¿No te quemes! Trucos para aplicarte correctamente el protector solar
Son unas reglas muy sencillas que marcan la diferencia entre un bronceado saludable y bonito y una piel cuarteada y reseca. Sin embargo, la mayoría nos las saltamos...
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Llevamos a la playa varios bronceadores –rostro, cuerpo, zonas sensibles, etc– para que ni un centímetro de la piel quede expuesto a la radición UV. Vamos provistos de buenas intenciones –extender bien el bronceador, repetir las aplicaciones, atender a las zonas frágiles– que se nos van olvidando a medida que los baños se alternan con las visitas al chiringuito. “Bueno, cuando vuelva a la toalla, repito la aplicación” es una de las reflexiones más comunes y también más incumplidas en la playa. Mientras, la piel se deshidrata y empieza a reunir las condiciones óptimas para desembarcar en septiembre con manchitas o pequeñas arrugas. Un futuro poco apetecible que es posible cambiar. Se trata simplemente de cumplir las reglas.
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Regla 1. A la playa con la piel bien preparada
Es de cajón: la piel tiene que ir a la playa como un soldado a la guerra: bien pertrechada. Paz Torralba, directora de The Beauty Concept, detalla el equipamiento: “una exfoliación facial y corporal e hidratación profunda”. La exfoliación asegura un bronceado más uniforme y luminoso, y la hidratación asegura un buen equilibrio de agua.
Regla 2. El bronceador se aplica antes de salir
¿La razón? “Tenemos el espacio, el tiempo y la tranquilidad necesarios para extender bien el bronceador por todo el cuerpo y la cara, sin dejar ninguna zona al descubierto. Si lo hacemos en la playa, tendremos la urgencia de acabar antes y en esa urgencia puede que dejemos al descubierto zonas del cuerpo. Una muy típica: los empeines de los pies, una zona de piel muy fina y muy expuesta que se quema fácilmente. Pues bien: los empeines se cubren de arena nada más pisarla y después resulta engorroso retirarla para aplicar el bronceador, o da pereza, o la olvidamos. Y ya sabemos el resultado”.
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Regla 3. Repetir la aplicación cada 2 horas
“Si nos bañamos a menudo, y aunque utilicemos fórmulas resistentes al agua, conviene hacerlo cada hora más o menos y asegurarnos de seguir el protocolo al pie de la letra: rostro con especial atención a las zonas más frágiles como el contorno de los ojos, el puente de la nariz, los labios e incluso las orejas, muy sensibles a la radiación UV. Y cuerpo completo, desde los dedos de los pies al rostro. Por favor, no olvidéis el cuello ni el escote: son muy frágiles”.
Regla 4. Un índice de protección para tu piel
Nada de empeñarte en usar protección 20 si tienes la piel muy blanca. “Cada uno debe usar la protección que garantice la salud de su piel sin riesgo de quemaduras. A partir de este principio, puede elegir la textura que más te guste. Hay que tener un poco más de cuidado con las brumas. Es verdad que son muy ligeras y comodísimas de aplicar, pero a veces es difícil calcular la cantidad correcta. Las texturas muy ricas tampoco son las ideales porque la arena se adhiere más y reaccionan mal al sudor”.
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Regla 5. Una ducha mejora los resultados
Una ducha a mano es ideal antes de renovar el bronceado. El agua dulce arrastra el salitre y el sudor, y deja la piel a punto para empezar de cero. En ese caso, conviene esperar a que se seque un poco antes de extender la crema. “Pero –advierte Paz Torralba– que no haya ducha no significa que nos libremos de la reaplicación”.
Regla 6. Superar este año el error de siempre
“Llegas a la playa sin protección, te encuentras con tus amigos, vas al chiringuito y piensas que ya te darás el bronceador más tarde porque, total, a la sombra del chiringuito no necesitas cremas. Error. La arena refleja hasta un 12% la radicación solar, con lo cual te puedes quemar a la sombra o debajo de una sombrilla. Otro error muy común es pensar que mientras te bañas no necesitas protección, y al agua le pasa lo mismo que a la arena. Refleja la radiación UV hasta un 25%”.
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Llevamos a la playa varios bronceadores –rostro, cuerpo, zonas sensibles, etc– para que ni un centímetro de la piel quede expuesto a la radición UV. Vamos provistos de buenas intenciones –extender bien el bronceador, repetir las aplicaciones, atender a las zonas frágiles– que se nos van olvidando a medida que los baños se alternan con las visitas al chiringuito. “Bueno, cuando vuelva a la toalla, repito la aplicación” es una de las reflexiones más comunes y también más incumplidas en la playa. Mientras, la piel se deshidrata y empieza a reunir las condiciones óptimas para desembarcar en septiembre con manchitas o pequeñas arrugas. Un futuro poco apetecible que es posible cambiar. Se trata simplemente de cumplir las reglas.