Los últimos palacios del Barrio de Salamanca: belleza, historia y un cartel de "se vende"
La antigua casa palacio de los marqueses de Bolaños, en la calle Villanueva, ha vuelto a salir al mercado por 35 millones de euros. La mansión de Cuqui Fierro en la plaza del Marqués de Salamanca lleva años a la venta
Detrás de las fachadas impecables del Barrio de Salamanca se esconden historias de esplendor, herencias y silencios. Mientras el mercado inmobiliario de lujo vive un auge sin precedentes, algunos de los últimos palacetes madrileños —joyas con pasado aristocrático y precios desorbitados— permanecen cerrados, vacíos, ajenos al vértigo de las nuevas fortunas. Entre ellos, el histórico palacete de los marqueses de Bolaños, en la calle Villanueva, o las residencias de la familia Fierro.
La vivienda de lujo ha encontrado en Madrid un mercado que no deja de crecer. Las compraventas de grandes residencias, áticos con vistas al Retiro y promociones exclusivas en el barrio de Salamanca confirman que la capital se ha convertido en uno de los destinos europeos más atractivos para el alto patrimonio. Sin embargo, no todas las propiedades logran encontrar comprador con la misma facilidad. Algunos de los palacetes más singulares de la ciudad, joyas arquitectónicas con siglos de historia, permanecen en el mercado a la espera de un nuevo dueño capaz de asumir su precio y su potencial.
Uno de esos ejemplos es el palacete de los marqueses de Bolaños, en el número 18 de la calle Villanueva, una de las escasas residencias decimonónicas que aún se conservan en pie en el Barrio de Salamanca. Según adelantó 'Cinco Días' esta semana, sus actuales propietarios —un grupo de inversores estadounidenses— han decidido ponerlo a la venta por 35 millones de euros y han encargado la operación a la consultora JLL. El edificio, terminado en 1870 dentro del plan urbanístico de Carlos de Castro, fue residencia de los marqueses de Bolaños y destaca por su ubicación privilegiada, junto a Serrano y a pocos metros del Retiro.
Con 1.600 metros cuadrados edificados y una edificabilidad adicional de 1.300 metros, el inmueble ofrece un abanico de posibilidades: desde su recuperación como residencia privada hasta su conversión en hotel boutique o sede comercial. De hecho, sus dueños habían barajado la apertura de una tienda de lujo —proyecto finalmente desestimado—, lo que explica su versatilidad de uso residencial, hotelero o comercial. Abandonado durante décadas aunque rehabilitado parcialmente, el palacete simboliza el destino incierto de algunas de las propiedades más exclusivas de Madrid, donde incluso los grandes patrimonios dudan antes de asumir operaciones de semejante envergadura.
La historia reciente del palacete de los marqueses de Bolaños es, en realidad, un ejemplo paradigmático de cómo el mercado del lujo madrileño también tropieza con sus propios límites. Tal y como publicó El Confidencial en 2020, el inmueble lleva años pasando por las manos —o, más bien, por los despachos— de algunos de los principales inversores del sector, sin que ninguno haya decidido dar el paso. El motivo: su precio. El entonces propietario, un poderoso inversor mexicano que lo adquirió en 2014 por algo más de 10 millones de euros, pretendía revenderlo por más del doble, una cifra considerada “fuera de mercado” por los expertos consultados. “En Madrid hay muchos edificios enteros a la venta, pero sus propietarios piden precios completamente alejados de la realidad”, advertía entonces Óscar Larrea, director general de Engel & Völkers Madrid. Su caso se sumaba al de otros activos emblemáticos —como Claudio Coello 11, Orellana 1 o Velázquez 70— que lograron venderse solo tras sustanciales rebajas.
Más allá de la especulación, el valor del edificio reside en su historia. Levantado hacia 1865 dentro del ambicioso plan de ensanche ideado por Carlos María de Castro y promovido por el marqués de Salamanca, el inmueble fue uno de los primeros palacetes construidos en la zona y más tarde residencia de Luis María Pérez de Guzmán Nieulant, senador del reino y diputado de las cortes, además de primer marqués de Bolaños, un título creado por la reina regente María Cristina de Habsburgo en 1886.
