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Frank Cuesta y el mono Amedio
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LA POLÉMICA DE CASILLAS

Frank Cuesta y el mono Amedio

El trastorno es delirante. La defensa de los animales está alcanzando la perfección del absurdo

Foto: Ilustración de Frank Cuesta. (Jate)
Ilustración de Frank Cuesta. (Jate)

Cuesta creer lo que está pasando. Cuesta esquivar tantas voces de ultratumba que liberan esos turbios algoritmos que gestionan nuestros móviles. Noticias recomendadas, portadas inevitables, mensajes entrometidos y conversaciones virtuales hacen eco de chorradas y aumentan la prevalencia de opiniones infundadas. Interactúan entre ellas como si el efecto dominó del retuiteo pudiera resultar imparable e infinito. Las mezclas de frustración, superficialidad y egocentrismo abocan a demasiadas vidas tristes a opinar de casi todo.

Si además, por trayectoria o apariencia, tu persona se volviese diana, prepárate. Porque los dardos, por miles y de todas partes, se clavarán sin clemencia y sin pudor ninguno en ese registro digital que es ya mucho más tú que tú mismo. Y permanecerán en una nube para siempre rezumando ese veneno que suelen llevar en la punta, mezcla de odio, envidia, desidia y escaso talento.

Foto: Cuesta en una foto de archivo. (Getty)

Hay casos todos los días. Hay hoy mismo ejemplos varios. Por esquizofrénico e irónico me quedo con el del mono al hombro del pobre “diana” Casillas. He visto la foto. La distinción es inmediata. Eso ha evitado que la polémica se adentrara en el peligrosísimo terreno de las comparaciones, lo cual agradezco, cansado como estoy de que el fútbol, algunos de sus seguidores al menos, den cabida cada poco tiempo a la confusión de homínidos sobre un terreno de juego. En este caso, los dos homínidos parecen estar cómodos aun estando uno sobre el otro. El aparentemente menos evolucionado aparece sobre el hombro del más alto, circunstancia antropocéntricamente perturbadora, pero que parece no molestar a ninguno de los dos protagonistas.

Con mirada serena ambos miran a la cámara en un gesto de complacencia originada seguramente por muy diferentes motivos. El que posa sin ropajes, a decir de la ubicación reseñada, parece encontrarse en un centro de tratamiento para animales no humanos cuyo contacto con alguno de nosotros pudiera haberle causado un fuerte estrés postraumático, circunstancia que le impediría desarrollar sus habilidades naturales para procurarse garantía de supervivencia en el competitivo mundo al que pertenecieran, lo que justificaría de sobra su presencia en esos pagos. El otro, más despeinado, gira visita a dicho centro con perspectiva de apoyo a tan solidario proyecto. Y también parece, por su media sonrisa, razonablemente satisfecho.

Acredito que fue Casillas el que publicó la foto. Ahí empezó la hecatombe. La tragedia de volver a demostrar la presencia de hordas de congéneres, nuestros me refiero, cuyos confusos cerebros les llevan a confundir la realidad de la vida con su propia vida de dibujos animados. Y ni cortos ni perezosos, o más bien por ser ambas cosas, comienzan el aquelarre animalista, supongo que interpretando la mirada del monito desde su propia perspectiva de Walt Disney. Imaginarán al mono protestando airadamente en el despacho del director del centro que, de forma cruel y abusiva, obvia tan legítimas peticiones simiescas. Cada uno se montará la película que quiera para justificar el insulto. De ahí a hacer a Casillas cooperador necesario del crimen de maltratar, o malcriar en este caso, animales indefensos, solo hay un enter o un tuit.

