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La boda no real que logró unir a Letizia y sus cuñadas
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La boda no real que logró unir a Letizia y sus cuñadas

El príncipe Nicolás de Grecia y su novia durante más de seis años, la venezolana Tatiana Blatnik, ya son marido y mujer.  Bajo un sol de

El príncipe Nicolás de Grecia y su novia durante más de seis años, la venezolana Tatiana Blatnik, ya son marido y mujer.  Bajo un sol de justicia y un calor asfixiante -a tenor de los aspavientos de la infanta Elena-, la pareja, a quienes separa una diferencia de edad de once años, se dio el sí quiero ayer en una sencilla ceremonia según el rito greco-ortodoxo, celebrada en la pequeña Iglesia de San Nicolás de Spetses, una bella y romántica isla del Egeo, que ha visto salpicada su habitual tranquilidad por el trasiego de periodistas y una lluvia incesante de flashes. Los 370 invitados -salvo los 30 escogidos para presenciar el enlace en su interior- han seguido la boda desde un claustro anexo a través de unas pantallas gigantes.

La novia, que lucía un diseño en seda y encaje con escote palabra de honor y joyas de la depuesta Casa Real griega, llegó a la ceremonia en una calesa tirada por caballos y adornada con flores blancas, acompañada por Atilio Brillembourg, actual marido de su madre. El novio, en cambio, lo hizo del brazo de su madre, Ana María de Grecia, al son del coro que comenzó a cantar a su llegada a la iglesia, donde ondeaban las banderas del país heleno, que hace 46 años decidió abolir la Monarquía. "Los novios desean que la boda sea un evento bello, sencillo. No tienen la intención de ocasionar molestia al resto de los visitantes de la isla", declaró antes de la ceremonia un portavoz de la oficina del rey Constantino.

Pero, a pesar de que no se trataba de una boda real al uso, el enlace despertó un gran interés entre los habitantes del lugar que, según las informaciones de algunos periodistas allí destacados, salieron a la calle movidos más por el revuelo informativo y los ilustres invitados, que por el apego y afecto que profesan hacia  la familia del novio. Aún así, el enlace entre la joven Tatiana, de 29 años, y Nicolás de Grecia, de 40, ha contado con la presencia de un nutrido grupo de representantes de las diferentes casas reales europeas. Las cámaras no pudieron captar el momento del sí quiero, pero la pareja de recién casados tuvo la deferencia de compartir con los curiosos y la prensa su momento de felicidad, que sellaron con un beso. Los padrinos fueron el príncipe heredero Pablo, el hermano de la novia, Boris, y Naso Thanopulos, un joven empresario griego, amigo íntimo de la familia.

 Rojo y azul, los colores de la boda

370 invitados, entre los que hay que destacar a la Primera Familia española. La reina Sofía, tía paterna del novio, que llegó acompañada de su hermana Irene y la reina Margarita de Dinamarca, tía materna de Nicolás, lució para la ocasión un llamativo vestido en color rojo pasión. Una elección en la misma línea cromática que el que llevara la princesa Letizia en la boda de Victoria de Suecia y Daniel Westling, que le sirvió el apelativo de ‘princesa cerilla’ en la prensa internacional. 

Aunque en esta ocasión el protocolo apuntaba que el vestido debía de ser de gala, las invitadas fueron más allá y, de forma inesperada, convirtieron el rojo y el azul en los colores indispensables de la velada. De rojo pasión también se vistió la heredera sueca, que posó para las decenas de fotógrafos acreditados con los solitarios Mary de Dinamarca y Haakon de Noruega, además de con los príncipes de Holanda, Guillermo y Máxima Zorreguieta.

La gama cromática del azul tuvo su mayor exponente en la princesa Letizia y su guiño a los orígenes de su suegra, la reina Sofía, con un vestido de seda en azul claro, de clara inspiración helénica, que dejaba un hombro al descubierto.

La reina Margarita de Dinamarca también optó por el color de las límpidas aguas de Spetses, aunque en un tono mucho más oscuro y parecido al que llevó la ex emperatriz iraní Farah Diba. La princesa Magdalena de Suecia, que fue acompañada por su hermano, el príncipe Carlos Felipe, lució un vestido con escote corazón que recordaba al tono de las aguamarinas.

La infanta Elena, Rosario Nadal y Marie Chantal Miller optaron por los colores pastel. La duquesa de Lugo no causó la sensación esperada con un diseño demasiado veraniego, que cubrió con una chaqueta en rosa palo, y  su peinado efecto mojado. La cuñada del novio, en cambio, lució con gracia y mucho estilo una especie de mantón de manila que decoró con una flor en malva. La musa de Valentino y ex princesa de Preslav llevó un vestido nude, que destacaba su figura y potenciaba su elegancia. Su ex, Kyril de Bulgaria, no le acompañó en esta ocasión, como hiciera en la boda de la heredera sueca y su ex entrenador personal.

Notadas ausencias

Pero, la no asistencia del Rey al enlace de su propio sobrino y el dress code de los/as invitadas quedaron en un segundo plano. No por otras considerables ausencias como las del primo del novio, Federico de Dinamarca, o la princesa Mette Marit, que dejó solo a su marido en las labores de representación, sino por la tan esperada instantánea de la princesa Letizia con sus cuñadas. Posaron juntas a la salida del cocktail previo a los fastos, celebrado en el hotel más lujoso de la isla, y lo volvieron a hacer a la llegada a la Iglesia de San Nicolás, tal vez para disipar las informaciones que afirman que el Rey habría tenido que intervenir entre sus hijas y su nuera para normalizar su relación. Parece que los vientos del Egeo y una boda no real han sido suficientes para conseguir unir a la princesa y las infantas.
 

El príncipe Nicolás de Grecia y su novia durante más de seis años, la venezolana Tatiana Blatnik, ya son marido y mujer.  Bajo un sol de justicia y un calor asfixiante -a tenor de los aspavientos de la infanta Elena-, la pareja, a quienes separa una diferencia de edad de once años, se dio el sí quiero ayer en una sencilla ceremonia según el rito greco-ortodoxo, celebrada en la pequeña Iglesia de San Nicolás de Spetses, una bella y romántica isla del Egeo, que ha visto salpicada su habitual tranquilidad por el trasiego de periodistas y una lluvia incesante de flashes. Los 370 invitados -salvo los 30 escogidos para presenciar el enlace en su interior- han seguido la boda desde un claustro anexo a través de unas pantallas gigantes.