La primera (y desconocida) gran historia de amor de Rocío Jurado
Se llamaba Enrique García Vernetta, vivía en Valencia y fue el primer novio de la Jurado. Vanitatis recrea su historia de amor con 'la más grande' y las escuetas palabras de este hombre en 2016
“Lo que en otros es cursi, en mí es natural”. Palabra de Rocío, Rocío Jurado. El 1 de junio de 2006, tras casi dos años luchando contra un cáncer de páncreas, 'la más grande' se despedía de este mundo y provocaba una de esas impresionantes catarsis colectivas en las que todo el mundo se apunta al duelo; una de esas despedidas mediáticas en las que un funeral es, sobre todo, un fenómeno sociológico. Aquel día de hace tres lustros, en España no se habló de otra cosa que no fuese Rocío Jurado. A estas alturas se ha escrito tanto de ella, de sus dos matrimonios con Pedro Carrasco y Ortega Cano, de sus hijos, de su música y de su vida, que es difícil contar algo nuevo.
Sin embargo, de todos los nombres que figuran en su currículum amoroso, hay uno extraoficial: el de Enrique García Vernetta. Tras ese nombre se esconde un valenciano que fue su primer gran amor y su primer representante, el pionero en eso de salvaguardar su carrera artística. García Vernetta falleció el pasado mes de febrero en una residencia de Calet (Valencia), y su familia prefirió no dar demasiado pábulo a su muerte.
Vanitatis logró hablar con él hace cinco años y ya entonces era bastante reacio a comentar nada de la Jurado. “Rocío no solo fue mi novia, fue mi mujer y estaba locamente enamorada de mí y yo de ella. Fue la mujer de mi vida”, aseguraba escuetamente al otro lado de la línea telefónica, sin querer añadir ni una sílaba de más. Este medio también se puso en contacto con parte de su familia y nos dijeron que “hacía años” que no tenían ningún tipo de relación con él.
Hace diez años, García Vernetta fue duramente criticado por sacar a la luz, a cambio de rédito económico, su historia con Rocío, y parece que esa fue una buena razón para no volver a abrir la boca. “Se dicen muchas tonterías sobre mí”, comentó a este medio, apuntando, de forma indirecta, a algunas declaraciones de Amador Mohedano, el hermano de 'la más grande'. En este proceso de desenmarañar la que fue la primera historia de amor de una de las voces privilegiadas de la música española, una compañera periodista nos aseguró que “Vernetta se apuntó al carro de aparecer en algunos programas de televisión cuando Rocío murió. Antes, ni había hablado ni prácticamente nadie lo vinculaba a la vida de ella”.
En el punto de partida
La historia entre ambos empieza en la Valencia de principios de los años 60, cuando una joven Rocío Jurado, ya por entonces esa chipionera llamada a triunfar debido a su desparpajo y a su impresionante voz de 'mezzosoprano', actuaba en la ciudad ante la mirada de un atractivo joven, uno de los hijos de los dueños de la famosísima perfumería Las Barcas de la capital del Turia. Así fue como surgió el amor en esa Rocío que empezaba a cosechar sus primeros éxitos gracias a canciones como 'Un clavel' y a películas como 'Los guerrilleros' (1963), que protagonizó junto a Manolo Escobar. García Vernetta se convirtió en su novio y en su mánager. “Ella estaba enamorada, pero él no quería casarse con ella”, rememoraba un histórico del periodismo rosa, Manuel Román, en 2016.
La fama de mujeriego del valenciano suponía una “auténtica tortura”, según nos contaba alguien cercano a la familia Mohedano Jurado, para la madre de la artista. Sin embargo, y a lo largo de casi tres lustros, ambos se las apañaron para seguir juntos en una España con olor a sacristía que condenaba moralmente cualquier relación fuera del sagrado matrimonio. “Los periodistas nos hacíamos los tontos ante esa situación. La ventaja que tenían para mantener una relación así fue que cuando se convirtió en su mánager viajaban mucho juntos pese a que él vivía en Valencia y ella en Madrid”, comentó a este medio Román. Hace ya varios años que García Vendetta quiso publicar un libro de memorias en el que habría desempolvado esta historia e incluso, como se ha publicado en algún medio, la de un bebé que ambos esperaban y que ella acabó perdiendo. Ninguna editorial apostó por publicarlo.
