La princesa Leonor y la infanta Sofía no quieren un Agamenón familiar
La cena de gala por los 18 años de Ingrid Alexandra de Noruega con príncipes europeos recuerda al crucero por el Mediterráneo de la reina Federica de Grecia
En el siglo pasado, en el verano de 1954, la reina Federica organizaba un crucero por el Mediterráneo a bordo del Agamenón, el barco de la familia griega reinante. No era un viaje turístico al uso, aunque desde la Corona se dijo que era una manera de impulsar el turismo tras la guerra civil que hubo en Grecia. Esta era la versión oficial y económica. La realidad era que la bisabuela de la Princesa de Asturias tenía interés en facilitar los encuentros entre los hijos casaderos de las casas reinantes europeas. En su caso había tres empeños con nombre propios: Sofía, Irene y Constantino.
Este crucero del amor duró trece días y recorrió lugares tan sugerentes como Santorini, Mikonos y Corfú. En esta isla del mar Jónico se encontraba Mon Repos, el palacio de los reyes griegos, donde hubo un desembarco de los jóvenes reales. Muchos años después, cuando la familia Borbón eligió Mallorca para veranear, la reina Sofía quiso decorar el palacio en tonos azules que le recordaban a su palacio infantil, donde fue tan feliz. En Marivent también lo fue, a pesar de las infidelidades maritales.
Este crucero de la reina Federica, que presumía de tener dotes casamenteras, era el reencuentro de los hijos que, como cantaba Julio Iglesias, habían pasado (genéricamente hablando) “de niña a mujer”. Ya no eran adolescentes sino con los 18 cumplidos o a punto de cumplirlos. La reina Sofía, por ejemplo, tenía 16 años y quien le gustaba era Harald de Noruega y no Juan Carlos, al que se le conocía en el ambiente royal como “Juanito, el chico de los Barcelona”.
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De aquel viaje con la supervisión férrea de la reina Federica, donde solo hubo flirteos y cero intimidad entre los que se gustaban, quedaron vivencias y recuerdos. Estos días en Oslo, muchos de los que participaron en las vacaciones del Agamenón han vuelto a recordar ese viaje. El motivo de esa nostalgia para octogenarios reales es la celebración del cumpleaños de Ingrid de Noruega. Cumplió 18 años hace unos meses, pero ha sido ahora cuando sus padres, Haakon y Mette-Marit, le han organizado la gran fiesta que recuerda al crucero por las islas griegas de los años 50. Ahora son otros tiempos, pero el roce siempre ha hecho el cariño.
A esa cena de gala acuden los padres, los hijos y esta tercera generación de jóvenes de casas reinantes como la de Luxemburgo, Dinamarca, Suecia, Países Bajos y de los que lo fueron en el siglo pasado, como Bulgaria y Grecia. Herederos que representarán la Jefatura del Estado de sus países correspondientes en el futuro. Se da el caso de que las mujeres que reinarán son el grupo mayoritario y este encuentro festivo es una manera de conocerse más.
Amalia de Holanda, Elisabeth de Bélgica y Leonor de España serán las reinas futuras que tienen en común la responsabilidad institucional junto a la princesa noruega. Las primeras estarán acompañadas de sus padres y hermanos. En el caso de la Princesa de Asturias, no habrá posibilidad de verla vestida de gala. Ni a ella ni a su hermana Sofía. Solo estará el rey Felipe en calidad de padrino de Ingrid. No hay interés en ese reencuentro con los primos reales y, por lo tanto, las hermanas Borbón Ortiz se quedan con la reina Letizia en el palacio de la Zarzuela.
No hay explicación oficial porque tampoco es una “viaje institucional”, como explican desde el entorno del palacio. Sin embargo, es importante recordar que el rey Felipe no tuvo Agamenón, pero sí una relación muy directa con Haakon de Noruega, con el que compartió estrategias para mantener en secreto su noviazgo con Eva Sanum. Ocurrió lo mismo con los hijos de los exreyes de Bulgaria y Grecia. Kyril y los primos griegos pasaban la temporada estival en Marivent y, en el caso de los hijos de Constantino y Ana María, también en Navidad.
Felipe VI siendo príncipe, mantuvo una estrecha relación con sus parientes reales. Acudía a las convocatorias que se organizaban tanto por los cumpleaños de los soberanos reinantes como por las bodas, bautizos y confirmaciones. La ausencia de la Princesa de Asturias y la infanta Sofía vuelve a marcar la diferencia porque así lo quiere la reina Letizia. Este tipo de fiestas reales pueden parecer anacrónicas, pero también está la parte institucional de representación. La heredera noruega será reina igual que Leonor de España. La invisibilidad podía entenderse cuando eran niñas, pero en este caso desaparece la opción de ver cómo se desenvuelve la Princesa sin la supervisión materna.
En el siglo pasado, en el verano de 1954, la reina Federica organizaba un crucero por el Mediterráneo a bordo del Agamenón, el barco de la familia griega reinante. No era un viaje turístico al uso, aunque desde la Corona se dijo que era una manera de impulsar el turismo tras la guerra civil que hubo en Grecia. Esta era la versión oficial y económica. La realidad era que la bisabuela de la Princesa de Asturias tenía interés en facilitar los encuentros entre los hijos casaderos de las casas reinantes europeas. En su caso había tres empeños con nombre propios: Sofía, Irene y Constantino.
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