Isabel Díaz Ayuso, de Madrid a La Habana y del son cubano al bocata de calamares

Isabel Díaz Ayuso está demostrando que puede ser casi omnipresente: si hace unos días la veíamos pasearse por las calles de Nueva York y poco después acudir a la convención del PP, este domingo la presidenta de la Comunidad de Madrid celebraba el Festival Hispanidad en la capital madrileña, donde tenía lugar un encuentro, denominado Pequeña Cuba, y cuya banda sonora corría a cargo del DJ Carlos Jean.

El festival, que se desarrolla estos días previos al Día de la Hispanidad, que se festeja mañana, 12 de octubre, en toda España, lleva el lema de ‘Todos los acentos caben en Madrid’ y está organizado por la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid. De ahí que junto a Ayuso hayamos podido ver a Toni Cantó haciendo palmas, además de María Eugenia Carballedo (presidenta de la Asamblea de Madrid) y Marta Rivera de la Cruz (consejera de Cultura, Turismo y Deporte).

El escenario elegido para la celebración de este pequeño homenaje al pueblo cubano fue la plaza de las Salesas, y en el escenario Carlos Jean fusionaba la música de Los Chocolatinos con la electrónica. Los ritmos de La Habana se extendían a varias calles del barrio de Chueca que se llenaban también con banderas de la isla en un festival que se completa con más de 80 espectáculos incluidas las actuaciones Ana Mena, Omar Montes y Yotuel, y con participación de escritores como Espido Freire y Marta Robles.

A juzgar por la cuenta personal que la política tiene en Instagram, Ayuso se ha atrevido a acompañar el ritmo y dar palmas desde la silla, pero no ha terminado de arrancarse por el baile. También la hemos podido ver saludando, posando junto al DJ y haciéndose fotos con las participantes ataviadas con floridos trajes y maracas aunque la presidenta se decantaba por un estilismo más sobrio: un total look en negro.

Después de disfrutar de una jornada puramente ‘a lo cubano’ (que diría el grupo Orishas), Ayuso volvía a su estilo ‘a la madrileña’ apretándose un bocata de calamares, un manjar de lo más castizo que además compartía con una imagen presidida por la palabra ‘callos’. El madridisimo a la máxima potencia. Y para completar la estampa, la escena tenía lugar en uno de los locales más conocidos y típicos de la capital: el bar Brillante, en Atocha.