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Dentro de la fiesta de Vanitatis: un photocall, un piano y una diosa de Murcia
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OPINIÓN

Dentro de la fiesta de Vanitatis: un photocall, un piano y una diosa de Murcia

Luis Zahera es la demostración de que entre los votantes de izquierda también hay pelazo y otras reflexiones que surgen cuando asistes a un desfile de celebrities

Foto: Maxi Iglesias y Ruth Lorenzo, durante el cóctel. (Mario García)
Maxi Iglesias y Ruth Lorenzo, durante el cóctel. (Mario García)

En un photocall pasan cosas maravillosas. Basta ponerse en una esquina, cuaderno en mano, y observar lo que pasa antes y después de posar. En ese rato efímero pero intenso se puede detectar cómo es una persona. Sus miedos, su oratoria si atiende a los micrófonos de los compañeros, si ha venido con la cara de foto ensayada desde casa. Si el vestido es prestado y aprieta o hace pliegues. Si la pajarita está en su sitio porque no es la primera vez que te la pones.

Los más prudentes advertirán antes de responder de qué temas les van a preguntar, como el futbolista Álvaro Morata. Aúpa Atleti. Otros directamente se lanzarán porque la naturaleza les ha hecho guapos y talentosos, y ahí una no tiene otra cosa que hacer que rendirse, como el actor Félix Gómez y esa diosa hecha cantante llamada Ruth Lorenzo, que fue una de las premiadas de la noche. Otras posarán sin bragas y algunas se acercarán muertas de risa, se abrirán la raja de la falda y te enseñarán la faja para mostrarte el acorazado que llevan dentro.

placeholder Álvaro Morata y Alice Campello. (Mario García)
Álvaro Morata y Alice Campello. (Mario García)

En un photocall pasa la vida en general. Y por el de anoche pasaron algunos de los invitados a la fiesta por el 15º aniversario de Vanitatis, celebrado en la impresionante Casa de Velázquez de Madrid. Delante de los fotógrafos también estuvo el cantante Pablo López, que llegó acompañado de un puñado de personas entre las que destacaba uno muy parecido a él. Debe ser su doble en las escenas de riesgo. Llegó Maxi Iglesias, otro de los premiados, con traje de Armani que en mi cuerpo sería un pijama pero no así en el suyo.

Por ahí posaron también Tamara Gorro, la modelo Marta López Álamo, la actriz Cristina Castaño, Marta Lozano, Fabiola Martínez, Esther Doña, Alexandra Pereira, un esquivo pero amable Juan Betancourt. Un Luis Zahera con traje gris ceniza, la demostración viviente de que entre los votantes de izquierda también hay pelazo. “Soy un hombre muy de grises”, bromeaba delante del micrófono de TVE. Personas bellísimas todas, bien acompañadas, sabedoras de que, como para la que escribe, al final todo es trabajo. Y llegó de las últimas Cristina Pedroche, maravilla pura, la cuota de barrio que todo sarao debería estar obligado a cumplir, embarazada de ocho meses, con la barriga al aire, haciéndose un Rihanna.

placeholder Juan Betancourt y Marta Lozano, con sus respectivos premios. (Mario García)
Juan Betancourt y Marta Lozano, con sus respectivos premios. (Mario García)

En este apartado incluiremos a un montón de personas muy importantes en lo suyo, pero cuyo nombre esta periodista desconoce. Influencers jovencísimas, todas tan delgadas y tan altas que a veces parecen la misma persona. Acompañadas algunas por fotógrafo propio, asistentes que ya son amigas, o quizá la cosa fue al revés. Llevan viéndose las caras en fiestas desde hace meses, así que se nota cuando hay recelos, el abrazo es sincero o hacen como que sí pero no. Vamos, como hacemos el resto. Son personas que generan empleo y riqueza, así que no me verán aquí con la superioridad moral de la cuarentona que envidia la percha y los regalos encadenados de esos cuya profesión “consiste en no hacer nada”. En esta ventanilla no es, será mejor que nos rindamos a la evidencia. Qué guapa es, por cierto, Violeta Mangriñán.

También posaron personas con pinta de que manejan presupuestos en sus empresas que no verán estos ojos jamás, muchos compañeros del periódico, celebrando los 15 años del suplemento digital que dirige Nacho Gay, que hizo un discurso en el que mezcló nervios y agradecimiento y citó a Tamara Falcó para hablar de la providencia. Pura emoción en él, que recordó cómo llegó hace 17 años a El Confidencial para trabajar como becario y que hablaba apoyado en el atril, impecable, como dueño del cortijo, de meritocracia.

placeholder Luis Zahera y Cristina Castaño, durante la fiesta. (Mario García)
Luis Zahera y Cristina Castaño, durante la fiesta. (Mario García)

La entrega de premios fue la constatación de que hay gente en este país que hace muchas cosas y muy bien. El discurso del artista digital Bnomio, que dedicó su galardón a su hijo Astro. Zahera (al que esta humilde plumilla lleva entregada desde que hizo de Pertur en ‘Sin tetas no hay paraíso”), que reconoció la paradoja de recibir el reconocimiento de un digital cuando él es analógico perdido. Maxi Iglesias pidiéndonos a todos que veamos la tercera temporada de la serie ‘Valeria’ y que no nos demos de baja en Netflix para que haya una cuarta. Marta Lozano, con la voz quebrada. Alice Campello, que no paró de hacer manitas con su marido Álvaro Morata, recordando al equipo de 25 mujeres que trabajan en su marca de cosmética. Juan Betancourt, con guiño a su abuela y mención a esa familia humilde en la que nació y creció en Cuba. Pedroche, relleno de sándwich entre su madre y su futura hija. Echó la culpa a las hormonas de sus ojos vidriosos.

placeholder Pablo López, actuando. (Mario García)
Pablo López, actuando. (Mario García)

Y Ruth Lorenzo y Pablo López, que nos regalaron los momentazos musicales de la noche. López con ‘El patio’, que canté como cuando la escucho en mi coche. Lorenzo, murciana que vivió en Utah – “es como Murcia pero allá”-, inmigrante ilegal que trabajó tres años en el almacén de una hamburguesería, que nos representó en Eurovisión, que cantó un tema suyo y luego se marcó un trocito de 'The Best' para homenajear a Tina Turner. El único vestido de la noche que habría cabido en este cuerpo que Dios y las patatas fritas me han dado.

Por otros 15 años más, Vanitatis. Ahí estaré, con el cuaderno en mano, ahora que ya sé lo que se cuece en un photocall.

En un photocall pasan cosas maravillosas. Basta ponerse en una esquina, cuaderno en mano, y observar lo que pasa antes y después de posar. En ese rato efímero pero intenso se puede detectar cómo es una persona. Sus miedos, su oratoria si atiende a los micrófonos de los compañeros, si ha venido con la cara de foto ensayada desde casa. Si el vestido es prestado y aprieta o hace pliegues. Si la pajarita está en su sitio porque no es la primera vez que te la pones.

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