Restaurantes completos, más de 150.000 personas y nueve hurras para el nuevo rey: la proclamación de Federico contada desde Copenhague
Los daneses vivieron el día con gran entusiasmo. En la plaza del Parlamento y en los canales próximos, había concentradas más de 150.000 personas, según la policía.
Fue una jornada histórica para la casa real danesa que se vivió en las calles de Copenhague con expectación, emoción, alegría y aglomeraciones. El domingo, el trono del reino de Dinamarca pasó de la reina Margarita II a su hijo Federico X. Este traspaso de la Corona es un hecho prácticamente inédito en la historia del país, ya que la última vez que un monarca abdicó en Dinamarca fue 900 años atrás, y no se había vivido una sucesión en el trono en más de medio siglo.
La reina Margarita abdicó exactamente el día en que hacia 52 años que fue proclamada como monarca tras la muerte de su padre, Federico IX. Durante su reinado, la soberana se ha mostrado ante su pueblo como una reina cercana, que ha conseguido cosechar la estima y un gran consenso entre los daneses, una popularidad que también han heredado el nuevo rey Federico y su esposa, la reina Mary.
En la jornada del domingo, Federico X se presentó como nuevo rey “con la voluntad de ser un monarca unificador”, en unos actos sobrios pero llenos de simbolismo que siguieron miles de personas tomando las calles, a pesar del frío de invierno en el país nórdico.
Sin coronación, pero con mucha expectación
No es que la monarquía de Dinamarca, una de las más antiguas de Europa, carezca de las joyas e insignias con oro y diamantes necesarias para una familia real. De hecho, la corona real pesa más de 2 kilos y se guarda junto al resto del tesoro en el castillo de Rosenborg. Sin embargo, el protocolo para el domingo marcaba que no habría ceremonia de coronación ni aparición de la corona, ya que desde que se aprobó la constitución en 1849 no ha habido una sola vez en que el traspaso de poder entre monarcas en Dinamarca se haya hecho así. En cambio, sí que hubo una solemne firma de abdicación por parte de la reina Margarita que oficializaba el traspaso del trono.
A pesar de la sobriedad del acto, los daneses se tomaron con entusiasmo la jornada y la pompa real estuvo presente en las calles. Los restaurantes y hoteles del centro de Copenhague habían colgado el cartel de completo para el domingo, y los trenes y ferris hacia la capital también se habían quedado sin plazas días antes. A lo largo de la mañana, alrededor de la céntrica plaza Kongens Nytorv, ya se podía ver a centenares de personas equipadas con termos, latas de cerveza, mantas y chaquetas gruesas de invierno, esperando el inicio de los actos. Entre el público, muchos llevaban la bandera nacional roja y blanca, pero también se vieron otras de las islas Feroe y Groenlandia, los dos territorios autónomos que forman parte del reino de Dinamarca, y por los que la reina Margarita ha tenido un apego especial en su reinado.
En este día histórico, la jornada empezó bien temprano para Federico y Mary, como pudieron comprobar las cámaras de televisión que registraron las luces encendidas de su residencia en el palacio de Amalienborg desde las 5:45 horas de la mañana.
A esa hora, ya habían llegado también los primeros entusiatas monárquicos como Birger Hansen y Hanne Jensen, una pareja que había conducido más de 300 kilómetros durante la noche, desde la ciudad de Herning, para conseguir un buen sitio frente al palacio real. “Hoy no es un día que se pueda vivir cada día”, contaba Hanne en conversación con Vanitatis.
Unas horas más tarde, Charlotte, otra danesa emocionada, nos comentaba: “He venido para poder decir gracias a la reina Margarita”. Charlotte, al igual que miles de daneses, admitía que el anuncio de su abdicación durante el discurso de fin de año la dejó sorprendida y le provocó alguna lágrima; sin embargo, confesaba: “estoy de acuerdo con su abdicación, es hora de dejar paso a la nueva generación de monarcas”.
