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Isabel Pantoja, de ser la mala de la historia a recibir la solidaridad pública
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OPINIÓN

Isabel Pantoja, de ser la mala de la historia a recibir la solidaridad pública

Su hermano Agustín es su soporte emocional, pero no puede ser el que le marque legalmente la línea argumental de sus demandas, que es lo que parece

Foto: Isabel Pantoja, en el juzgado. (EFE/Daniel Pérez)
Isabel Pantoja, en el juzgado. (EFE/Daniel Pérez)

Su última aparición pública en los juzgados el martes pasado no debería haber sido como fue. Las imágenes no tenían doble lectura, por mucho que hubiera una acusación por medio y Pantoja tuviera que sentarse ante el juez, que, como confirman, su trabajo "era tutelarla en sede judicial". Lo que se pudo ver fue a una mujer rota que entró escoltada por la guardia civil, los únicos que la protegieron. Una aparición en la sala de vistas que demostraba un estado emocional frágil. La prensa, como en otras situaciones parecidas, hizo su trabajo, pero era el titular del juzgado quien debería haber marcado los tiempos para salvaguardar la intimidad de la cantante.

Verla llorar bajo la mascarilla y con los ojos llenos de lágrimas, ante la impasibilidad de los presentes y casi sin poder hablar, ha servido para que los que no la tenían entre sus artistas favoritas le hayan mostrado su solidaridad. Esta situación que vivió Pantoja en el juzgado no fue justa, ni puede formar parte de los escarmientos que la justicia impone a veces a personajes conocidos. Las humillaciones públicas nunca son buenas y producen el efecto contrario.

placeholder Isabel Pantoja, en los juzgados. (EFE/Daniel Pérez)
Isabel Pantoja, en los juzgados. (EFE/Daniel Pérez)

Hace tiempo que Isabel Pantoja decidió encerrarse en Cantora, el castillo inexpugnable en que convirtió el campo que compró Paquirri antes de que fueran novios. Un lugar en medio de la nada, situado en el término municipal de Medina Sidonia, donde la artista vive su soledad junto a su hermano Agustín. Es el único humano con el que aparentemente tiene relación en esta etapa de su vida una vez que falleció su madre.

En este lugar vivió momentos felices con toda su tribu, a la que se unía en los cumpleaños el club de fans presidido por Celeste. Eran tiempos más o menos equilibrados emocionalmente donde el paso por la cárcel era inimaginable y mucho menos los ataques desenfrenados de su hijo Kiko. En aquellas fechas, lo más llamativo de Cantora era el trasiego del 'fantasma' de Paquirri, que lo mismo hacia sonreír a Chabelita que ponía en marcha su moto en mitad de la noche.

placeholder Isabel Pantoja, durante un concierto. (EFE/Román Ríos)
Isabel Pantoja, durante un concierto. (EFE/Román Ríos)

Estas revelaciones no fueron un invento de la prensa, sino datos que dieron los propios hijos cuando participaban en un reality. Resultaba lo más novedoso en la existencia de la artista. Se dejaba ver poco una vez que finalizaba sus conciertos y tampoco se explayaba en las entrevistas exclusivas que concedía. Su agenda profesional fue decayendo hasta hoy. Y no por falta de ofertas, sino porque su estado de ánimo no era el mejor. Como era lógico, el paso por la cárcel la dejó muy tocada. El deterioro físico de su madre, que se iba apagando poco a poco, hizo el resto. Y la guinda la colocó ‘La herencia envenenada’, donde el hijo la dejó a los pies de los caballos. La llamó ladrona, mala madre e incluso llegó a decir que donde mejor podría estar era en la cárcel. Terrible.

Todo esto fue minando su estado emocional, tal y como ha explicado varias veces su hija Isa, que por ahora es la única de la saga que demuestra sensatez y bondad. El resto mantiene una actitud televisiva que sirve para hacer caja. Defenderla desde tribunas donde se la ha atacado deliberadamente sirve de poco.

placeholder Isa Pantoja, en una imagen de archivo. (EFE)
Isa Pantoja, en una imagen de archivo. (EFE)

Es cierto que Isabel Pantoja no se ha dejado querer por personas de su entorno que sí la apreciaban. Incluso en ese listado podrían figurar gente buena como la que fuera su abogada, Graciela Otondo, Diego Gómez o Máximo Valverde, que le volvió a ofrecer su afecto hace poco y ella lo rechazó. Su situación actual es mala y triste y, lo peor, sin gente profesional que la asesore en todos los aspectos.

Su hermano Agustín es su soporte emocional, pero no puede ser el que le marque legalmente la línea argumental de sus demandas, que es lo que parece. El abogado, o quien se encargue de su defensa, debería haber solicitado un permiso para que la artista pudiera entrar en el juzgado de una manera menos visible. Esta petición suele ser aceptada por el juez en casos de personajes mediáticos, ya sean Miguel Bosé o Ronaldo, por poner un ejemplo. La razón de por qué no lo solicitó es un misterio.

Su última aparición pública en los juzgados el martes pasado no debería haber sido como fue. Las imágenes no tenían doble lectura, por mucho que hubiera una acusación por medio y Pantoja tuviera que sentarse ante el juez, que, como confirman, su trabajo "era tutelarla en sede judicial". Lo que se pudo ver fue a una mujer rota que entró escoltada por la guardia civil, los únicos que la protegieron. Una aparición en la sala de vistas que demostraba un estado emocional frágil. La prensa, como en otras situaciones parecidas, hizo su trabajo, pero era el titular del juzgado quien debería haber marcado los tiempos para salvaguardar la intimidad de la cantante.

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