Las lágrimas de las hermanas Pombo y lo que aún no te hemos contado de la fiesta de las fiestas: la de Vanitatis, la nuestra
Dice Nacho Gay, director de Vanitatis, que somos una familia. Disfuncional, pero familia. Y es verdad. Nuestras fiestas atraen y mucho. Normal, nuestro reflejo de la crónica social, las casas reales y el estilo de vida gusta a todo el mundo
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La electricidad es importante en toda fiesta que se precie, no la que suministran las distribuidoras energéticas —que, sí, es necesaria—, nos referimos a la que generan los invitados al evento. La electricidad se palpa en el ambiente, fluye y todo lo conecta. Suele hacer acto de presencia en la segunda hora, cuando los mejores vinos y espirituosos corretean alegremente por el torrente sanguíneo de los presentes.
Aunque pudiera parecerlo, el mérito no es del alcohol, es de la energía que desprenden todos y cada uno de los presentes. Un éter sutil, invisible, imponderable y elástico que se apodera del espacio y el tiempo, generando calor y amor a partes iguales.
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La segunda entrega de los Premios Vanitatis a los Hombres y Mujeres del Año fue todo un éxito, pura electricidad, éter del bueno. Pero, ¿qué circunstancias deben conjurarse para alcanzar este clímax?, ¿qué debe ocurrir las horas, días, semanas y meses previos al evento? Un millón de cosas que obligan a un millón de decisiones.
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Señalada en el calendario para el martes 29 de octubre de 2024, nuestra cita se fijó en el lejano mes de mayo. Nos subimos entonces en la montaña rusa de los nombres propios que deben ser premiados: quién y por qué. Comienza el juego de las agendas, de los correos electrónicos, los whatsapps y hasta de los mensajes directos en Instagram. Todo vale con tal de dar en la diana.
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Entran en juego después nuestras amigas las marcas, los directores de marketing y comunicación y todo el potencial del fantástico equipo de publicidad y eventos de Titania, nuestra santa editorial, la que hace posible que cada mañana, a las cinco, las portadas de El Confidencial y Vanitatis luzcan cargadas de información y entretenimiento veraz.
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Con el verano —benditas vacaciones— nos olvidamos de todo, hasta que llega el 1 de septiembre y entramos en un muy necesario ‘modo pánico’ para sacudirnos la arena de playa y volver a enfocarnos en lo que importa: la segunda fiesta de Vanitatis. La primera, la de 2023, se hizo esperar quince años, tocaba crecer. Ahora ya no hay quien nos pare.
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La semana antes de la fiesta es terrible: hoteles, aviones, discursos, guiones, biografías, vídeos, sesiones de fotos, entrevistas, photocalls, la grabación de un docureality —el de las hermanas Pombo— y, sobre todo, el ¡qué diablos me pongo! Pero hay un momento aún peor, las 24 horas antes del evento en las que, por momentos, todo parece desmoronarse, pero no.
Nada mejor para sobrellevar el último pico de estrés que aparcarlo todo a un lado, hacer como que no pasa nada, ponerse guapo, subirse a un taxi y entrar en Jimmy’s Club —nuestro anfitrión en cuestiones de metros cúbicos— para brillar en la más perfecta de las tormentas eléctricas.
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La terrible dana de estos días nos dio una tregua en el arranque de la fiesta, esperó a que todos estuviéramos dentro, al calor del amor. Pero una vez en el interior, con todo el excell check, el cielo se abrió sobre Madrid; más concretamente, sobre la confluencia de las calles María de Molina y Príncipe de Vergara. Bienvenidos al diluvio universal.
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Los Hombres y Mujeres del Año Vanitatis 2024 nos regalaron un sinfín de momentos únicos. Rescatemos ahora algunos de ellos.
Los comprensibles nervios de Victoria Federica de Marichalar y Borbón al agradecer su premio que, con resolución torera, optó por reiniciar más tranquila y arropada por el aplauso de los presentes.
Los tacones de Isabel Gemio que decidieron transformarse en su peor enemigo. Los corrillos de influencers que se llevan bien alejados de los corrillos de influencers con los que no se llevan tan bien.
La mítica locuacidad de Boris Izaguirre, en todo su esplendor, solicitando el puesto vitalicio de maestro de ceremonias de los premios Vanitatis.
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La generosidad y cariño de Chiara Ferragni, a quien la presión de 28,7 millones de seguidores no ha cambiado. La elegante discreción de Lázaro Rosa-Violán, nuestro arquitecto interiorista más internacional, a quien no le gustan demasiado las fotos, pero posó como un campeón.
El bonito discurso de María Pombo al recoger su premio —sobre el valor de la amistad verdadera y el amor de los seres queridos— que hizo que a las cuatro hermanas, y a parte del público, se le escapasen las lágrimas. La elegancia incombustible de Teresa Helbig o la pasión intacta de Malú al celebrar sus 27 años sobre los escenarios.
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No se vayan todavía, aún hay más. La estudiada mirada Zoolander de José Manuel Parada en el photocall. El magnetismo inevitable de Sandra García-Sanjuán, creadora de Starlite. La profesionalidad de Tito Pajares, propietario de Jimmy’s Club, dirigiendo su superorquesta de camareros, cocineros, relaciones públicas y personal de seguridad.
La estupenda madurez de Pelayo Díaz. La conexión en directo del periodista Víctor Sandoval con su imparable programa vestido de Astérix, ¿o era Obélix?
La mítica capacidad de Paloma Barrientos para bilocarse y estar en todos los corrillos. O la frenética actividad de Nacho Gay saludando a todos y cada uno de los asistentes a la fiesta de las fiestas. La de Vanitatis, la nuestra.
Boris, querido, cuenta con 2025.
La electricidad es importante en toda fiesta que se precie, no la que suministran las distribuidoras energéticas —que, sí, es necesaria—, nos referimos a la que generan los invitados al evento. La electricidad se palpa en el ambiente, fluye y todo lo conecta. Suele hacer acto de presencia en la segunda hora, cuando los mejores vinos y espirituosos corretean alegremente por el torrente sanguíneo de los presentes.