Rocío Jurado y Ortega Cano, una boda de copla, veinte años después
Carruajes, flores, caballos, mujeres con largos vestidos y sevillanas sonando por doquier. Parece una canción española, pero se trata de una boda que paralizó el país
Carruajes, flores, caballos, mujeres con largos vestidos y sevillanas sonando por doquier. Así descrito parecería que estuviésemos ante una una canción folclórica, la fantasía españolista de cualquier película de posguerra. Sin embargo, eran esos los mismos elementos que, a mediados de los 90, configuraban la boda de Rocío Jurado y Ortega Cano, de la que este próximo 19 de febrero se cumplen veinte años. Dos décadas en las que las cosas han cambiado mucho para la familia que vivió aquel día, sobre todo desde que la Jurado pasase a mejor vida el 1 de junio de 2006. Hoy por hoy, el torero se encuentra en la cárcel cumpliendo condena por la muerte de Carlos Parra, su hijo José Fernando ha pasado por varios reformatorios, Rosa Benito se ha convertido en carne televisiva de alto voltaje y Gloria Camila trata de mantener la cordura entre tanto desaguisado. Aquel día se antoja ahora, como recuerda un amigo de Ortega, como “la calma que precede a la tormenta que vino después”.
Massiel, Finito de Córdoba, Federico Trillo, Eugenia Martínez de Irujo, Carmina Ordóñez o Joan Manuel Serrat eran algunos de los ilustres y variopintos invitados. Todos ellos llegaban en coches ante las inquietas miradas de los vecinos, que sacaban sus sillas a la calle, al más puro estilo andaluz, con el fin de curiosear quién iba y quién venía. En total, 2.500 personas llenaban las carpas en las que se bebía vino, se comía jamón y los periodistas eran invitados libres para hacer las fotografías que ellos quisieran. Lo que se dice un coto de caza abierto para todo el mundo. “Se permitió la entrada de muchos periodistas y fotógrafos. Hizo un día espléndido y permanecieron hasta la hora de la comida.Ahí sí que hubo un poco de control porque se quería preservar la intimidad de los comensales”,aseguraba a este portal otro de los amigos de la pareja.
Los comensales lo tenían fácil para sentirse como en casa y sacar esa Massiel (que sacó su famoso mantón) que llevaban dentro. Una amiga de la chipionera recuerda lo mucho que le preocupaba a la cantante de Como una ola que sus invitados estuviesen a gusto. “Se pasó mucho tiempo intentando ver en qué hotel cercano podían alojarse, porque la boda no se iba a quedar simplemente en la iglesia de las Cuatro Vírgenes, donde se casaron dentro de la finca Yerbabuena. Luego siguió y siguió… De hecho, el enlace duró desde las 10 de la mañana de ese día hasta las 4 de la mañana del siguiente”, confiesa, recordando que se habilitaron dos o tres plantas del Hotel Meliá Libreros para alojar a los muchos invitados.
Después, el “calor humano” fue el que hizo posible que la boda se alargase sin fin, con la pareja “visitando continuamente, una y otra vez, las mesas del banquete para no descuidar a sus invitados”. Canciones, bailes, guitarras y algarabía para ver casarse a una pareja que se había conocido en la consulta de un dentista, un lugar, a priori, “poco romántico”, tal y como recuerdan los amigos.
“Todo ha cambiado”
Muy diferentes son las cosas dos décadas más tarde. Aquel espacio donde se casaron el torero y la cantante ya ni siquiera existe como tal, ya que fue vendido en agosto de 2013 por 5.400.000 euros. Aquella venta apresurada y utilitaria era otro eslabón más en la serie de desgracias que han jalonado a la familia Jurado desde la muerte de ella. La de Ortega Cano en prisión es, con casi toda seguridad, la más dolorosa de todas ellas. Uno de sus amigos mantenía hace un año, para este medio, que el torero se ha visto sometido a un “acoso mediático. Todo lo que tiene se lo ha ganado trabajando. No es más que un señor que ha tenido un accidente como lo puede tener cualquiera”, aseguraba.
Aquel accidente ha acabado fragmentando a la familia. Rocío Carrasco apenas tiene relación con José Fernando y Gloria Camila y el primero de ellos ha vivido un auténtico rosario de juicios, reformatorios y problemas con las drogas. Además, Amador Mohedano, antaño fiel escudero de su hermana, se ha convertido en un personaje televisivo colateral al de Rosa Benito, auténtica reina de Sálvame que pone precio a muchas de sus desgracias. “Está claro que todo ha cambiado”, dice una amiga de la familia.
Lo que no cambia es el hecho de que aquella fue una de las bodas de los 90, cuando las coplas eran ya viejas y la canción española había abrazado la comedia y dejaba atrás el drama. Sin embargo, causó furor en una España que aún sigue apasionándose con los ‘romances de valentía’ entre folclóricas y toreros.
Carruajes, flores, caballos, mujeres con largos vestidos y sevillanas sonando por doquier. Así descrito parecería que estuviésemos ante una una canción folclórica, la fantasía españolista de cualquier película de posguerra. Sin embargo, eran esos los mismos elementos que, a mediados de los 90, configuraban la boda de Rocío Jurado y Ortega Cano, de la que este próximo 19 de febrero se cumplen veinte años. Dos décadas en las que las cosas han cambiado mucho para la familia que vivió aquel día, sobre todo desde que la Jurado pasase a mejor vida el 1 de junio de 2006. Hoy por hoy, el torero se encuentra en la cárcel cumpliendo condena por la muerte de Carlos Parra, su hijo José Fernando ha pasado por varios reformatorios, Rosa Benito se ha convertido en carne televisiva de alto voltaje y Gloria Camila trata de mantener la cordura entre tanto desaguisado. Aquel día se antoja ahora, como recuerda un amigo de Ortega, como “la calma que precede a la tormenta que vino después”.
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