El rey Juan Carlos I habla como nunca de Froilán en sus memorias: “El divorcio de sus padres y cierta falta de autoridad parental lo llevaron a una vida desordenada”
El rey Juan Carlos I habla como nunca de Froilán en sus memorias: “El divorcio de sus padres y cierta falta de autoridad parental lo llevaron a una vida desordenada”
Reconoce que Felipe VI convocó a su sobrino a una reunión en Zarzuela para "reprenderlo". "Es uno de mis mayores orgullos", dice de él, a quien hasta enseña a cocinar "huevos fritos"
“Es uno de mis mayores orgullos. He quitado una preocupación a Felipe y a la Corona, y he ayudado a la familia”. La autobiografía de Juan Carlos I usa términos secos en muchos capítulos, aunque en el último, el titulado ‘Mi cotidianidad en la isla de Nurai’ se abre en canal, se desnuda sentimentalmente y rinde homenaje a una de las personas más importantes en sus últimos años en Abu Dabi: su nieto Felipe (Froilán para el resto delos mortales).
Las memorias han salido esta madrugada publicadas en Francia y Vanitatis ha tenido acceso a sus páginas. En la última parte repasa sus años de lo que ya ha llamado abiertamente “exilio” y dedica casi todo el capítulo, cuatro largas páginas, a Felipe Froilán de Marichalar. Un joven a quien “el divorcio de sus padres y cierta falta de autoridad parental lo llevaron a una vida desordenada”. Parental se refiere a Jaime de Marichalar, a quien no tiene en gran estima y pese a no nombrarlo directamente, deja claro que no está de acuerdo con su papel en la vida de su nieto.
Froilán con su madre, la infanta Elena, y el rey Juan Carlos. (Gtres)
Es su fórmula en casi todo el libro, sin dar el nombre de la persona en concreto, en cuatro palabras lo dice todo. Escrito de forma cronológica, ‘Reconciliación’ termina con Froilán: “Me queda una satisfacción que ilumina mi día a día. Hoy tengo la suerte de poder contar con la presencia del mayor de mis nietos, Felipe, el primer hijo de mi hija Elena, de quien soy padrino. Este apuesto joven de 24 años llegó a Abu Dabi en febrero de 2023”.
"Hazte unos huevos fritos"
Ahora, pasados ya más de dos años, en esa cotidianidad que da título a este último capítulo, don Juan Carlos habla de las comidas que mantiene con su nieto, que le visita “con mucha regularidad”, de ver fútbol en televisión, de sus charlas, esas “pequeñas alegrías” que endulzan la distancia. Y hasta cuenta que le da consejos para cocinar: “Le explico: ‘Hazte unos huevos fritos, están buenos y son fáciles. No olvides echar un chorrito de aceite de oliva cuando calientes la sartén’”. Porque, recuerda el rey padre, que antes de ser rey fue un joven que debía mantenerse por su cuenta y que “sabía perfectamente arreglármelas solo”, algo que, “es fundamental poder ser independiente”.
Más abuelo que rey en estos pasajes, repasa el currículum escolar de su nieto, y recuerda, con poca alegría (“descuidó sus clases de gestión en la universidad de Madrid”) aunque certero, sus años de noches locas: “Alimentaba la crónica de sucesos por su comportamiento poco ejemplar: iba de fiesta en fiesta, de discoteca en discoteca, se veía envuelto en peleas y malas compañías. Estaba abandonado a su suerte. ¡Qué desperdicio! Me entristecía mucho”.
El rey Juan Carlos con su nieto Felipe (y la infanta Elena detrás), en Mallorca. (EFE/Ballesteros)
Ese joven ‘abandonado’ hacía sufrir a don Juan Carlos: “Como cualquier abuelo, sufría al verlo hundirse en una crisis por la que pasan muchos adolescentes. Era un blanco fácil para los aficionados a los chismes. Vivía acosado por los paparazzi que documentaban su deriva”. Y en plena crisis reputacional, entró Felipe VI en escena.
"Mi hijo lo convocó al palacio"
La situación se descontroló tanto en la vida del hijo de la infanta Elena que todos convinieron en que algo había que hacer. “Mi hijo lo convocó al palacio para reprenderlo. Entonces le propuse venir a instalarse a Abu Dabi, donde podría ayudarlo a encontrar trabajo y alojamiento. No lo aceptó de inmediato; se tomó un tiempo para reflexionar y pasar las fiestas de fin de año en España. Luego tuvo el valor de dar el paso”.
Fue entonces cuando el joven pidió ayuda y se marchó a Abu Dabi: “Primero lo acogí en mi casa, antes de que se mudara a un estudio en la ciudad. Sin que yo se lo pidiera, la primera mañana se levantó a las siete para acompañarme en el desayuno —sé que esa era más bien la hora a la que solía acostarse en España, ¡y además el cambio horario jugaba en su contra!—. Luego me siguió en mis entrenamientos deportivos. En un solo día, se adaptó a una vida sana y ordenada. Empezó a hacer deporte y dieta”.
La infanta Elena, visitando a don Juan Carlos y Froilán en Abu Dabi. (Cortesía de www.65ymas.com)
La vida en Emiratos ha cambiado a Felipe Froilán, eso es algo que admiten hasta sus amigos más díscolos de Madrid. Le sigue gustando la fiesta -lo lleva en la sangre-, pero tiene mucha más conciencia de quién es. Vivir cerca de su abuelo ha sido un antídoto para ambos: para el rey expatriado, contra la soledad; para el nieto díscolo, contra la rebeldía.
Esa nueva vida del joven, volcado “intensamente en su trabajo”, ha supuesto un bálsamo para Juan Carlos I. “En apenas un mes -señala- se transformó. Es una alegría inmensa verlo florecer así [..] no imaginaba que en tan poco tiempo pudiera cambiar de esa manera”. Discreto, tranquilo, deportista, familiar y dedicado al cuidado de su abuelo. Así es, según don Juan Carlos, el nuevo Froilán, y “nada -recalca- podría darme más satisfacción personal que tener a mi lado a mi nieto, convertido en un joven equilibrado y alegre. Solo necesitaba que se le diera una oportunidad. Me alegra haber podido hacerlo”.
Y así termina: “A pesar de las vicisitudes de la Corona, seguimos siendo, en el fondo, una familia”. Una familia que se ha emocionado cuando ha leído el libro, tal como relatan a Vanitatis. La infanta Elena, en especial, "lo ha recibido como uno de los mayores regalos de su vida". Porque para bien o para mal -eso depende del lector- 'Reconciliación' no deja indiferente.
“Es uno de mis mayores orgullos. He quitado una preocupación a Felipe y a la Corona, y he ayudado a la familia”. La autobiografía de Juan Carlos I usa términos secos en muchos capítulos, aunque en el último, el titulado ‘Mi cotidianidad en la isla de Nurai’ se abre en canal, se desnuda sentimentalmente y rinde homenaje a una de las personas más importantes en sus últimos años en Abu Dabi: su nieto Felipe (Froilán para el resto delos mortales).