En su interior se celebraban veladas musicales y reuniones de la aristocracia madrileña, frecuentadas por figuras como Isaac Albéniz, Joaquín Sorolla o Cecilia Pla. También se daban cita miembros destacados de la aristocracia como la duquesa de Medinacelli, Rosa Bauer o la marquesa de Acapulco. Distribuido en cinco plantas y rodeado por un jardín con la verja de forja original, el edificio conserva la estructura de las grandes casas palaciegas del XIX, con sótano para servicio y despensas, planta baja social y estancias privadas en los pisos superiores. Aunque en 2003 fue descatalogado como bien protegido, la Comunidad de Madrid lo incluyó en 2012 en su inventario de bienes culturales por su antigüedad y relevancia histórica.
Si el palacete de Villanueva ilustra la dificultad de colocar en el mercado una joya arquitectónica del siglo XIX, los dos grandes inmuebles de la familia Fierro confirman que incluso las fortunas más sólidas del siglo XX han dejado tras de sí propiedades difíciles de encajar en el mercado actual. Ildefonso González-Fierro, patriarca de una de las sagas empresariales más influyentes del franquismo y la transición, levantó un imperio que abarcó desde la banca hasta el transporte y la minería. De aquella prosperidad quedan dos monumentales residencias vacías en el corazón de Madrid: la mansión de Cuqui Fierro, en la plaza del Marqués de Salamanca, y el palacete de la calle Serrano 128, levantado por su hermano Ignacio y su cuñada, la panameña Yolanda Eleta.
La casa de Cuqui Fierro, de 2.300 metros cuadrados y datada en 1950, lleva en el mercado desde 2017. Su precio superaba entonces los 50 millones de euros, una cifra que refleja tanto la ubicación (en la plaza del Marqués de Salamanca) como el peso simbólico de un inmueble que fue durante décadas epicentro de la vida social madrileña.
Por su parte, el palacete de Serrano 128, con 4.000 metros construidos sobre una parcela de 1.900, fue obra del arquitecto Guillermo de Roux y resume como pocos la elegancia neoclásica de los años sesenta. Allí residieron Ignacio Fierro y Yolanda Eleta, anfitriones de las veladas más exclusivas de la alta sociedad. Tras la muerte de ambos, sus herederos recurrieron el año pasado a Sotheby’s para subastar el mobiliario, las obras de arte y las joyas familiares, revelando por primera vez el interior de esta joya arquitectónica oculta en pleno El Viso. Hoy, no se sabe si los descendientes han decidido ponerla oficialmente a la venta o conservarla dentro del patrimonio familiar. Vanitatis ha podido comprobar que el año pasado se solicitó una licencia para talar un árbol del jardín, lo que podría indicar una futura rehabilitación del inmueble.
Algo similar ocurre también con el palacete de don Luis Redonet López-Dóriga, situado en la calle Castelló, 43. Se trata de una joya arquitectónica de 1910 firmada por Joaquín Saldaña, y es otro de los pocos inmuebles de este tipo que aún sobreviven en el barrio de Salamanca. “Lecumberri construyó 3 hotelitos en la calle Villanueva, el número 16, el 18 y el 20 (entre las calles Serrano y Claudio Coello). En la actualidad solo el 18 está en uso. El número 16 se convirtió en 1950 en un edificio de viviendas. El número 20 fue hasta 1970 un colegio que se derribó y transformó en otro edificio de viviendas", recordaba la experta inmobiliaria Elena Jori para un reportaje de El Confidencial. Adquirido a finales de 2024 por la sociedad mexicana Los Príncipes de Castelló —administrada por Rafael Ramírez Ramírez y Pablo Álvarez Saiz— por 14 millones de euros, el inmueble fue puesto de nuevo en venta por 17 millones.
Madrid vive una edad dorada para el lujo inmobiliario, con operaciones récord, fondos internacionales y compradores dispuestos a pagar cifras inéditas por la exclusividad. Sin embargo, estos palacetes vacíos —el de los marqueses de Bolaños y los de la familia Fierro— recuerdan que hay un segmento del patrimonio madrileño que se resiste a desaparecer, pero que ya no encuentra quién lo habite.
Detrás de las fachadas impecables del Barrio de Salamanca se esconden historias de esplendor, herencias y silencios. Mientras el mercado inmobiliario de lujo vive un auge sin precedentes, algunos de los últimos palacetes madrileños —joyas con pasado aristocrático y precios desorbitados— permanecen cerrados, vacíos, ajenos al vértigo de las nuevas fortunas. Entre ellos, el histórico palacete de los marqueses de Bolaños, en la calle Villanueva, o las residencias de la familia Fierro.