Jean Paul Gaultier: 70 años de pasión por España

“¡Estupenda! Adoro la pose y la vestimenta: viva Asturias, viva Rossy”. Aunque parezca curioso, este fue el comentario que Jean Paul Gaultier dejó esta semana en el perfil de Instagram de la actriz Rossy de Palma, que vestía de asturiana al ejercer de pregonera este año de la fiesta del Bollo de Avilés. El diseñador francés, icono de la moda más transgresora del país galo, mostraba así a todo el mundo dos de sus pasiones más conocidas: Rossy de Palma y España.

Gaultier es muy francés, pero también nos atreveríamos a decir que muy español. En 2012, cuando presentaba su exposición retrospectiva en la Fundación Mapfre, reconocía la alegría que le había supuesto conocer que el grupo español Puig se había hecho con su firma. En aquel momento, la compañía catalana había adquirido a Hermès su participación en la maison parisina y el propio modista se animaba a hablar en castellano para mostrar el amplio conocimiento que tiene de nuestra cultura.

Esta pasión le viene desde pequeño, cuando comenzó a adentrarse poco a poco en el país de la piel de toro a través, primero, de sus vacaciones en el País Vasco francés para luego ir 'conquistando' otras tierras, como Castilla o Andalucía. ¿Y qué le puede gustar más a un francés que la orgía de colores, formas y texturas de los trajes regionales españoles?

Los vestidos de flamenca, los de torero, el mantón de Manila, los bordados y los volantes han aparecido en muchas de sus colecciones, demostrando cómo de presente nos tiene a la hora de diseñar. En 1997 se atrevió con un mono masculino que bien podría haber sido una versión del traje de torero, sobre todo si recordamos el peinado del modelo, con caracolillo al más puro estilo de Estrellita Castro (o Manuel Banderas en ‘Las cosas del querer’). En su colección de verano de alta costura de 2013, en la que rendía un homenaje a la India, la silueta de la Feria de Abril se colaba entre sus diseños, con faldas llenas de volantes y puntillas, y las propuestas de haute couture de 2009, 2011 o 2014 también están ahí para demostrar que España cuenta mucho en el universo del todavía llamado enfant terrible de la moda parisina, pese a que cumple 70 años.

Las siete décadas que peina ya el de Arcueil (localidad del norte de Francia en la que nació) le han valido también para forjarse una troupe de amigos en la que el español es un idioma muy popular. A la ya mencionada Rossy (su musa) se suman otros nombres como los de la coreógrafa Blanca Li o Pedro Almodóvar, director con el que ha forjado una de las alianzas más creativas en la historia del cine. Basta recordar los diseños para Victoria Abril en ‘Kika’ (1993), el vestido de Gael García Bernal en ‘La mala educación’ (2004) o el disfraz de tigre que lució Roberto Álamo en ‘La piel que habito’ (2011) para darnos cuenta de que en el universo Gaultier el apellido del manchego tienen mucho peso… y viceversa.

Penélope Cruz es otra de sus pasiones, como bien demuestra en su última exposición en nuestro país, ‘Cine y moda’ (que todavía se puede contemplar en el espacio Caixaforum de Madrid), en la que el diseño de flamenca que lucía la actriz en la película ‘La niña de tus ojos’ (1998) es una de las piezas seleccionadas por él para dar inicio al recorrido de la muestra. Luz Casal, Joaquín Cortés o Victoria Abril también saben lo que es pisar la alfombra roja con un diseño ‘made in Gaultier’.

“Con España me une una historia de amor”, afirmó en 2019 en la entrega del galardón ‘Who’s On Next?’ de la revista 'Vogue'. Y salta a la vista que no mentía. Para él, rostros como el de Andrés Velencoso o Jon Kortajarena representan una belleza universal que tiene mucho que ver con su concepción del hombre. Al primero lo escogió en 2007 como representante del hombre del siglo XXI al presentar su fragancia ‘Fleur du Male’ y puso a taconear al más puro estilo flamenco a Kortajarena en 2011 para presentar ‘Kokorico’, otro de los aromas de la casa. La modelo Madeleine Hört también supo conquistar al creador galo. Durante varias temporadas, se convirtió en una imprescindible de los desfiles de alta costura de Gaultier y era inconcebible una presentación de sus diseños sin ella sobre la pasarela. Las espectaculares medidas de la maniquí, junto con su fuerza desfilando y sus potentes rasgos, la hicieron un rostro muy vinculado con la maison.

El mundo de Gaultier tiene mucho de transgresión, de nocturno y de francés, y en él siempre existe un hueco para lo español. Para el creador, los Pirineos no suponen una frontera, sino una excusa para adentrarse en nuestro país y nutrirse de él con unos estereotipos a los que sabe sacar todo su potencial creativo. Con el galo, la moda española se vuelve más universal si cabe. Ya se sabe: nada como una mirada extranjera para hacernos dar cuenta de los tesoros que guardamos… y a Gaultier le encanta estar ahí para recordárnoslo. Esperemos que permanezca ahí mucho más tiempo.