30 años sin Concha Piquer: de su relación 'ilícita' a sus diferencias con Rocío Jurado
La célebre artista es historia de España y se sigue recordando su inmenso legado, tanto en nuestro país como en América, donde fue una gran estrella
En una época en la que la presión por comportarse conforme a ciertos códigos éticos sí podía llegar a ser incluso opresiva y no ceñirse a la moralidad imperante podía pagarse con el ostracismo social, hubo una situación que rompió todos los moldes. Hablamos de la relación sentimental de la mítica Concha Piquer, de cuya muerte se cumplen 30 años este 12 de diciembre, y del gran torero Antonio Márquez, quien llegó a recibir el apelativo del Belmonte Rubio, lo que nos da una pista de la mangnitud de sus cualidades en un arte, el toreo, que tenía entonces un gigantesco predicamento y no contaba, como en la actualidad, con amplios sectores sociales y políticos que cuestionan su existencia y su naturaleza. "Márquez está dentro de ese corto número de toreros que llevan los toros toreados. Torea sin precipitación y sin violencia, con suavidad y con temple, desde que inicia hasta que remata", publicaba 'ABC' en 1921 cuando comenzaba a abrirse camino.
Antonio Márquez, seis años después de tomar la alternativa de manos del mismísimo Belmonte, era protagonista de las principales publicaciones de sociedad de la época, y en diciembre de 1927 la revista 'Mundo Gráfico' anunciaba que se iba a casar el 8 de ese mismo mes con "la señorita cubana (de origen vasco) Ignacia de Arechavala", a quien, al parecer, habría conocido mediados los años 20 en una travesía en barco desde México a España. La suya fue una boda de alta sociedad que se celebró en la capilla privada del palacio de la señora viuda de Arechavala, en el madrileño paseo de la Castellana, quien ejerció de madrina (el padrino fue el padre del torero) en un enlace repleto de aristócratas, artistas e intelectuales. El banquete nupcial se celebraría en el hotel Ritz y, para seguir con los códigos habituales de este tipo de crónica, añadiremos que su felicidad la completó el nacimiento de su primer hijo, José Antonio, al año siguiente.
Como dejó acuñado Blaise Pascal, "el corazón tiene razones que la razón no entiende" y el destino quiso que su camino se cruzara con el de Concha Piquer, la 'emperatriz de la copla'. Saltaron chispas. La propia intérprete de 'Ojos verdes' así lo contó: "Yo lo había visto torear y ya me había fijado en sus ojos azules; le llamaban el Belmonte Rubio, y pensé que aquel hombre no se me podía escapar. Me enamoré de él por los ojos. Luego nos encontramos en un baile de máscaras en el teatro de la Zarzuela, donde yo iba a todo meter, y se quedó patidifuso, era el año 1928".
Las circunstancias en las que surge la relación sentimental la llevan inicialmente a desarrollarse en la clandestinidad y quedan reflejadas en 'Romance de la otra', copla de León y Quiroga, que la intérprete de 'A la lima y al limón' estrenó en 1943, cuando su relación ya estaba consolidada, pero sin contar con el respaldo social por el estado civil del torero y un régimen que no contemplaba el divorcio (la ley que lo permite se aprobó en nuestro país el 22 de junio de 1981): "Yo soy la otra, la otra y a nada tengo derecho, porque no llevo un anillo, con una fecha por dentro. No tengo ley que me abone, ni puerta donde llamar, y me alimento a escondidas con tus besos y tu pan".
Aun así, desafiando las convenciones sociales, se fueron a vivir juntos y fruto de esta relación nacería su única hija, Concha Márquez Piquer, quien en su libro 'Así era mi madre' afirma que "aunque en el Registro de la ciudad de Buenos Aires pone otra fecha de nacimiento, que es la que figura en todos mis documentos, mi madre me aseguró que yo nací ese día 31 (de 1945)… Cuando le pedí aclaraciones me explicó que ese cambio de fechas lo organizó Evita", decía en alusión a la mujer del presidente Juan Domingo Perón, quien fue su madrina de bautismo por la gran amistad que mantenía con la artista valenciana.
Su padre, Antonio Márquez, que falleció en noviembre de 1988 a los 89 años, fue muy feliz con su mujer (y viceversa). Se había retirado en 1943 y el 1 de septiembre de 1944 se embarcaron en el puerto de Bilbao con destino a Argentina, con el fin de cumplir con numerosos compromisos profesionales que tenía en América, donde doña Concha también era una leyenda. El diestro se dedicó por completo a la compañía de su mujer y a su familia, aceptando el segundo plano y, como recogen algunas crónicas, aceptando de buen grado ser recordado por algunos desconocedores de su trayectoria como el "marido de la emperatriz de la copla" o "el suegro de Curro Romero", primer marido de su hija. La irrepetible cantante y actriz, que con unos estándares de autoexigencia enorme decidió retirarse de los escenarios en 1958 (en 1963 se publicó su último disco) tras unos persistentes problemas de faringe, fallecía el 12 de diciembre de 1990 a los 82 años.
