Hamburguesas, silicona, celebridades y chistes malos: todo vale para llegar a la Casa Blanca
La industria del espectáculo, una de las más poderosas de Estados Unidos, ha convertido el proceso electoral de hoy (el más ajustado en años) en un 'show' con pocos aciertos y numerosos errores
Hoy se celebrarán por fin las elecciones en Estados Unidos, la culminación de una ajustadísima competición entre lo que es casi ya un choque de civilizaciones (la republicana y la demócrata) en el país más poderoso del mundo. Y para llegar hasta aquí (y sabiendo que, por el sistema de recuento estadounidense, es probable que los resultados tarden en confirmarse unos días) ambos bandos y, sobre todo, ambos candidatos, Donald Trump y el de Kamala Harris, se han dejado la piel en mantener todo un circo de varias pistas para ver quién araña ese puñado de votos que decidirá la victoria.
Como Estados Unidos es, además, el país de la industria del espectáculo, todo ha sido un verdadero show por ver quién va más lejos, como si el ciudadano votara casi al mejor postor o como si fuera un concurso de talentos en el que se vota por sms.
La política hace mucho que parece un reality show y Donald Trump, precisamente, en una de sus últimas comparecencias ha dicho que nunca debería haber abandonado la casa en enero de 2021. No la de Gran Hermano, sino la Casa Blanca. Su táctica sigue siendo más la de estar 24 horas al día conectado y dando titulares y su imagen levantando el puño tras el intento de asesinato en Pensilvania el 13 de julio demostró su calidad de animal mediático. Demostró no tener rival en ese campo.
Los demócratas solo pudieron recuperar la narrativa con el hecho sin precedentes de cambiar de candidato, después de las erráticas apariciones de Biden. Con esos mimbres llegó Kamala Harris, quien aspira a ser la primera presidenta de la historia de Estados Unidos. Un golpe de timón que empezó muy bien. Harris se impuso a su contrincante en el único debate televisado, pero no generó momentos tan virales como el de Trump diciendo que los emigrantes haitianos se comían los gatos y los perros en Springfield. Hasta coreografías se hicieron con esa declaración de fondo.
Harris ha sido en general más lenta de reflejos, sus momentos televisivos han sido más fallidos (como cuando en una entrevista con Oprah Winfrey dijo que tenía un arma en casa y que dispararía si alguien entraba en su propiedad) y ha optado más por lo cuidadosamente guionizado. El último ejemplo: este fin de semana pasado fue al programa de humor 'Saturday Night Live' para encontrarse con su imitadora más celebrada, Maya Rudolph, para hacer unos cuantos juegos de palabras y parecer como la candidata más enrollada. Su risa ha sido el don y el látigo de su perfil político.
A Trump las bromas, en cambio, le salen regular tirando a mal. Uno de sus grandes errores tiene que ver con su evento multitudinario en el Madison Square Garden de Nueva York, donde el comediante Tony Hinchcliffe, se refirió a Puerto Rico como una “isla basura”. La gracia ha movilizado a muchos boricuas (incluyendo a celebrities como Jennifer López y Ricky Martin) en contra del voto republicano, pero el actual presidente, el demócrata Joe Biden, cometió exactamente el mismo error al decir que la única basura que había en Estados Unidos eran los que apoyaban a Trump. Tuvo que pedir disculpas.
Cuando Kamala, en cambio, se quiere poner épica, tampoco le acaba de funcionar. Celebró su gran evento en Houston, y allí los “momentazos” tuvieron más que ver con el pelucón que lució Beyonce, que tampoco estuvo especialmente elocuente. Si en un género domina Kamala, es en el de las celebrities. Casi todas, incluyendo la todopoderosa Taylor Swift, están de su lado. Los demócratas, de hecho, están mirando más a los swifties que a cualquier otro colectivo en este momento.
Trump, que desde que es político no está tan cercano a la farándula como antaño (recordemos sus cameos en 'Solo en casa 2' o en 'Zoolander') ni siquiera mostró especial interés por el reggaetonero Nicky Jam, al que en uno de sus mítines presentó pensando que era una mujer: “Está muy buena”, dijo, para sorpresa de todos. Nicky Jam acabaría quitándole el apoyo tras la controversia con Puerto Rico. Eso sí, tiene a su lado a Elon Musk, que es tan excéntrico como todo Hollywood junto y dejó imágenes de lo más bizarras saltando en el escenario.
En ese sentido, el expresidente maneja mejor la puesta en escena de la clase obrera y ha apostado por acercarse a un McDonald’s, aprovechando que Kamala Harris contaba que había trabajado para la cadena de comida rápida, y se atrevió a manejar la freidora. Las imágenes se hicieron virales y copó todos los titulares. No tan bien le fue a Harris al hacerse la proletaria cuando fue a una fábrica de microchips en Michigan y preguntó si podía tocar una silicona de apariencia inofensiva pero muy afilada. “Menos mal que he preguntado”, se limitó a decir. El 'New York Post' no perdió la oportunidad de ridiculizarla.
Los momentos más raros en sus discursos, no obstante, no han tenido tanto que ver con lo que han dicho, sino con los silencios y gestos incómodos. Trump decidió en uno de sus mítines en Pensilvania callarse y poner 40 minutos de música mientras hacía sus típicos pasos (o más bien brazos) de baile, y este mismo fin de semana simuló algo que parecía sexo oral a un micrófono en su mitin en Wisconsin.
Harris, por su parte, se quedó más que cortada cuando, tras oír a la audiencia rugir su nombre, dijo “ahora os toca gritar vuestro nombre” y solo se oyeron grillos.
Así las cosas, pese a todos estos grandes esfuerzos en aciertos y desaciertos, lo cierto es que las encuestas no dan por ganador a nadie y pocos se han pasado de bando tras las millonadas invertidas en la campaña (ahí gana Kamala Harris, que ha recaudado más de 1.000 millones de dólares). Todo se decidirá en el photo-finish, como si fuera una carrera de 100 metros lisos y no una maratón, que es lo que está siendo. Lo que no cabe duda es que, gane quien gane, the show must go on.
Hoy se celebrarán por fin las elecciones en Estados Unidos, la culminación de una ajustadísima competición entre lo que es casi ya un choque de civilizaciones (la republicana y la demócrata) en el país más poderoso del mundo. Y para llegar hasta aquí (y sabiendo que, por el sistema de recuento estadounidense, es probable que los resultados tarden en confirmarse unos días) ambos bandos y, sobre todo, ambos candidatos, Donald Trump y el de Kamala Harris, se han dejado la piel en mantener todo un circo de varias pistas para ver quién araña ese puñado de votos que decidirá la victoria.