El trastorno es delirante. La defensa de los animales está alcanzando la perfección del absurdo. Jóvenes educados viendo hablar ratas y perros. Niños sin más contacto con la realidad de la naturaleza que unos pocos videos trucados de leones supuestamente entregados a la noble acción de salvar “tiernas” gacelas. La atribución a todas las especies de la docilidad de tanto perro doméstico, fruto por cierto de manipulación genética, solo nos podían llevar a este callejón sin salida de no discernir con un mínimo criterio qué es animal y qué persona y qué hace cada cual en este mundo. Ese sentirse mejor protegiendo las gallinas no nos va a traer nada bueno. Ayudar a un animal tiene la enorme ventaja de no tener que escuchar sus posibles críticas o quejas. Es precisamente tu propio criterio el que evalúa la bondad de la acción que estés haciendo. Eso no ocurre cuando ayudas a otros humanos, y muchos no quieren correr el riesgo de escuchar que no son tan buenos como ellos se quieren estar imaginando.

placeholder Iker Casillas. (EFE)
Iker Casillas. (EFE)

Ahora la mejor defensa animal es el ataque. El ataque a las personas que conservan una relación natural con el entorno. No sé cual fuera el click que desagregó el concepto de que tener compasión con los animales es incompatible con tener respeto por las personas. Haciendo historia diremos que las primeras leyes animalistas en serio las impuso un gobierno Nazi. Para no hacer demagogia no abundaré en el intento de relacionar la barbarie de ser insensible al sufrimiento humano con el amor a los perros. Pero cuesta entender algunos de sus conceptos.

Hasta un líder animalista, con los pies con zuecos y en el suelo, ha salida en defensa del seguramente arrepentido portador del mono. La escena de un nuevo Marco reencontrándose con Amedio –ininteligible referencia si no tienes más de cuarenta años- captó la atención de este Frank autodenominado “De la Jungla”. La virulencia de las críticas al portero que, en lugar de los Apeninos a los Andes parece haber viajado de la sierra de Madrid a la Sierra Madre Occidental de México, han hecho a Frank señalar la inocencia de la foto. No creo que ni el destacado criterio de alguien que sí conoce de cerca las leyes de la naturaleza y trata de divulgarlas enfocándolas al respeto y al cuidado animal real, doblegue el tozudo relato de los extremistas.

Todos aquellos que primero entendemos lo que es un animal y luego tratamos de defenderlo, deberíamos hacer un esfuerzo por reconducir ciertos criterios. La deriva en las nuevas generaciones me resulta peligrosa. Obviar la crueldad intrínseca que tiene la supervivencia es tan alarmante como equiparar sufrimientos. Dar mayor protección por considerarlo más débil a un gato que a un hombre puede reordenar sobre criterios fascistas nuestras futuras relaciones.

Acciones y actitudes como la de Frank me resultan imprescindibles para que no se pierda el norte. Los que aprendimos a amar, y por lo tanto a cuidar, con la mirada y la voz de D. Félix Rodríguez de la Fuente tenemos la responsabilidad de salir de la comodidad de ese mundo inventado, inocuo e indoloro, y arrastrar de él a las futuras generaciones antes de que se pueda llegar a la metafórica distopía del Planeta de los simios. Un mundo donde los humanos en jaulas, desatendidos o maltratados, serían más soportables que una vaca estabulada.

Vuelvo a mirar la escena y de nuevo me pregunto en qué estaba pensando Casillas cuando publicó la foto. Pero lo que de verdad me tiene intrigado es qué diablos será en realidad lo que está pensando el mono.

Cuesta creer lo que está pasando. Cuesta esquivar tantas voces de ultratumba que liberan esos turbios algoritmos que gestionan nuestros móviles. Noticias recomendadas, portadas inevitables, mensajes entrometidos y conversaciones virtuales hacen eco de chorradas y aumentan la prevalencia de opiniones infundadas. Interactúan entre ellas como si el efecto dominó del retuiteo pudiera resultar imparable e infinito. Las mezclas de frustración, superficialidad y egocentrismo abocan a demasiadas vidas tristes a opinar de casi todo.

Iker Casillas Frank Cuesta
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