El encierro de Vargas Llosa con las Preysler: gimnasia, escritura y charlas a distancia
En la mansión de puerta de Hierro no entra nadie y el círculo se reduce a la dueña de la casa, Tamara, Ana, Fernando Verdasco y el pequeño Miguel
El 28 de marzo pasado, Mario Vargas Llosa cumplía 84 años en pleno confinamiento por la pandemia del coronavirus.
La celebración fue íntima. En la mansión de puerta de Hierro no entra nadie y el círculo se reduce a la dueña de la casa, Tamara, Ana, Fernando Verdasco y el pequeño Miguel. Esta última pareja tiene su domicilio habitual en Doha pero, al cancelarse todos los torneos en el circuito mundial, el tenista y la pequeña de las Preysler volvieron a España.
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Esta es la unidad familiar que acompaña la cuarentena del Nobel, que no ha cambiado su rutina habitual, una inercia doméstica que empieza con una tabla de gimnasia, unas horas dedicado a escribir hasta el mediodía, tarde de lectura, otra vez ejercicio físico y cena. También mantiene conversaciones con sus tres hijos y los nietos a través de Facetime y WhatsApp.
Más menos este el horario de cuarentena al que ha incorporado otra modalidad relacionada con las nuevas tecnologías. El Nobel ha hecho del despacho que antes fue de Miguel Boyer, su reducto de trabajo presencial. Desde esa estancia se relaciona con sus seguidores y les hace participes de sus lecturas. El viernes fue el día elegido por el nobel para leer en voz alta “Supuestos”, un trabajo poético de Blanca Varela, quien falleció en Lima en marzo de 2009 y a quien se la considera una de las grandes poetisas de América Latina.
Mantuvieron una gran relación y a su muerte el escritor tuvo palabras de admiración hacia la amiga y colega. “Fuimos muy amigos. La conocí en la universidad. Era una mujer de una gran generosidad y muy discreta para hablar de su poesía”. Vargas Llosa explicaba que “no solo era modestia, era algo más profundo. Hubiera querido ser invisible cuando hablaba de su poesía y en cambio era muy generosa con la obra de los demás. Era uno de esos seres insólitos que se fue de este mundo sin tener un solo enemigo”.
Mario Vargas Llosa ha querido actualizar la obra de su amiga y rendirle su homenaje a través de la lectura pública de uno de sus poemas, “Supuestos”, uno de los preferidos del escritor. Dice así:
El deseo es un lugar que se abandona
la verdad desaparece con la luz
corre-ve-y-dile
es tan aguda la voz del deseo
que es imposible oírla
es tan callada la voz de la verdad
que es imposible oírla
Calor de fuego ido
seno de estuco
vientre de piedra
ojos de agua estancada
eso eres
me arrodillo y en tu nombre
cuento los dedos de mi mano derecha
que te escribe
me aferro a ti
me desgarra tu garfio carnicero
de arriba abajo me abre como a una res
y estos dedos recién contados
te atraviesan en el aire y te tocan
y suenas suenas suenas
gran badajo
en el sagrado vacío de mi cráneo.
El 28 de marzo pasado, Mario Vargas Llosa cumplía 84 años en pleno confinamiento por la pandemia del coronavirus.