rojas, casada con Beltrán Cavero, sobrino de Esperanza Aguirre, y en su día novia de Luis Medina, que se encuentra en los últimos días de gestación y no acudió a la presentación del libro 'La carta perdida. En memoria de las condesas de Montarco'.

No fue este el motivo por el que Alejandra no asistió: no estaba invitada. Entre ambas hermanas no hay comunicación ni relación de ningún tipo, pero en un día tan especial para la autora sí estuvo arropada por el alcalde de Ciudad Rodrigo, Marcos Iglesias Caridad; por José Manuel Melgar Escoriaza, señor de Alconchel, y el historiador Fernando Prado-Manuel de Villena, primo y sobrino de la escritora, respectivamente. En un salón abarrotado de La Gran Peña de Madrid, uno de los clubs más selectos de la capital, se recordó la gran vinculación de los Montarco con la ciudad castellanoleonesa y se dio visiblidad a los entresijos de una familia que ha sido protagonista de importantísimos episodios de la historia de España.

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Acabar con este desconocimiento es posiblemente el mayor propósito del segundo libro de Ana de Rojas, hija menor y única superviviente de los cinco que tuvo el aristócrata con María Pardo-Manuel de Villena, su primera mujer, que falleció en 1965, oficialmente de un infarto. Aunque su hija menor plantea sus dudas en este ejercicio de memoria en el que no se anda con paños calientes ni trata de maquillar episodios familiares que mentes menos liberadas y marcadas por los convencionalismos hubieran intentado mantener bajo las alfombras, como las del refugio familiar de Ciudad Rodrigo, que hace años ya escapó del patrimonio de los Montarco y se ha reconvertido, tras una profunda remodelación, en escenario de bodas y eventos de empresas.

Un paseo por la Historia

Ana de Rojas no titubea cuando le preguntamos si su padre se sentiría orgulloso de este libro: "Seguramente no, porque no le gustaba la ficción y, sobre todo, porque cuento intimidades de la familia. Pienso que las personas con gran personalidad también tienen su lado oscuro, todos lo tenemos, y es absurdo ocultarlo. Mi padre era el número uno en ocultación de historia familiar. Es absurdo. Si no cuentas todo, estás mutilando la realidad".

'La carta perdida. En memoria de las condesas de Montarco' es uno de los retratos más completos de la historia del siglo XX en España que se han escrito en los últimos años. Por sus páginas transitan personajes de la trascendencia del rey Juan Carlos I, el duque de Windsor y Wallis Simpson, Serrano Suñer, una de las piezas clave del régimen franquista y cuñado de Carmen Polo, o José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange: "Ramón (Serrano Suñer) era parte de mi familia. Toda la vida he oído hablar de él. Tengo que reconocer que cuando yo tenía 15 o 16 años, la relación con mi padre estaba disuelta. Aún así, aseguraba que era una figura que había sido malinterpretada. Creo que el paso de mi padre por la División Azul fue un punto de inflexión entre ellos, porque consideraba que Ramón no le había prestado la atención que necesitaba. Con José Antonio Primo de Rivera la vinculación fue máxima".

placeholder Ana de Rosas está en un momento personal muy feliz. (Foto: Leticia Díaz)
Ana de Rosas está en un momento personal muy feliz. (Foto: Leticia Díaz)

Sintetizar el periplo de los condes de Montarco requeriría una guía más extensa que la que se necesita para no perderse en 'Cien años de soledad' o 'Juego de tronos' y por lo que esta novela entre histórica y autobiográfica ha requerido una gran capacidad de concisión y habilidad para mantener enganchado al lector hasta la última página. Como la propia Ana de Rojas, una auténtica Sherezade de 'Las mil y una noches', desgranando su propia biografía.

Tu madre es una de las grandes protagonistas de la historia y la causa de su muerte, uno de los grandes misterios que han quedado en el aire. También en el libro.

Sí, es algo a lo que no le di la importancia que tenía en el momento. Estaba muy desbordada por su muerte y por la situación familiar general. No me di cuenta de la trascendencia. Luego fui recapitulando y me planteaba qué hubiera pasado si me hubiera quedado en Alicante con ella en lugar de bajar a Marbella. Nunca nos ocupamos de mi madre lo más mínimo. Es algo que tenía en la trastienda y que ha salido al escribir el libro. El misterio quedó sin resolver.

¿Fue tan feliz el matrimonio de tus padres como lo describes?

