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Así se divierten los (muy) ricos en Marbella
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Naô Pool club es copropiedad de Olivia Valere

Así se divierten los (muy) ricos en Marbella

Nos colamos en un club VIP instalado en la antigua casa del médico del Sha de Persia. Allí: lujo, derroche y la vocalista Nayala, telonera de Lady Gaga, amenizando una tarde cualquiera

Son las 12 de la mañana de un domingo cualquiera de verano. Estamos en el Naô Pool Club, un club de playa sin playa, pero con una inmensa piscina cristalina, rodeado de palmeras y con vistas a la montaña malagueña de La Concha. "Lo de la playa o vas en yate o es vulgar", dice una danesa con un kaftan azul que deja parte de su pecho al aire. Es su segundo veraneo en Marbella. Y ha venido con unos ingleses que conoció en su primer año. Respiren.

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Un ejército de camareros guapos, políglotas y tatuados llevan a la zona VIP de camas balinesas varias botellas de champagne (es decir, francés) y una pistola dorada de juguete XXL donde los comensales, también tatuados, guapos y políglotas, ellos y ellas, se dedican a insertar las mencionadas botellas de champagne y a disparar a los asistentes como si hubieran encarado su primer podium en una final de Fórmula 1. Todos ríen. Uno se cae a la piscina. A la chica de la Polaroid se le sale un pecho operado. Mientras otra mira de reojo, cóctel en mano, con un Chanel cruzado. Esa cama balinesa no tiene seguridad privada, pero la de al lado sí. Por aquí han pasado la familia Swarovsky, Fernando Llorente, Robert Pirès, Casquero, Fonsi Nieto, Jaime Ostos... Pero los nombres de ellos, de los verdaderamente ricos que aquí lucen al sol, no lo sabremos nunca. Anda por aquí un jeque árabe con su prometida. Silencio. Es parte del encanto del lugar.

De la vocalista Nayala al médico del sah

Aquí se respira el lujo y no lo han traído en autobuses para hacer la foto. Basta echar un vistazo al parking para contar más de 15 matrículas de coches de alta gama árabes. Todo sumado a las extravagancias de llevar una limusina rosa o la de dejar el Ferrari descapotable matrícula inglesa con varios iPads tirados por los asientos. El local no está en este lugar por casualidad, está a escasos metros de la calle Alcalá de Marbella. Quizás la recuerden porque a principios de agosto el portal inmobiliario Idealista publicó que en esta selecta localización se encontraba el alquiler más caro de España. La friolera de 38.950 euros mensuales de media.

Este club de lujo se encuentra ubicado en la que fuera casa del médico del sha de Persia: Reza Phalavi. Aquí vuelven por un segundo (aunque el frenético DJ les ancle en el siglo XXI) a la Marbella de los años 60 de Alfonso de Hohenlohe. En esta impresionante finca, que llevaba más de 15 años abandonada (y vigilada), está este selecto y novísimo club rodeado de palmeras y todavía con parte del terreno virgen. Lo de los vecinos es otra historia.

El DJ ameniza el baile de las dos 'showgirls' con aspecto aniñado con uniformes de vigilantes de la playa que se retuercen en una gran copa de cristal dentro de la propia piscina. Todo se interrumpe cuando la cantante Nayala Brown toma los mandos del micrófono y sacude a los más 'voyeurs' de sus asientos. "Que tiemble Ibiza con sitios como este", dice esta tinerfeña de curvas de infarto y voz negra, habituada a pasar los veranos trabajando en la isla y que este año también ha actuado en la gala Starlite.

