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Chollo Simeone, pardillo a pardillo
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OPINIÓN

Chollo Simeone, pardillo a pardillo

estoy seguro, después de entender los pormenores del cholismo, de que la semana siguiente arranco aún con más fuerza. Y no solo voy a perder los diez kilos que me sobran

Foto: Cholo Simeone. (Ilustración: Jate)
Cholo Simeone. (Ilustración: Jate)

Otro tío con pelotas. De fútbol en este caso. Sin recuperarme de las exigentes cinco horas de sofá a las que me sometió Nadal hace unos días y que me han obligado a volver al fisio, me tropiezo al final de mi semana -durante el inicio de mi maratón semanal de zapping- con la vida de un tal Nirmal Punja, un nepalí que se sube los catorce ochomiles en menos de siete meses.

El primero que lo consiguió tardó catorce años, el récord anterior eran siete y este extraterrestre se sube tres en cuarenta y ocho horas a mitad del documental como quien corona el lago de El Retiro. Casi me da un infarto. Al borde del agotamiento físico por observación, en un descuido imperdonable de viernes noche domiciliario, me engancho sin darme cuenta a la agotadora biografía de El Cholo Simeone.

Foto: Carla Pereyra y Simeone, en Marbella. (Gloss Press)

Son las cuatro de la mañana. No sé cuánto llevo durmiendo. Por el número de latas de cerveza que observo desde mi horizontalidad, perfectamente paralela a la de la tele, llego a la conclusión empírica de que no más de cuarenta y cinco minutos. Los cálculos son los siguientes. Dando por buena las nueve como hora en el que el animal de Nirmal Punja empezaba a subir el Annapurna, primer ocho mil de su imposible reto, y considerando una velocidad media de tres cervezas y media a la hora -hecho el recuento de latas- debí realizar mi última expedición a la nevera alrededor de las tres de la mañana. En solitario y sin oxígeno. Más o menos a mitad del penúltimo capítulo de la serie de El Cholo, concluyo con matemática satisfacción y nulo reconocimiento en la soledad de mi salón.

placeholder Diego Simeone, en la Ciudad Deportiva Wanda en Majadahonda. (EFE/atleticodemadrid.com)
Diego Simeone, en la Ciudad Deportiva Wanda en Majadahonda. (EFE/atleticodemadrid.com)

Ni que decir tiene que semejante reto deportivo me ha dejado al borde de la retirada, con las lumbares rechinando, las dos rodillas hinchadas, una mano con hormigueo y el cuello buscando su sitio de nuevo entre mis dos hombros. Para que luego digan que el deporte es bueno. A un cuerpo de medio siglo el deporte le pasa factura. Hay que controlar los excesos a partir de los cincuenta. Y las plataformas no ayudan. A las plataformas se les está yendo un poco de las manos los reportajes y retransmisiones deportivas, y las biografías de superhombres, casi todos también del ámbito deportivo y que me resulta imposible obviar.

Tengo agujetas debido a la acumulación de frases motivadoras. Rotura leve de fibras de ver la intensidad de El Cholo. Esguince grado tres de ver a Nadal como un hámster esquizofrénico tratando de salir de la jaula imaginaria que le han pintado con rayas blancas en suelo australiano durante prácticamente un día entero. Tengo sospechas, vista la desorientación al despertarme, de incipiente edema cerebral de altura después de pasarme las casi dos horas que dura la película de Nirmal a más de ocho mil metros de altitud y solo con los breves descansos que me brindaban la vuelta al campamento base patrocinado, en mi caso generosamente, por Mahou.

placeholder Diego Pablo Simeone. (EFE/Foto: Rodrigo Jiménez)
Diego Pablo Simeone. (EFE/Foto: Rodrigo Jiménez)

Pero también tengo un subidón de la oblea santificada. Mañana, cuando me levante, voy a sacar de adentro todo ese caudal de voluntad y motivación que, después de ver a estos tíos, seguro que yo también tengo. Desde la humildad de Nadal, con el coraje de Nirmal y la disciplina y la obsesión de Simeone comienzo una nueva vida. Primero voy a entrenar prácticamente todo el sábado. Si, como recomiendan, decido descansar ocho horas para no incurrir en riesgo de lesiones no deseadas y me levanto a las doce, y retraso hasta las dos el aperitivo de los Jiménez, mal ha de ser que no saque al menos una hora para… renovar mi material deportivo. No creo que en mi armario haya pantalón o camiseta dimensionada a mi actual cuerpo. La tarde del sábado la doy por perdida porque no puedo dejar a mis colegas colgados y sin jugar al mus. Además, si estiramos el concepto, el mus es un buen deporte para reiniciar la actividad. La hidratación está garantizada y el riesgo de lesión, no monetaria, es muy limitado.

Después de haber visto que todo es posible, creo que sería bueno no realizar un desenganche abrupto del consumo televisivo. Máxime si tenemos en cuenta que comienzan los juegos olímpicos de invierno en Pekín y el domingo hay un Barcelona-Atlético de Madrid. No puedo llegar sobrecargado a semejante evento que año tras año exige lo mejor de mí, y de Ángel, que suele ser en su casa donde lo vemos si cae en domingo.

placeholder Simeone, en 'El hormiguero'. (Antena 3)
Simeone, en 'El hormiguero'. (Antena 3)

El lunes quizá se me complique un poco lo del deporte porque cuando termine el trabajo, sí o sí, tengo que ir al funeral de la madre de Rocío. Martes lo de mi madre. Miércoles la cena tertulia. Jueves hay que dar una vuelta y nunca me gusta empezar algo importante si es viernes. Pero estoy seguro, después de entender los pormenores del cholismo, de que la semana siguiente arranco aún con más fuerza. Y no solo voy a perder los diez kilos que me sobran. Si, finalmente me inclino por correr, llego sin problemas a la maratón de Madrid a mediados de abril para hacerla en menos de cuatro horas.

Solo tengo que acudir a la pasión y la determinación que sabrá Dios dónde la tengo, pero que con las indicaciones de Simeone, no tendré problema en descubrir. Me obsesionaré con el running, me reordenaré la agenda, desaparecerá el cansancio, las malas rutinas y la pereza. Lo sé porque lo he visto y todos los de la tele me dicen cómo lo puedo conseguir. A partir de ahí vendrá el resto. Familia perfecta, dinero, casoplón y famoseo. Ya me estoy viendo en un chándal de diseño en medio de la alfombra roja o de esmoquin brillantoso recogiendo varios premios. Es imposible no lograrlo. Voy a convencer a mis amigos. Es nuestro nuevo futuro. Es un verdadero chollo. Lo único que tengo que hacer es creérmelo y hacérselo creer. Voy a empezar ya mismo y no voy a desfallecer. Solo me queda aplicar lo de “pardillo a pardillo” para ir convenciéndoles de uno en uno. ¿Qué es lo que puede fallar?

Otro tío con pelotas. De fútbol en este caso. Sin recuperarme de las exigentes cinco horas de sofá a las que me sometió Nadal hace unos días y que me han obligado a volver al fisio, me tropiezo al final de mi semana -durante el inicio de mi maratón semanal de zapping- con la vida de un tal Nirmal Punja, un nepalí que se sube los catorce ochomiles en menos de siete meses.

Diego Simeone
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