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Adriana Abascal, la socialité que bailaba en las mesas en Madrid y se aburría en Londres
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RETRATO

Adriana Abascal, la socialité que bailaba en las mesas en Madrid y se aburría en Londres

La exmujer de Juan Villalonga, con el que tiene tres hijos, se acaba de separar de Emmanuel Schreder tras nueve años de relación

Foto: Adriana Abascal. (Getty)
Adriana Abascal. (Getty)

Hace un año, Adriana Abascal presumía en las entrevistas que concedía de lo enamorada que estaba del tercer hombre de su vida, el empresario francés Emmanuel Schreder. Ahora, nueve años después, se han separado.

Se casaron en Ibiza en una ceremonia exclusiva a pesar de que el novio era un importante hombre de negocios y se le suponía patrimonio suficiente como para no tener que comercializar con su vida privada. Adriana, mujer vistosa, divertida y con pocos complejos de casta, tenía 42 años y mucho mundo.

Acudieron los tres hijos que tuvo con el expresidente de Telefónica, Juan Villalonga, uno de los grandes amigos de José María Aznar y Ana Botella. Esta relación fraternal con el matrimonio Aznar había desaparecido tiempo antes de su último enlace, cuando la bella Miss México irrumpió en la vida del alto directivo de telefonía. La que fuese mujer de Villalonga, Concha Tallada, era íntima de la que sería alcaldesa de Madrid y cerró filas junto a la amiga, que se enteró demasiado tarde del enamoramiento de su marido. En Telefónica era del dominio público que el alto directivo había perdido la cabeza por Abascal, a su vez expareja del difunto Emilio Azcárraga, dueño de Televisa.

placeholder Adriana Abascal. (Cordon Press)
Adriana Abascal. (Cordon Press)

Encuentros y desencuentros

En aquellos inicios de coqueteo hubo quien le aconsejó que se distanciara de Abascal. “Solo te traerá problemas”, le decían, pero Villalonga estaba decidido a conquistar a la bella en aquella primavera de 1998. Uno de los problemas que se le presentaba a Adriana en aquellas fechas eran los importantes desencuentros con los hijos de Azcárraga y la herencia megamillonaria, y Villalonga le ofreció su ayuda.

Adriana no se había casado porque el 'Tigre', apodo con el que se conocía al magnate mexicano, nunca se separó de su mujer, Paula Cusi, pero sí ostentaba unos derechos relevantes sobre las empresas en las que tenía voz y voto. Villalonga quiso ser el caballero andante y su asesor para solucionar ese asunto patrimonial.

Desde entonces, Villalonga nunca más volvió a compartir vida privada y profesional con el presidente Aznar y su mujer. Con el empresario, Adriana tuvo tres hijos: Paulina, Diego y Jimena. La primogénita ya hizo sus pinitos con su aparición en la prensa social en un reportaje de varias páginas como protagonista. Por el momento, ese perfil se ha diluido y, por alguna razón, esa trayectoria mediática se paró. Los tres hijos ya habían formado parte de reportajes vistosos con su madre. Con Villalonga vivió en Londres y en Los Ángeles, donde se casaron. Una boda a la que los personajes vips nacionales no acudieron. Solo estuvieron los primos Cortina. Una ceremonia muy diferente a la que vivió con su último marido, Emanuelle, con un despliegue informativo importante.

Una boda sin famoseo

En la boda con Villlalonga, en junio de 2001, la ausencia de caras conocidas llamó la atención y la disculpa que se dio fue cómica para muchos: demasiada distancia entre Madrid y la mansión de Bel Air, en la costa oeste de Estados Unidos, donde se firmó el matrimonial.

placeholder Adriana Abascal, junto a Emmanuel Schreder. (CP)
Adriana Abascal, junto a Emmanuel Schreder. (CP)

En realidad, a Adriana Abascal le importaba muy poco que no acudieran lo que ahora se ha venido a llamar 'socialités oficiales'. Ella era una mujer de mundo, divertida, lista, desinhibida que había vivido el verdadero poder del imperio de Emilio Azcárraga. Villalonga quiso que se relacionara con las mujeres de sus amigos, ilustres ociosas que pertenecían al club de las segundas y terceras esposas. Abascal se aburría con ellas y además había un factor crucial: las damas de sociedad tenían miedo de Miss Cuernavaca, como la llamaban con maldad. No sabían que Abascal había gestionado su patrimonio desde muy joven, se había enfrentado a los hijos Azcárraga y, ya como dato definitivo, fue finalista en el concurso de Miss Universo con 18 años. Un currículum que nada tenía que ver con las mujeres más provincianas con las que su marido Villalonga la quería relacionar.

Hay una anécdota que vivimos algunos periodistas en una presentación de joyas donde ella era la imagen. Su aburrimiento era llamativo y el interés por los vips oficiales nulo. Así que decidió divertirse con la prensa que acudió al restaurante. Una vez que finalizó el acto y la mayoría de los invitados se fueron, Adriana Abascal decidió seguir con la fiesta. Alaska pinchaba la música y cantaba mientras la mujer de Villalonga le hacía los coros. El fin del encuentro acabó de madrugada con la bella bailando encima de las mesas y la prensa jaleándola.

Hace un año, Adriana Abascal presumía en las entrevistas que concedía de lo enamorada que estaba del tercer hombre de su vida, el empresario francés Emmanuel Schreder. Ahora, nueve años después, se han separado.

José María Aznar
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