Olite, escápate ya al pueblo con el castillo (Disney) más bonito del mundo
En Navarra es difícil elegir destino. Nos íbamos a ir a Ujué, pero nos hemos quedado en Olite. Porque su palacio es mucho palacio y porque el rey que lo promovió nos cae bien. Todo es encantador
Estamos en Navarra, el reino de los pueblos bonitos, donde es difícil, muy difícil, quedarse con y en uno. Ujué, Ochagavía, Lesaka, Elizondo, Estella, Roncesvalles, Tafalla, Vera de Bidasoa... Las lista es larguísima. Pero entre todos ellos hay uno que brilla no ya por su esplendor pasado, que de eso hay mucho por aquí, sino por su castillo-palacio, que es de cuento de hadas. De tan bonito resulta artificial. Pero no: es tan de verdad que tienes que ir a verlo (y tocarlo para creerlo) ya. Olite te maravillará, créenos. Lo tienes a orillas del río Zidacos, en la zona media de Navarra, que podría ser la Tierra Media de Tolkien a su manera. A 42 kilómetros al sur de Pamplona y a 50 al norte de Tudela. Esto va de reyes, jardines colgantes y mucho señorío. No le falta ni el vino.
El palacio Disney; perdón, de los Reyes
Tiene una estampa tan mágica que parece salido de la factoría Disney, pero el castillo, como todo el mundo lo llama, aunque en realidad sea un palacio (fue más residencia que fortaleza), lo fue de los Reyes de Navarra, el de Carlos III el Noble (1361-1425), que amaba la cultura, la paz y la belleza, además de las leyendas artúricas, y que en el siglo XIV comenzó la ampliación del ya existente, el Viejo o de los Teobaldos, que fue el primer castillo defensivo del que gozó el lugar en época del rey Sancho el Fuerte -hablamos del siglo XII- y que fue remozado por sus sucesores, Teobaldo I y Teobaldo II, los de su nombre. Hoy en día es el Parador Nacional, al que iremos. Después vinieron otras obras y reformas que dieron lugar al encantador desorden de su diseño. Lo rodean, como corresponde, altas murallas y lo rematan múltiples torres. Todo un Exin Castillos...
Fue incendiado por orden del guerrillero Espoz y Mina durante la Guerra de la Independencia (1813) por miedo a que fuera ocupado por las tropas de Napoleón. Su restauración se inició a comienzos del siglo XX, pero sus jardines exteriores y su riquísima ornamentación interior -brillaban los tapices persas y chipriotas, sus dorados y el mármol multicolor de sus suelos-, se perdieron (¡horror!) para siempre.
Los jardines del Edén (o el sueño de Bécquer)
Estos jardines que no hemos heredado por avatares de la historia, los desastres de la guerra, debían ser poco menos que babilónicos, porque, además de descender colgantes por sus muros, los habitaban aves y los poblaban limoneros, naranjos y otros árboles exóticos, por no hablar de ciervos, cebras, jirafas, avestruces y demás, que hacían las delicias de aquel rey que fue el esposo de Leonor de Trastámara, el padre de Blanca de Navarra y el abuelo del Príncipe de Viana, y que amaba todo lo que tenía que ver con el rey Arturo y sus leyendas. Él fue quien alumbró, tras mandar a los de su corte por su Francia natal y otros dominios para inspirarse, este castillo-palacio que recuerda a los del Loira y que impresionó hasta al mismísimo Bécquer. O al viajero alemán que dejó escrito en el siglo XV: "Seguro estoy que no hay rey que tenga palacio ni castillo más hermoso y de tantas habitaciones doradas".
Un castillo maravilloso, pero no solo
Por su castillo-palacio lo conocerás y reconocerás, pero no solo. En Olite tampoco hay que perderse la iglesia de San Pedro, la más antigua, de portada y claustro románicos y torre gótica; o la de Santa María Real, gótica pero de fachada y retablo renacentistas, donde está el Greenman o máscara de la primavera, un elemento precristiano. Y esto sin olvidar los restos de muralla aún en pie, de época romana, y las estrechas callejuelas que te regalarán nobles caserones de piedra blasonados con sorprendentes aleros de madera, y palacios renacentistas y barrocos, más los monasterios de San Francisco y Santa Engracia, a la afueras de la ciudad. Para volverse loco (de placer y gusto, y aún queda por llegar Dioniso, con su teatro y su vino).
Medioevo, teatro y vino
Si te dejas la visita a Olite para el verano, que sepas que tendrás fiesta medieval (un fin de semana de agosto), en el mejor decorado posible, como te podrás imaginar. Una recreación de aquella época de reyes y princesas, halconeros, titiriteros y artesanos (atención al mercado), además del Festival de Teatro Clásico, que tiene lugar precisamente en el Palacio Real y alrededores (entre julio y agosto), y la fiesta de la vendimia, primera quincena de septiembre, que es cuando se extrae el primer mosto y se degustan los vinos de la Denominación de Origen Navarra. Sí, Olite también es tierra de viñedos y de vinos... y desde la época romana.
Dónde dormir
Qué mejor que descansar en el Palacio Viejo, o sea, en el Parador (parador.es), como un rey, entre vidrieras, arcadas y otros elementos medievales, pero con los lujos de ahora, claro. Otra opción es La Joyosa Guarda (lajoyosaguarda.com), una mansión reformada del siglo XVIII en el casco antiguo que lleva el nombre de una de las torres principales del castillo, en la que estuvo confinada Blanca de Navarra (desde 70 euros).
Dónde comer
En el restaurante Casa Zanito (casazanito.com), que es también hotel (C/ Mayor, 16), podrás dar buena cuenta de la rica cocina navarra. Por ejemplo, pochas al estilo tradicional con piparras, timbal de borraja con cocochas de bacalao al pilpil y crujiente de su piel o menestra de verduras de temporada, de primero; y rodaballo salvaje al horno con patatas panaderas y refrito de ajo y guindilla, solomillo de ternera de Navarra con foie y salsa de oporto, o pichón de Navaz encebollado al estilo de la abuela Milagros, de segundo. De postre, cuajada de leche de oveja elaborada en casa. Para amantes del vino, está La Merindad de Olite (restaurantemerindaddeolite.com), que es restaurante, enoteca y winebar, donde degustar los mejores caldos de la D.O. Navarra. Ah, también es hotel (C/ Rua de la Judería 11).
Estamos en Navarra, el reino de los pueblos bonitos, donde es difícil, muy difícil, quedarse con y en uno. Ujué, Ochagavía, Lesaka, Elizondo, Estella, Roncesvalles, Tafalla, Vera de Bidasoa... Las lista es larguísima. Pero entre todos ellos hay uno que brilla no ya por su esplendor pasado, que de eso hay mucho por aquí, sino por su castillo-palacio, que es de cuento de hadas. De tan bonito resulta artificial. Pero no: es tan de verdad que tienes que ir a verlo (y tocarlo para creerlo) ya. Olite te maravillará, créenos. Lo tienes a orillas del río Zidacos, en la zona media de Navarra, que podría ser la Tierra Media de Tolkien a su manera. A 42 kilómetros al sur de Pamplona y a 50 al norte de Tudela. Esto va de reyes, jardines colgantes y mucho señorío. No le falta ni el vino.
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