Fue tremendamente apasionado desde el principio. Luego se estropeó, evidentemente. Mi madre tenía una gran sabiduría. Nunca me soltó un rollo, que es lo que hacen ahora los padres, aunque tampoco se ocupó nunca de mí porque no pudo. Me crié sola, pero los momentos con ella fueron mucho más instructivos que los que pudiera compartir con nadie de la familia, incluido mi padre. De ella recuerdo aquellas frases que decía y que se te quedaban porque tenían un trasfondo importante. Cosas como “El orden en tu armario es una muestra de refinamiento interior. Tendrás orden en tu vida si te molesta el desorden”. Con ella no hacían falta grandes conversaciones. Bastaba que te diera el punto en una frase, en un comentario. Sin embargo, con mi padre tenía charlas de horas en su despacho, que aparecen reflejadas en el libro.

¿Tu relación con él era más estrecha?

Era magnífica profesionalmente. Siempre he dicho que como jefe no había otro, creía en ti, te daba libertad, te apoyaba en tus iniciativas. Como padre era un desastre. Daba igual, porque convivía con él más como jefe que como padre. Él no me daba nunca consejos ni me dio ejemplo. Mi madre, sí.

La viuda del conde de Montarco

Cuando tu padre rehace su vida con Charo Palacios, con quien se casa tres años después de la muerte de tu madre, ¿quedáis relegados tus hermanos y tú? ¿Os apartó tu padre de su círculo?

Fue él quien se apartó de su círculo con su nueva relación. Hemos tenido un problema, porque ya no queda ningún hermano vivo más que yo: demasiada educación y cumplimiento de las normas más éticas y estéticas. De modo que nunca se nos ocurrió cuando mi padre rehízo su vida dejar las cosas claras: "Tu pasado somos nosotros, económicamente lo resolvemos y luego ya puedes hacer lo que quieras en el futuro". No pusimos ninguna pega ni ningún obstáculo hacia la nueva persona, sino todo lo contrario. Nos volcamos. Fuimos receptivos, amables, cordiales y familiares. Lo que se fue rompiendo fue precisamente porque nunca nos respetaron. Aún así, mantuvimos una actitud cordial y respetuosa. Nunca hicimos ninguna intervención ni tomamos decisiones que alteraran la vida de mi padre.

placeholder Charo Palacios, con Elio Berhanyer en 1972. (EFE)
Charo Palacios, con Elio Berhanyer en 1972. (EFE)

Hay un punto de inflexión cuando muere tu hermana Blanca, heredera del título. Charo Palacios, la viuda de tu padre, y su hija, Alejandra de Rojas, se sientan en primera fila en la iglesia, algo que consideráis que no les correspondía.

Charo no tenía la cabeza ya para grandes reflexiones. Fue un gesto involuntario, pero no me pareció bien, por ejemplo, la indumentaria de Alejandra, demasiado informal para estar en el funeral de mi hermana. Posiblemente no fue con mala fe. Eso no lo tomé en consideración, pero sí que llamaran a la prensa. No había que resaltar nada. Era la muerte de mi hermana y, como había sido siempre muy discreta, discretos tenían que ser su funeral y su entierro.

El futuro del título

Un asunto familiar muy sorprendente fue cuando Rodrigo, tu sobrino, hijo de Blanca, renunció a sus derechos sucesorios del título y, por lo tanto, también a los de su hija.

Ahora es su hermano mediano el que ostenta el título, que es quien lo reclamó. El título no va a tener ninguna relevancia ni quienes lo lleven van a poder hacer cosas tan importantes como sus antepasados, porque estamos hablando de épocas distintas. Eso fue lo bonito de Rodrigo. Me dijo: “Tía Ana, vivo en Granada, con mi mujer y mi hija, tengo un trabajo. No voy a aportar ni histórica, ni social ni industrialmente...”. Le di toda la razón.

Fue un gesto noble, nunca mejor dicho...

