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¿Qué plumas triunfan en la alta montaña entre los Koplowitz y los bakalas?
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¿Qué plumas triunfan en la alta montaña entre los Koplowitz y los bakalas?

Creada en 1959 como ropa técnica por un amante de la montaña y la escalada, arrasan desde los años 80 y buscan hoy su merecido lugar entre la moda prémium internacional

Foto: Pedro Gómez. (Cortesía)
Pedro Gómez. (Cortesía)

Si fuiste joven en el Madrid de los años 80 y 90, es posible que recuerdes cuáles eran los hits de moda más robados en las calles y parques de la capital: las gafas Balorama de Ray-Ban, las zapatillas Cortez de Nike y los plumas de Pedro Gómez. Tres básicos imprescindibles para todo joven que quisiera molar y entre los que destacaban especialmente los anoraks tipo plumífero, cortos y ajustados de la marca. ¿La razón? Nacieron para la alta montaña, se pusieron de moda entre los pijos de los 80 y años después fueron la insignia estética más característica de los bakalas. Y en este ir y venir de tribus urbanas y apropiaciones estéticas, los Pedro Gómez –así se conocían popularmente sus codiciados plumíferos– se convirtieron en un objeto de deseo que, dada su realización artesanal y con técnicas de la sastrería, tenía un precio no apto para cualquier joven. De ahí que muchos 'niños bien' madrileños sufrieran el hurto, normalmente sin violencia –estaban a la orden del día–, de sus apreciados plumas Pedro Gómez.

Hace seis años se relanzó una firma homónima, la favorita de la Casa Real y los cachorros de la jet set de la época, y ahora recupera su estatus de marca de moda artesana y exclusiva.

placeholder Un plumas Pedro Gómez (Cortesía)
Un plumas Pedro Gómez (Cortesía)

De la montaña a los parques de Madrid y las pistas de baile de bakalao

“La idea surge en julio de 2017, cuando tenemos el privilegio de conocer personalmente a Pedro Gómez en su casa a través de un buen amigo, Raúl Salcedo. A partir de ese día comenzó una relación de amistad, hasta mayo de 2018, cuando el propio Pedro me llamó por teléfono y me dijo que quería que fuese yo el que volviera a sacar la marca al mercado”. Quien habla es José Luis Serrano, conocido como Zape, responsable del relanzamiento de la firma y actual CEO de Pedro Gómez. Pionero en el mundo del calzado y el streetwear con su tienda Sonnora, ubicada en Madrid, ha sido representante y agente comercial de las marcas más punteras del panorama del skate, surf y snowboard, además de ser uno de los artífices de la expansión de la marca Vans en España. “Mi respuesta y sorpresa fueron inmediatas, y a Pedro (Gómez) solo le puse como condición que él personalmente estuviera a mi lado, asesorándome y enseñándome cómo volver a hacer esas prendas al mismo nivel donde él lo dejó”, explica Serrano.

En 2019 regresa la mítica marca madrileña y made in Spain. Muchos años han pasado desde que Pedro Gómez, hoy nonagenario, creara en 1954 su primer hit: un saco de dormir de alta montaña realizado con nylon y plumón e inspirado en los que había conocido en sus expediciones internacionales. Por fin en España se creaban productos de alta montaña al nivel de otras firmas pioneras europeas, y fueron tantos los encargos de amigos y colegas de la montaña que en 1959 la firma Pedro Gómez se hace realidad. Años más tarde abre su mítica tienda El Igloo, ubicada cerca de la calle Vallehermoso de Madrid y la mejor tienda de deporte y montaña de España durante años, donde iban a comprar las élites de la época y sus 'cachorros' como Isabel Preysler, las hermanas Koplowitz y todo tipo de banqueros y empresarios fans del esquí (o no). Este local se convirtió en el templo de la moda deportiva, pero también, y sin quererlo, de la moda a secas. Mucho tuvo que ver también que la familia real, especialmente el entonces príncipe Felipe y el Rey Juan Carlos, luciera anoraks Pedro Gómez en sus viajes a Baqueira. Y como buenos influencers del momento, pusieron de moda la marca, y en especial sus plumíferos, entre los pijos madrileños.

