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Los feos a Alfonso Diez en el aniversario de la muerte de Cayetana de Alba
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FIN DE SEMANA HOMENAJE A LA DUQUESA DE ALBA

Los feos a Alfonso Diez en el aniversario de la muerte de Cayetana de Alba

El fin de semana pasado el duque de Alba celebró un almuerzo como recuerdo a su madre al que no fue invitado el viudo. Las hermanas Cobo, amigas de la duquesa, también organizaron una comida. Tampoco fue

Foto: Alfonso Diez en una imagen de archivo (Gtres)
Alfonso Diez en una imagen de archivo (Gtres)

Alfonso Diez, el viudo de la duquesa de Alba, vivió varias etapas con respecto a su relación con el círculo de amigos de su mujer. Al principio, cuando se hizo público su romance, despertó mucha inquietud entre los íntimos. Con el paso del tiempo esa desconfianza se transformó en una aceptación total y convivió con la pandilla de la duquesa y de su vida social. No tanto con sus hijos, a los que nunca consiguió convencer del todo de que lo suyo con su madre era amor verdadero. Una vez que falleció y que la herencia quedó resuelta ya no hubo necesidad de seguir manteniendo ningún contacto con el viudo.

Y esto es lo que ha vuelto a suceder en este segundo aniversario, en el que la figura de Alfonso Diez ha quedado desdibujada. Mantuvo el contacto justo con las personas que habían formado parte de la vida amistosa de Cayetana y que eran asiduos a las reuniones y meriendas en el palacio de Dueñas. El que fuera duque consorte pasó el fin de semana en Sevilla y no participó en ninguno de los almuerzos que tanto el actual duque de Alba en Dueñas como las hermanas Cobo en su casa palacio organizaron. En esta última comida, que tuvo lugar el sábado, acudieron cerca de 20 personas, todas ellas íntimas de Cayetana, entre las que se encontraban los marqueses de Meritos, Ana María Abascal, los Moreno de la Cova y, por supuesto, Carlos Fitz-James Stuart, el actual duque de Alba, que al día siguiente repetía la convocatoria en su domicilio sevillano.

Ni los doctores Muñaiz y Trujillo, que tan bien cuidaron a Cayetana en sus últimos años, ni Carmen Tello y Curro Romero fueron convocados. El matrimonio, junto con el duque de Segorbe, que suele acoger en su casa al viudo cuando viaja a Sevilla, se convirtieron en sus anfitriones y se fueron a comer todos juntos. Una manera de arropar a Diez, que al día siguiente tampoco estaba convocado en Dueñas. En el palacio vivió feliz hasta que la duquesa falleció. Hay que señalar que las hermanas Cobo sí le comunicaron al consorte su convocatoria, pero entendían que no le apeteciera compartir mesa y mantel con el duque de Alba.

Al día siguiente, el domingo 20, fecha del segundo aniversario, se celebraba en la iglesia de la hermandad de los Gitanos una misa, que no funeral, a la que asistieron Alfonso Diez, Curro Romero, Carmen Tello, el duque de Alba, su hijo y Cayetano Martínez de Irujo, que viajó a Sevilla para recibir un premio en el transcurso de la Feria del Caballo (Sicab). Tras el oficio religioso no hubo invitación a Dueñas y Alfonso se marchó con un familiar militar destinado en Sevilla a comer.

Lee aquí: “El cariñoso reencuentro de Alfonso Diez con los hijos de doña Cayetana”

Pero también en la organización de esta celebración religiosa del 20-N hubo ciertos desencuentros familiares. Se iba acercando la fecha del aniversario y Alfonso no tenía constancia de que hubiera intención de conmemorar con una liturgia la desaparición de su mujer. A través de sus amistades sevillanas decidió organizar una misa en los Gitanos y fue entonces, al enterarse los hijos de que estaba organizando un acto religioso, cuando le comunicaron desde la Casa de Alba que no hiciera nada porque ya se encargaban ellos. El viudo, bastante molesto, aceptó su papel secundario.

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Alfonso Diez, el viudo de la duquesa de Alba, vivió varias etapas con respecto a su relación con el círculo de amigos de su mujer. Al principio, cuando se hizo público su romance, despertó mucha inquietud entre los íntimos. Con el paso del tiempo esa desconfianza se transformó en una aceptación total y convivió con la pandilla de la duquesa y de su vida social. No tanto con sus hijos, a los que nunca consiguió convencer del todo de que lo suyo con su madre era amor verdadero. Una vez que falleció y que la herencia quedó resuelta ya no hubo necesidad de seguir manteniendo ningún contacto con el viudo.

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