Hombres y mujeres musculados graban el espectáculo en sus móviles. "Me encanta este ambiente, muy cosmopolita y cuidado. Veo también que hay muchos árabes y para mí son clientes buenísimos. Trabajo mucho en fiestas privadas y viajo mucho a Dubai y a Abu Dabi. ¿Una excentricidad? El hijo de un jeque celebró su 30 cumpleaños en la azotea de un edificio y yo era el regalo, mi música. Es un público que entiende muy bien lo que hago, es un placer trabajar para ellos", explica esta reina del dance europeo que encara y jalea en perfecto inglés a los bañistas. El público en el bolsillo en veinte minutos. Que por algo ha sido telonera de Lady Gaga y la única española que se va a cantar a Rock In Río Brasil. El auditorio se rinde a los pies del vozarrón soul con registros jazz de esta mujer. Y es que entrar en el Naô siempre implica que haya actuaciones sorpresa como la de Nalaya. O del violista electrónico Robert Mendoza, otro pope del dance, que solo en Facebook sobrepasa los 200.000 seguidores y sus vídeos en YouTube alcanzan los nueve millones de visitas.

6.000 euros: el pack ahorro en champagne

Y sí, señores, estamos en uno de los oasis que esta cosmopolita ciudad reserva para los ricos. Para entrar aquí hay que haber reservado al menos una cama (entre 200 y 350 euros) o tener una mesa para comer. Donde gastarse 6.000 euros en una gran botella de champagne de 3 litros y tener 10 botellitas más para mojar del líquido elemento a los amigos parece formar parte de la rutina. Una mesa estándar puede hacer 12.000 euros en una tarde de piscina. Gente borracha, gente sobria, mucha, mucha chica vigilante con escuetos bikinis de marcas nicho y una cocina 'non-stop' que empalma el 'brunch' con el almuerzo y el picoteo previo a la cena. El precio no importa. A nadie se le ocurre preguntar eso de '¿se puede pagar con tarjeta?'.

Los sauditas, cada vez más discretos

Fortunas danesas, inglesas, suizas, futbolistas patrios y mucho jeque árabe pasan las horas centrales del día en este lugar que abre a las 11:00 y cierra cuando cambia el día. Más de 1.000 luminarias en jaulitas de metal que se mecen al viento aseguran el ambiente íntimo cuando cae la tarde. Todo obra del arquitecto de las discotecas Pachá en el mundo, que ha recreado distintos ambientes con tonos tierras. Inspiración árabe, incluso en la carta del restaurante, que hace las delicias de muchas de las fortunas de ese lado del mundo, incluidos miembros de la familia real saudí, que recalan en este lugar. Olivia Valere, marroquí de nacimiento, habla maravillas del público árabe: "Es discreto, educado y paga bien", asegura. Atrás quedan los años de excesos y de dejarse ver con sus Lotus o Bentleys por Puerto Banús. Damos fe que los que estaban del agua no pasaron.

Los miércoles y los viernes son los días fuertes de este club donde las horas discurren a un ritmo casi insultante para el resto de los mortales. Un DJ puede cobrar hasta 70.000 euros por una sesión. Hay mesas que superan este importe. Olivia Valere explica que, excepto los domingos y los miércoles cuando hay espectáculo, el lugar recibe a un turismo familiar VIP y que sus propios nietos adoran juguetear en la piscina, que ya es inimaginable para quien escribe, sin sus bailarinas de bikinis imposibles. A las doce se apagan las luces. Es la vuelta a casa y empieza el rugir de motores de alta gama. Unos están alojados en Finca Cortesín, otros en casas de amigos en la urbanización búnker La Zagaleta. La chica danesa en el hotel de lujo Villa Padierna. Unos cuantos siguen teniendo mono de agua y se acercan al siempre pujante beach club Nikki Beach o en la decana discoteca de la propia Olivia Valere. Un estrés. Y una mina para otros como la cantante Nayala que asegura que el verano siguiente piensa volver. "¡Esto es tan aristocrático!", suspira.

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Son las 12 de la mañana de un domingo cualquiera de verano. Estamos en el Naô Pool Club, un club de playa sin playa, pero con una inmensa piscina cristalina, rodeado de palmeras y con vistas a la montaña malagueña de La Concha. "Lo de la playa o vas en yate o es vulgar", dice una danesa con un kaftan azul que deja parte de su pecho al aire. Es su segundo veraneo en Marbella. Y ha venido con unos ingleses que conoció en su primer año. Respiren.

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