Triunfadora en Broadway, estrella sin parangón, su legado sigue muy vigente y no solo su hija, quien también ha tenido una notable trayectoria artística, sino el público de distintas generaciones siguen revisitando sus canciones. "Nunca me ha hecho sombra nadie. Ni cuando empecé, que era una fierecilla, ni luego ya de mayor. Como dicen en Argentina, 'a mí no me ha pisado el poncho nadie'. Y no quiero ser vanidosa, que no lo soy, pero es así", declaraba en el mítico 'Cantares' de Lauren Postigo en 1978. Razón no le faltaba a la Piquer. Sin embargo, siguen siendo muy recordadas sus míticas diferencias con Rocío Jurado...
Historia de un desencuentro
Concha Piquer no era dada a desmentir lo que se decía de ella, aunque no la dejara en un buen lugar. No lo hizo con el mítico Miguel de Molina, que murió exiliado en Argentina y realizó unas muy desafortunadas acusaciones sobre la intérprete de 'A la lima y al limón', a quien acusaba de haberse tenido que ir de España después de que le pegaran una brutal paliza (la película 'Las cosas del querer', de Jaime Chávarri, está inspirada de manera oficiosa en su biografía. NI tampoco se pronunció sobre los dimes y diretes que surgieron tras el encuentro con Rocío Jurado en su casa de Madrid cuando 'la más grande' era una artista que daba sus primeros pasos en su carrera artística.
En los años 70, sin embargo, Rocío Jurado sí se pronunció sobre el legado artístico de doña Concha cuando un incisivo Postigo le preguntaba por ella en su 'Cantares'. Visiblemente incómoda, la intérprete de 'Me ha dicho la luna' afirmaba: "Yo de esa señora prefiero no hablar", a lo que el presentador apostillaba, para meter el dedo en la herida, que "esa señora es la reina de la tonadilla española", a lo que la chipionera respondió: "En su época, sí. Yo en su época no la he conocido, actualmente no trabaja. No tengo por qué opinar y encima no quiero hablar de ella".
Lauren, que buscaba un buen titular, le preguntó: "¿Tú crees que cantas mejor que Concha Piquer?". Y Rocío, recurriendo al argot de su profesión, replicó: "Yo sé que soy más larga que Concha Piquer". Postigo no perdía la oportunidad en un programa posterior en recordárselo a su hija, Concha Márquez Piquer, quien con ironía afirmaba: "Ella se refería seguramente a que calza más pie, porque Rocío calza un 41. Es más larga de pie. O tal vez tenga algo más de largura de busto. Pero no, es una chica angelical, y es incapaz de ser vanidosa y de no tener respeto a una artista como Concha Piquer".
Décadas más tarde, en 2001, María Teresa Campos le volvía a recordar a Jurado ese desencuentro y afirmaba que la recordada artista era "mucha doña Concha", a lo que la cantante respondía con gran respeto: "Mucha doña Concha, pero una gran artista. Una gran señora de la escena a la que yo siempre he respetado muchísimo, siempre voy a respetar y que delante de mí siempre voy a querer que todo el mundo la respete".
Y por último, arrojó algo de luz sobre este asunto, aunque no dio mayores pormenores: "Una anécdota es que cuando yo llegué a Madrid hubo un poquito de encontronazo, no sé si era por el momento en el que ella vivía y en el momento en el que empezaba yo, pero eso es una tontería en comparación con tanta admiración, con tanto respeto, de mi familia entera. Me habían enseñado a admirarla y a respetarla. A quererla, ella no me dio ocasión. A mí una vez me dijeron si yo era mejor y yo dije: 'Hombre, yo no soy mejor, ni peor'. No puedo decir una cosa así, pero 'yo soy más larga' en el sentido que se dice en el flamenco de que canto más estilos. Lo vuelvo a decir ahora, pero en ningún sentido para ofender la memoria de una mujer que ha sido muy grande para la copla y que seguirá siendo, que es historia de España".
En una época en la que la presión por comportarse conforme a ciertos códigos éticos sí podía llegar a ser incluso opresiva y no ceñirse a la moralidad imperante podía pagarse con el ostracismo social, hubo una situación que rompió todos los moldes. Hablamos de la relación sentimental de la mítica Concha Piquer, de cuya muerte se cumplen 30 años este 12 de diciembre, y del gran torero Antonio Márquez, quien llegó a recibir el apelativo del Belmonte Rubio, lo que nos da una pista de la mangnitud de sus cualidades en un arte, el toreo, que tenía entonces un gigantesco predicamento y no contaba, como en la actualidad, con amplios sectores sociales y políticos que cuestionan su existencia y su naturaleza. "Márquez está dentro de ese corto número de toreros que llevan los toros toreados. Torea sin precipitación y sin violencia, con suavidad y con temple, desde que inicia hasta que remata", publicaba 'ABC' en 1921 cuando comenzaba a abrirse camino.