“En los orígenes de la marca, nuestros plumas protegieron del frío a los mayores, desde la Sierra hasta las montañas. Y es cierto que ya en los 80 y 90 abrigaron a los pijos en los parques y calentaron las pistas de baile”, reconoce, evitando el término 'bakala', José Luis Serrano. “Pero Pedro Gómez”, puntualiza, “va mucho más allá de tribus urbanas, ya que el origen de las primeras prendas que se crearon para sobrevivir y protegerse del frío y una historia de superación de su creador”.

Un regreso que vuelve a sus exitosos orígenes

Hoy esta marca mantiene el modelo de negocio original basado en la pequeña producción y el control total del proceso. Solo así se puede lograr un producto artesanal y de calidad que, en algunos casos, como el del mítico plumas bicolor Canadiense (su precio medio es de 750 euros), se sigue realizando según técnicas de la sastrería. Y es que Pedro Gómez comenzó su vida profesional trabajando como artesano camisero en su juventud, de ahí que creara un negocio redondo de sus dos pasiones: la alta montaña y la confección. Se ha recuperado también uno de los grandes atractivos de la firma: la opción de personalizar las prendas escogiendo tejidos y colores, su realización a medida “y contando con los mismos proveedores con los que Pedro trabajó desde hace más de 60 años, pioneros en su momento y que siguen siendo número 1 a nivel mundial”, confirma Serrano. “Y, por supuesto, con fabricación 100% española, volviendo a apostar por este oficio tan antiguo que se estaba perdiendo en nuestro país”, puntualiza.

Como es lógico en una firma nacida en la alta montaña y que encara el S. XXI con el objetivo de convertirse en prémium, la sostenibilidad es fundamental, tanto en el proceso de fabricación —de proximidad— como en los materiales, ya que se están recuperando restos textiles de la casa de hace más de 40 años. “A largo plazo queremos dar el salto al mercado internacional con presencia en las tiendas más icónicas y especializadas del mundo”. Y para poder alcanzar un día ese deseo, la firma cuenta con una estrategia fundamental: la colaboración con otras marcas y diseñadores a través de la creación de colecciones cápsula. “Acabamos de lanzar una colaboración con Neutrale, una firma nacional joven pero con la que compartimos inquietudes por la sostenibilidad, y con 24 Kilates Bangkok, una de las tiendas más importantes del mundo del streetwear y de las sneakers”, explica Serrano. Antes ya han presentado trabajos mano a mano con los artistas Coco Dávez o Miguel Calatrava, con el mítico DJ Nano —un 'regalo' en forma de bomber de los 90 para los más nostálgicos— o con la firma de motor El Solitario o la tienda multitarea madrileña Mini Shop. Y avisa: “En unos días lanzaremos un drop muy especial con una marca que aún no podemos desvelar, pero que estamos seguros de que dará mucho que hablar en este sentido”.

placeholder Pedro Gómez. (Cortesía)
Pedro Gómez. (Cortesía)

Y mientras siguen trabajando para convencer tanto los antiguos clientes montañeros y nostálgicos como la siguiente generación a estos, que en su momento no pudo comprar un Pedro Gómez porque la tienda cerró, pero que conocen la marca por sus padres o hermanos mayores, así como llegar a los más jóvenes. El Igloo es la boutique-museo ubicada en el barrio madrileño de Malasaña, donde nació Pedro Gómez y que se ha convertido en el nuevo corazón de la casa y lugar desde el que agrandar la historia (y mitos) de la marca. “Aquí, las nuevas generaciones pueden seguir contando historias con sus Pedro Gómez”.

Si fuiste joven en el Madrid de los años 80 y 90, es posible que recuerdes cuáles eran los hits de moda más robados en las calles y parques de la capital: las gafas Balorama de Ray-Ban, las zapatillas Cortez de Nike y los plumas de Pedro Gómez. Tres básicos imprescindibles para todo joven que quisiera molar y entre los que destacaban especialmente los anoraks tipo plumífero, cortos y ajustados de la marca. ¿La razón? Nacieron para la alta montaña, se pusieron de moda entre los pijos de los 80 y años después fueron la insignia estética más característica de los bakalas. Y en este ir y venir de tribus urbanas y apropiaciones estéticas, los Pedro Gómez –así se conocían popularmente sus codiciados plumíferos– se convirtieron en un objeto de deseo que, dada su realización artesanal y con técnicas de la sastrería, tenía un precio no apto para cualquier joven. De ahí que muchos 'niños bien' madrileños sufrieran el hurto, normalmente sin violencia –estaban a la orden del día–, de sus apreciados plumas Pedro Gómez.

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