Así era Macumba, escenario de Julio Iglesias y Camilo Sesto y ahora prostíbulo confinado

A Ramoncín le tiraron un sofá desde el piso de arriba en pleno concierto, Raffaella Carrà provocó un llenazo histórico, Bigote Arrocet actuó recién llegado de Chile… Rincón de Soto es un tranquilo pueblo riojano de menos de 4.000 habitantes que en los 70 estaba en el mapa discotequero nacional. En 1976 se inauguraba el Macumba, una sala de conciertos y fiestas que iba a convertirse, en pocos años, en un referente del norte del país. Por allí pasaron desde Julio Iglesias a Rocío Jurado. Era la segunda discoteca más grande de España, pero cambiaron los tiempos, cambiaron los propietarios, la gestión, y finalmente llegó la decadencia absoluta.

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Estos días, el Macumba ha salido en los papeles como prostíbulo afectado por el coronavirus, donde 14 trabajadoras, desde una limpiadora hasta las prostitutas, han pasado la cuarentena después de detectarse casos de infectados en el local.

El Macumba fue un lugar de referencia, como decíamos. Situado en la carretera Nacional 232, se convirtió en el escenario en el que muchas estrellas del momento incluso debutaron. Desde Vanitatis hemos llamado al Ayuntamiento de Rincón de Soto pero el alcalde, abrumado por la demanda de información, ha preferido no hablar con la prensa. Son muchos los lugareños que recuerdan las míticas noches en el local, los conciertos, las masas, la fiesta loca hasta las tantas.

"El ambiente era supersano"

Sí que hemos hablado con uno de los pinchadiscos de la época, Jesús Marquina, que fue DJ en varias salas y también trabajó en un programa de música de Radio Nacional. “El ambiente era supersano, muy agradable, nada de broncas ni cosas por el estilo”, recuerda, “la gente era muy cariñosa y cuando venía un famoso se ponía hasta los topes”. En el tiempo que Marquina trabajó en Macumba actuaron allí Paloma San Basilio, Camilo Sesto y Raffaella Carrà. “Las colas eran impresionantes, había una explanada en la que la gente aparcaba y se llenaba toda”.

La Sala Macumba tenía capacidad para 4.000 personas, estaba dividida en dos pisos, con tres barras y una pista principal. Además, había dos salas más en las que sonaba música más tranquila, para bailar lentas. En un artículo histórico del diario 'La Rioja', recuerdan que fue un guipuzcoano, el promotor José Miguel Izaguirre, quien puso los 50 millones de pesetas que costó el proyecto. Una cantidad nada desdeñable para la época, así que contó con inversores como los hermanos Piñeiro, de Calahorra, y Domingo Zaratiegui, de Tafalla.

De hits a lentas

En la discoteca sonaban hits de la época, nada de música especializada, un rato hits, otro rato rock y otro rato pachanga. Y también había tiempo para las canciones lentas. “Cuando tocaban las lentas las barras hacían su agosto, porque el que ligaba bailaba, pero quien no ligaba, se iba a beber”, dice entre risas, “y entonces estaban las barras llenas”. Tres fines de semana al mes había conciertos, uno de ellos con una gran estrella invitada. Y por su escenario pasaron los grandes nombres de la música del momento. Solo con escribir sus referencias llenaríamos un artículo entero.

Fueron Julio Iglesias, Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, Bertín Osborne, Raffaella Carrà, La Década Prodigiosa, Camilo Sesto, Miguel Ríos, Los Chichos, María Jiménez, Objetivo Birmania, La Orquesta Mondragón, Los Ronaldos… Además, el sello Chapa, dedicado al heavy metal español, mandaba allí a sus grupos: Barón Rojo, Leño, Tequila, Cucaracha, Burning.

Humoristas y coches

El otro fin de semana, el que quedaba libre de conciertos, se destinaba a hacer sorteos y se invitaba a humoristas de la talla de los Hermanos Calatrava, Moncho Borrajo, Juanito Navarro y el citado Bigote Arrocet. El programa 'Un, dos, tres...' estaba todavía de moda y por allí pasó Kiko Legrand para entregar un premio. “Cada mes se sorteaba un coche”, recuerda Marquina, “y ese era otro de los momentos estelares de la sala, la recuerdo con mucho cariño y nostalgia”.

Ahora, el Macumba ha vuelto a salir en los medios. El coronavirus ha golpeado a las trabajadoras del lugar, casi todas prostitutas extranjeras sin casa que han tenido que pasar la cuarentena en el local, largas semanas en las que han compartido la comida y hasta el tabaco de las máquinas. Finalizado el confinamiento, quién sabe lo que pasará con este mítico local en el futuro. Quién sabe nada del futuro estos días.