Sí, porque es una persona estupenda. Le insistimos mucho para que lo reconsiderara. Hizo la renuncia muy valientemente, con modestia, nobleza... Hubo un momento en que cualquiera que mostrara ciertos requisitos y algunos protocolos podría haberlo reclamado. Eso me preocupaba. Si el título tiene algún sentido es la continuidad de la historia familiar. En la mía todos se llamaban De Rojas. De repente, el título es Zuazo de Rojas, pero cuando herede el título la hija de mi sobrino será Pérez Zuazo. El apellido desaparece y el entronque familiar. Ahora el seguimiento de un título nobiliario es agotador, porque te pierdes en una retahíla de apellidos que ya no tiene nada que ver con el señor que en 1540 ganó el título.

placeholder Rodrigo Zuazo con su madre, Blanca de Rojas Pardo-Manuel de Villena, hermana de Ana, ya fallecida. (Archivo familiar)
Rodrigo Zuazo con su madre, Blanca de Rojas Pardo-Manuel de Villena, hermana de Ana, ya fallecida. (Archivo familiar)

En tu opinión, tanto la nobleza como la monarquía han perdido gran parte de su sentido.

El gran error de la monarquía es democratizarse. Son instituciones que para mantener su sentido tienen que estar por encima del bien y del mal. Si se mantiene, tiene que ser algo excelso, fuera del alcance de los mortales. Aparte de que democráticamente tiene mucho mayor sentido que tú elijas al jefe de Estado de tu país. La nobleza tenía unos códigos que seguía, aunque, como es lógico, también había sinvergüenzas... Había que ser ejemplarizante, hacer cosas por tu patria, por tu rey en aquellos tiempos. ¿Dónde está todo eso? ¿Dónde está la Casa de Alba? Mira todas estas que salen en las revistas y las televisiones al lado de Belén Esteban, con todo el respeto para ella. Mira las celebrities... Ahora hay una droga mucho más fuerte que la cocaína, la heroína, la marihuana o las sintéticas: la fama. Si no tienes nada que decir, no intentes ser famosa por montar numeritos. Es mejor callarse y ser discreta. Han sucumbido a ella esa nobleza nueva que no tiene fundamento ni cultura ni intelecto.

Admiradora de don Juan de Borbón

En tu familia habéis tenido mucha relación con los Borbones, en especial con don Juan y el Rey emérito.

La visita más divertida con Juan Carlos I fue cuando Jesús González Green (periodista y corresponsal de guerra) compró un globo de segunda mano y lo trajo a España y no nos dejaban volar porque estaba prohibido desde la Guerra Civil. No nos daban una autorización que se requería. Así que pedimos una audiencia a Mondéjar (Nicolás Cotoner y Cotoner, que fue jefe de la Casa del Rey desde 1975 a 1990) en la Zarzuela. Lo llevamos a palacio y el rey Juan Carlos no se pudo subir al globo, pero lo pasó divinamente hablando con Jesús sobre el Canal de Suez, que era el conflicto que había en ese momento, de sus aventuras como reportero de guerra... Cuando nos marchábamos me preguntó para qué queríamos verle y le respondí: “No importa, Señor, ya está hecho”. En efecto, al día siguiente recibíamos de Aviación Civil el permiso para volar en globo.

¿Cómo era entonces el rey Juan Carlos?

Era una persona encantadora, muy peculiar, como todos los Borbones, pero quien me encantaba era don Juan, que era como el flautista de Hamelín. Nosotros íbamos a Palma y nos reuníamos en el Club Náutico y siempre veías a don Juan rodeado de gente de 18 o 19 años, todos los jóvenes querían estar con él. Tenía una conversación culta, encantadora, con mucho sentido del humor, soltaba unos tacos tremendos, como los Borbones. Era cercano, encantador y muy inteligente.

placeholder Ana de Rojas ya tiene en la librerías su nueva novela. (Foto: Leticia Díaz)
Ana de Rojas ya tiene en la librerías su nueva novela. (Foto: Leticia Díaz)

Sigue siendo el gran desconocido de la familia.

Y el gran denostado, que no hay derecho. Fue un hombre adelantado a su tiempo, muy moderno en su visión política, como José Antonio Primo de Rivera. No conocen al personaje, no saben cómo era.

Tus hijos tienen mucha relación con los hijos de la infanta Pilar.

Sí, porque Bruno (Gómez-Acebo) es muy amigo de mi hijo Eduardo. Cuando se iba de viaje doña Pilar, siempre repartía a los niños y a mí me tocaba Bruno. Le quiero muchísimo. Hace bastante que no lo veo, pero sé a través de mi hijo sobre su vida. Charo (Palacios) tenía mucha relación con doña Margarita.

Doña Pilar hizo público que padece cáncer de colon.

Sí, pobre. Lo siento mucho. En esta familia tienen una mala salud de hierro, porque al final salen de todas. Me da pena porque es durísimo enfrentarse a esta enfermedad, que es el asesino más traidor que hay.

