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Tres joyas de la realeza malditas: de la leyenda del diamante Hope a la maldición de Alfonso XII
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Tres joyas de la realeza malditas: de la leyenda del diamante Hope a la maldición de Alfonso XII

¿No crees en las maldiciones? Todas estas personas tampoco y tuvieron que pagar las consecuencias. Repasamos algunas joyas que trajeron mala suerte a la realeza

Foto: Corona de la Reina de Inglaterra, Isabel II. (Reuters)
Corona de la Reina de Inglaterra, Isabel II. (Reuters)

Las joyas de los miembros de la realeza siempre tienen una gran historia. Algunas de ellas son amables, pasan de madres a hijas, como la herencia Greville, son incluso de préstamos, como sucede con la tiara Medianoche de Mary de Dinamarca, o regalos hechos con amor. Sin embargo, también hay joyeros royals con mensajes ocultos e incluso marcados por la tragedia.

Ya sea por una cuestión de mala suerte, una época convulsa y mucha casualidad o una verdadera maldición, algunas de estas joyas parecen atraer la mala suerte sin importar si quien las posee tiene sangre azul. Por eso, repasamos tres leyendas sobre joyas de la realeza malditas.

El Diamante Hope

placeholder El diamante Hope fue el que inspiró la joya de 'Titanic'. (Reuters/Jason Reed)
El diamante Hope fue el que inspiró la joya de 'Titanic'. (Reuters/Jason Reed)

Una de estas joyas que parece atraer a la desgracia es el diamante Hope, o diamante azul en origen, una piedra que ahora se encuentra en el Museo Smithsonian de Washington, lo que parece haber frenado la mala fortuna con la que se le relaciona, tal vez porque nadie la lleva puesta. Un diamante de 46 quilates teñido de azul marino por las impurezas del boro, considerado el de mayor tamaño hasta la fecha, se trata en realidad de un pedazo -9 gramos- de un diamante mucho mayor.

Su leyenda comienza desde el mismo momento en el que fue robado del templo en el que se encontraba, una estatua que representaba a la diosa Sita. El ladrón, un sacerdote hindú, se convirtió en la primera víctima, pues fue encontrado y torturado hasta morir. Jean-Baptiste Tavernier fue su siguiente propietario. Tras adquirir la piedra, se arruinó y murió devorado por una jauría de lobos, algo que ya deja ver ciertas pautas que también se repetirían con otros poseedores de esta joya. Él se la vendió al rey Luis IV, pasando así a manos de la realeza.

Tras mostrar la joya al sha de Persia para demostrar que era inofensiva, el rey de Francia moría ese mismo año. Su sucesor optó por guardarla en un cofre, una precaución que no tuvo Maria Antonieta. Al parecer, ella quería lucir este diamante e incluso se lo prestó a la princesa de Lamballe. Merece la pena recordar que tanto Maria Antonieta como su marido fueron guillotinados y que la princesa fue asesinada a manos de una muchedumbre furiosa. La joya se alejó así de la monarquía, pero no acabó con la maldición que portaba. Su última dueña quiso demostrar que no existía tal cosa, la compró en 1911 y aseguró que la enterraría en su propiedad. Sus hijos murieron y su marido le abandonó. Sin duda el Smithsonian es un estupendo lugar para este diamante.

El diamante Koh-i-Noor

placeholder La reina Isabel II, con la Corona Imperial. (EFE/Pool/Adrian Dennis)
La reina Isabel II, con la Corona Imperial. (EFE/Pool/Adrian Dennis)

Este diamante forma parte de las Joyas de la Corona británica y puede verse en exposición en la Torre de Londres. Fue tomado en la India en 1850 y está colocado en la corona de Isabel II. Por suerte para ella, su maldición solo afecta a los hombres; de hecho, todos los que la han llevado han perdido el trono. La leyenda que acompañaba a esta joya lo decía claramente: “Solo Dios o una mujer pueden llevarlo impunemente”, por lo que huelga decir que quienes tuvieron que hacer frente a su mala suerte por lo menos estaban avisados.

La maldición del anillo de Alfonso XII

Una vez más, leyenda y realidad se encuentran tan entretejidas a lo largo de la historia que es complicado saber dónde acaba una y dónde empieza la otra. La historia del anillo maldito de Alfonso XII empieza con su boda con María de las Mercedes. Quien fuera rey de España había mantenido un tórrido romance con una cortesana que, al conocer los planes de boda de su amado y que este se había enamorado de otra mujer, decidió mandarle un regalo de bodas envenenado: un anillo de ópalo que supondría la desgracia para él.

placeholder Retrato de María de las Mercedes de 1878, por Eduardo Balaca y Canseco. (Museo de Historia de Madrid)
Retrato de María de las Mercedes de 1878, por Eduardo Balaca y Canseco. (Museo de Historia de Madrid)

Lo lució su mujer y pocos meses después fallecía de tifus con apenas 18 años. Alfonso XII cedía entonces el anillo a su abuela, quien moría también pocos meses más tarde. La cuñada del Rey fue la siguiente en la lista y, tras su deceso, el anillo cayó en manos de la hermana menor del rey, la infanta María del Pilar, que moría, según se apuntó, de meningitis. Finalmente, Alfonso XII decidió quedarse el anillo, perdiendo la vida él mismo en 1885. Su viuda, la reina Victoria Eugenia, decidió deshacerse del anillo, que fue bendecido, reconvertido en un colgante y ofrendado a La Almudena. Después de eso, desapareció sin dejar rastro, lo que tal vez fuera mejor para todos.

¿Fueron estas joyas las responsables de las desdichas de estas personas? No se puede saber con certeza, pero no hay duda de que sus experiencias dejan muy claro que si alguien nos avisa de que una joya está maldita, es mejor hacerle caso.

Las joyas de los miembros de la realeza siempre tienen una gran historia. Algunas de ellas son amables, pasan de madres a hijas, como la herencia Greville, son incluso de préstamos, como sucede con la tiara Medianoche de Mary de Dinamarca, o regalos hechos con amor. Sin embargo, también hay joyeros royals con mensajes ocultos e incluso marcados por la tragedia.

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