Sabemos quién es la mediadora insospechada para el reencuentro entre Cayetano y Eugenia Martínez de Irujo
Después de varios encuentros y desencuentros, ha sido su sobrina e hija, Tana Rivera, la que ha conseguido que ambos acerquen posturas
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Cayetano Martínez de Irujo siempre fue el hermano mayor y protector de Eugenia. La pequeña de la Casa Alba era la niña mimada y consentida al ser la última en llegar a la familia donde todos eran varones. La diferencia de edad entre los tres mayores —Carlos, Alfonso y Jacobo— también marcó esa relación entre los hijos pequeños Fernando y Cayetano. Eugenia fue cumpliendo años y esa hermandad con el duque de Arjona se fue afianzando. Como expresa muy gráficamente esta frase: eran uña y carne. Compartían salidas nocturnas, fiestas, celebraciones y fue su padrino en la boda con Francisco Rivera. Su primer desencuentro público fue por apoyar al torero cuando llegó el divorcio. Y ha sido precisamente Tana, la sobrina, la que ha hecho posible que los hermanos retomaran ese cariño que durante un tiempo estuvo aparcado.
Así lo reconoció Cayetano Martínez de Irujo hace unos días coincidiendo con la entrevista que concedió a Vanitatis en la que se enteraba por nosotros del cierre de la empresa gourmet que creo en vida de su madre. “A Eugenia la alejaron de mí con unas historias que no eran ciertas. La engañaron. Creo que para fastidiarme. Menos mal que la hija (Tana) ha tenido mucho que ver en esta vuelta. Y, como Eugenia es inteligente, se ha dado cuenta de que hay otras versiones y se ha reconducido nuestra relación”.
El hijo preferido de la duquesa no tiene relación con los mayores que, según sus palabras en su libro de memorias 'De Cayetana a Cayetano', no aceptaron “que mi madre quisiera que yo continuara con su legado. La envidia y los celos son muy malos”. Sí mantiene cierta conexión con el primogénito Carlos, titular de la Casa Alba. Se reencontraron públicamente el pasado 20 de noviembre en la misa recordatorio por la madre en la iglesia del Cristo de los Gitanos en Sevilla. Era la primera vez acudía a la liturgia religiosa que todos los años organiza su hermano.
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En esas fechas, Eugenia mantenía el distanciamiento y explicaba sus razones para no participar en dicha celebración. "Fui al funeral de mi madre el año que murió, no me hace falta ir a misa para recordarla. Tengo a mi madre siempre en mi corazón, a mí las misas ni me van ni me vienen". Con esas declaraciones públicas quedaba claro que cada hermano tenía su agenda afectiva y que la conexión era nula.
Antes de esta interrupción fraternal ya hubo otras rupturas y reconciliaciones sonadas. Una de las últimas tuvo que ver con un asunto que afectaba a un crédito solicitado por el duque de Arjona para realizar un embalse en su finca sevillana. Los hermanos —Eugenia y Alfonso— con los que compartía sociedad quisieron asegurar que esos préstamos no les afectarían si por cualquier motivo no se cumplían los pagos. Una reacción lógica que los volvió a enfrentar. Cayetano solucionó el tema, pero el distanciamiento se mantuvo. El tiempo que lo cura todo también sirvió para que los hermanos volvieran al punto de partida con la intervención de Tana Rivera Martínez de Irujo que ha demostrado ser una buena mediadora.
Cayetano Martínez de Irujo siempre fue el hermano mayor y protector de Eugenia. La pequeña de la Casa Alba era la niña mimada y consentida al ser la última en llegar a la familia donde todos eran varones. La diferencia de edad entre los tres mayores —Carlos, Alfonso y Jacobo— también marcó esa relación entre los hijos pequeños Fernando y Cayetano. Eugenia fue cumpliendo años y esa hermandad con el duque de Arjona se fue afianzando. Como expresa muy gráficamente esta frase: eran uña y carne. Compartían salidas nocturnas, fiestas, celebraciones y fue su padrino en la boda con Francisco Rivera. Su primer desencuentro público fue por apoyar al torero cuando llegó el divorcio. Y ha sido precisamente Tana, la sobrina, la que ha hecho posible que los hermanos retomaran ese cariño que durante un tiempo estuvo aparcado.