Los actos para el cambio de trono empezaron a las 13:30 horas cuando se abrieron las puertas del Palacio de Federico VII, en Amalienborg, por las que salieron en coche escoltado Federico y Mary hacia el Palacio de Christiansborg. Unos minutos más tarde, los daneses tuvieron la oportunidad de decir adiós por última vez a Margarita II, aún siendo reina titular, cuando se montó en un carruaje hecho de madera oscura de caoba que recorrió el tramo entre el palacio real y el parlamento.
En el trayecto, Margarita II pudo saludar a las calles repletas de gente que la esperaba y le gritaba "tak" (gracias). Cuando el carruaje real llegó a Christiansborg, en la plaza del parlamento y en los canales próximos había concentradas más de 150.000 personas, según la policía, lo que obligó a cerrar el acceso a las dos de la tarde. Las personas allí presentes estuvieron esperando de pie para poder ver a los nuevos monarcas más de tres horas a pesar de las temperaturas gélidas que durante todo el día no subieron de un grado en la ciudad.
Un balcón lleno de emoción
El momento más lleno de simbolismo y cuando, de facto, se produjo el cambio de trono ocurrió dentro de las puertas de Christiansborg. Allí, en la elegante Sala del Consejo, Margarita II presidió su último consejo de Estado, formado por la primera ministra del país, Mette Frederiksen, los ministros del gobierno, y Federico X junto al joven príncipe heredero Christian.
En una imagen solemne que quedará grabada para la historia de Dinamarca, Margarita firmó su declaración de abdicación bajo la atenta mirada de Federico X y Christian, lo que representa un momento con tres generaciones de monarcas -o futuros monarcas- daneses juntos. Cuando la reina levantó la pluma de la declaración, se levantó y simbólicamente cedió su silla del consejo a su hijo. Antes de marchar y dejar la sala, Margarita pronunció un último saludo a su hijo: "Dios salve al rey” dijo.
Desde ese momento Dinamarca ya tenía un nuevo rey, y a las 15:00 horas de la tarde la primera ministra Frederiksen fue la encargada de anunciarlo desde el balcón del parlamento, delante de las miles de personas allí concentradas. Seguramente el anuncio en el balcón era el momento más esperado para todos los allí presentes, y no defraudó. Frederiksen repitió tres veces la proclamación, como marca la tradición, y pidió nueve hurras desde la plaza.
Seguidamente, Federico X, vistiendo uniforme militar, pronunció su primer discurso como monarca, durante el que reveló el lema real que ha escogido para marcar su mandato: “Unidos, comprometidos, por el reino de Dinamarca”. Tras ello, en el balcón aparecieron primero la reina Mary y después los cuatro hijos del matrimonio: Christian, Isabella, Vincent y Josephine. En medio de vítores, saludos y aplausos, Federico X no pudo esconder sus ojos húmedos por la emoción, y entonces se produjo un improvisado beso entre él y la reina, en una escena que recordó a su boda y que fue enormemente celebrada por los daneses.
A partir de entonces, la tensión en Federico X desapareció y el nuevo monarca se mostró en todo momento sonriente y feliz mientras saludaba desde el carruaje real en el camino de vuelta a Amalienborg. El traspaso del trono se concluyó con un último acto ya caída la noche, cuando se intercambiaron los estandartes reales desde la residencia de Margarita II a la de Federico X, donde hondearán durante su reinado.
Cuando terminaron los actos, el cielo de Copenhague se iluminó con un castillo de fuegos artificiales lanzados desde el famoso parque de atracciones Tivoli, en el centro de la ciudad. Para hoy lunes, los actos de celebración para dar la bienvenida al nuevo monarca continuarán con una recepción en el parlamento, y en el siguiente domingo los reyes participarán en una misa en su honor en la catedral de Aarhus.
Fue una jornada histórica para la casa real danesa que se vivió en las calles de Copenhague con expectación, emoción, alegría y aglomeraciones. El domingo, el trono del reino de Dinamarca pasó de la reina Margarita II a su hijo Federico X. Este traspaso de la Corona es un hecho prácticamente inédito en la historia del país, ya que la última vez que un monarca abdicó en Dinamarca fue 900 años atrás, y no se había vivido una sucesión en el trono en más de medio siglo.
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