Su vida familiar

Hablemos de ti... No has sido una madre al uso, pero lo estás 'subsanando' como abuela.

La relación entre nietos y abuelos es muy especial, porque ya has pasado la fase de la maternidad y con ellos eres mucho más objetiva. Comprendes más rápido a tus nietos que a tus hijos. Además, no tienes responsabilidad, lo que no significa que no les riñas si es necesario, pero es una relación de cariño, de amor... Con mis hijos no impuse nunca disciplina ni obligaciones. Por ejemplo, nunca se acuerdan de mi cumpleaños y cuando se acuerdan al día siguiente me mandan un wasap corriendo. Es verdad que creé poco ambiente familiar tradicional.

¿Y cómo es la relación con el padre de tus hijos?

Luis Lazcano era un padre estupendo y ahora con la vejez lo es aún mejor, jugaba mucho con sus hijos, tenía sus debilidades con sus niñas. Ahora es un abuelo bastante baboso, en el buen sentido. Nos divorciamos hace ya unos treinta años y estuvimos casados algo más de veinte años. Nuestra relación es buenísima y eso es lo mejor para los hijos.

¿Rehiciste tu vida con alguien?

Es muy difícil compartir tu vida cuando tu máxima ambición es vivir individualmente. Compartir es siempre renunciar y no tengo ninguna necesidad de hacerlo. Tengo amigos, hijos, nietos, perros, gatos... Comparto mi amor con todos.

Sincera e irónica

"No tengo un duro"... Así de contundente te mostrabas hace tres años.

La gente no se lo cree. Es tremendo porque vales lo que tienes. Yo sigo siendo Ana de Rojas, ahora con pensión no contributiva. Me dicen que no lo diga, que qué vergüenza... Soy pobre de solemnidad, pero muy feliz. Cuando he tenido dinero lo he disfrutado y cuando no lo tengo también. La gente no sabe adaptarse a lo que es su vida y la convierte en infeliz. ¿Has visto el coche que tengo? Si entro con él en la almendra de Madrid me detiene la guardia civil. ¡Qué más me da! Tengo el coche que puedo mantener. Vivo en una casa de alquiler en el pueblo de Morasverdes (en Salamanca). Pues no sabes la calidad de vida que tengo, con un jardín de frutales, con mis gatos, con mis nietos, mis amigos... La ciudad es para cuando tienes una profesión, un negocio o mucho dinero, pero hay gente que opta por vivir hacinada en barrios y pisos horribles, cuando tienes el campo y la naturaleza. Es absurdo.

¿Cómo es la relación con tus hermanos, los hijos que tu padre tuvo con Charo Palacios?

A Julio le quiero mucho, porque mi hijo y él nacieron con seis días de diferencia. Venía con nosotros de vacaciones en verano. Le entiendo muy bien y es una gran persona. Conmigo siempre ha sido muy cariñoso, pero he perdido el contacto, porque me han bloqueado la posibilidad de comunicarme con él. Sé que mi hijo Ignacio habló con él no hace mucho. A mí me gustaría tener contacto con él. De hecho, le he defendido en más de una ocasión y Jesús Mariñas es testigo de mi defensa. Con Alejandra no tengo relación. Se ha roto por mi lenguaraz reportaje...

Así concluye, aludiendo a una entrevista que concedió a 'Vanity Fair' en la que hizo públicas sus diferencias con los hijos del segundo matrimonio del conde de Montarco, que falleció en 2005 y cuyo legado pone en primer plano ahora Ana de Rojas en su libro que finalmente ha visto la luz, después de haber estado en proyecto con editoriales diferentes que la autora desestimó por diferencias creativas, lo que nos da también una pista de su carácter indomable que ha puesto sobre la mesa para sacar adelante la novela tal cual la deseaba.

Existe una máxima tácita que dice que lo que no está en los medios de comunicación no existe. Esta premisa podría aplicarse a la vida del último conde de Montarco, Eduardo de Rojas, a quien el público que no está familiarizado con la historia de su familia identifica exclusivamente con su segunda mujer, Charo Palacios, quien fuera musa de Elio Berhanyer, y sobre todo con la hija del matrimonio, Alejandra de Rojas, casada con Beltrán Cavero, sobrino de Esperanza Aguirre, y en su día novia de Luis Medina, que se encuentra en los últimos días de gestación y no acudió a la presentación del libro 'La carta perdida. En memoria de las condesas de Montarco'.

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