Se les rompió el amor
Lo que provocó el final de aquella relación fue un ultimátum. La madre de Rocío le urgió a casarse con él y cuando García Vernetta no quiso, Rocío le acabó dando 'puerta'. Sin embargo, antes de casarse con Pedro Carrasco, el boxeador que se convertiría en padre de su hija y en su primer marido 'oficial', se cruzó en la vida de Rocío Máximo Valverde. Nunca se supo si llegaron a intimar o no, pero cuando rodaron juntos 'Una chica casi decente' (1971), las cámaras registraron una química muy especial. Manuel Román recuerda cómo estuvo presente cuando se rodó una escena en la que ambos contraían matrimonio en la iglesia Sagrados Corazones de Madrid. El propio García Vernetta presenciaba la boda ficticia. “Hice un reportaje llamado 'Rocío Jurado se casa con Máximo Valverde delante de su novio'. Era un titular ingenuo comparado con muchos de los que se leen ahora”, recordaba Manuel Román.
Otra periodista evocaba “un intento de fuga” cuando Rocío ya estaba casada con Pedro Carrasco y era madre de la después famosa Rociito. “Aquello habría sido un escándalo, pero en los momentos más bajos de su primer matrimonio ella volvió a acudir a Vernetta, que había sido su gran amor a lo largo de catorce años. De hecho, él mismo ha contado en la tele que fue el único hombre al que quiso. Ni a Pedro Carrasco ni a Ortega. Según dijo, a él lo quiso mucho más”. Sea o no sea cierto aquel intento de fuga fuera del matrimonio, Rocío siguió casada con Pedro Carrasco hasta aquella época en la que, sobre el escenario, parecía estar dedicando las duras estrofas de 'Ese hombre' a su marido. La separación llegó en 1989 y años después un encuentro con José Ortega Cano en la consulta del dentista le cambiaría la vida: se casaría con él en febrero del 95 y juntos adoptarían a José Fernando y a Gloria Camila.
El resto es historia del cuore patrio: el anuncio público de su cáncer en septiembre de 2004, las peticiones religiosas ante la Virgen de Regla, el intento de cura en Houston y una agonía final en su domicilio madrileño que siguieron, casi al minuto, todos los medios de comunicación de este país. Incluso aquellos que criticaron esta forma de informar. “A las cinco de la mañana ha dejado de respirar”, salió anunciando su hermano Amador Mohedano en la puerta de su chalé de La Moraleja en la madrugada del 1 de junio de 2006. La mañana siguiente, todo el país se despertó con la noticia. A su funeral acudieron desde Pedro Almodóvar a Ruiz-Gallardón, desde las folclóricas plañideras a los políticos de raigambre. Todos quisieron mostrarle sus respetos y decirle adiós. Incluso Enrique García Vernetta, el primer hombre que la quiso, aunque no pusiese un pie en la capilla ardiente que se instaló en el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Un periódico de tirada nacional tituló su obituario con una de esas perlas que ella misma soltó a lo largo de su vida, “¡El arte! ¡Qué cosa tan abstracta!”, que exclamó un día, medio en broma, medio en serio, ante la obra de un artista. Tal vez sea la mejor forma de definir el propio arte de 'la más grande', su hiperbólica elocuencia, sus modos exagerados, su felina furia sobre el escenario, su voz sobrehumana. Quince años después de su desaparición, su familia, su hija y muchos amantes de su música los siguen echando de menos.
*Este artículo se publicó originalmente el 1 de junio de 2016, con motivo del aniversario de la muerte de Rocío Jurado, y ha sido recuperado y modificado cuando se cumplen quince años de su fallecimiento.
“Lo que en otros es cursi, en mí es natural”. Palabra de Rocío, Rocío Jurado. El 1 de junio de 2006, tras casi dos años luchando contra un cáncer de páncreas, 'la más grande' se despedía de este mundo y provocaba una de esas impresionantes catarsis colectivas en las que todo el mundo se apunta al duelo; una de esas despedidas mediáticas en las que un funeral es, sobre todo, un fenómeno sociológico. Aquel día de hace tres lustros, en España no se habló de otra cosa que no fuese Rocío Jurado. A estas alturas se ha escrito tanto de ella, de sus dos matrimonios con Pedro Carrasco y Ortega Cano, de sus hijos, de su música y de su vida, que es difícil contar algo nuevo.