El poema 'cherokee' que las amigas dedicaron a Concha García Campoy

Las despedidas de personajes conocidos y con trascendencia mediática son siempre multitudinarias. Y así ha sido el funeral de Concha García Campoy, celebrado este viernes en el tanatorio de Tres Cantos de Madrid. Lo que ha diferenciado de otras celebraciones tristes como esta era la unanimidad a la hora de definir a la periodista como una gran persona y el sinfín de anécdotas que, a pesar del sentimiento de pérdida, pintaban la sonrisa en la cara de sus amigos y de familiares como la madre, los hijos Lorenzo y Berta, el viudo, Andrés Vicente Gómez y Lorenzo Díaz. Por haber hubo hasta un poema de parte de sus amigas, las llamadas ‘cuatro magníficas’.

Daba igual que las lágrimas fueran de Ana Belén que de Nativel Preciado o de becarios de la última hornada de la época Tele 5, porque los adjetivos a la hora de explicarlas eran los mismos: ‘buena persona’, ‘maestra excepcional’, ‘solidaria’, tal y como la definía el padre Ángel, ‘cariñosa’, ‘paciente’, ‘divertida’, ‘cálida’... Estas no fueron palabras vacías propias de un funeral sino expresiones llenas de contenido por parte de periodistas anónimos de la Ser,  Radio Nacional, Onda Cero, Cope... que ni ganaban ni perdían nada con esos halagos.

Concha García Campoy se ganó a pulso el afecto de todos los grupos heterogéneos que  componían  su vida o se incorporaban a ella. La gente de Ibiza donde nació hace 54 años, las multipandilla de los veranos con Ana Belén, Victor Manuel, María Barranco o Fernando Trueba; los colegas de la radio, de la televisión , de la prensa en general  y de su actividad profesional como Juan Ramón Gonzalo, director de El programa de AR y compañero profesional inseparable, Daniel Gavela, Rosa Villascastín, Ana Rosa Quintana, Isabel Gemio, Inés Ballester, Marta Robles, el jefe de Comunicación de Casa Real, Javier Ayuso,  María Rey,  María Teresa Campos, Juan Pedro Valentín, Vicente Vallés., Gonzalo Miró, Enrique Cerezo,  y sobre todo las “magnificas”, ese grupo formado por Elena Sánchez, María Escario, Angeles Caso y Olga Viza a las que Concha llamaba “brujillas” y así figuraba en un cesto de peonías al lado del féretro.

“Nos conocimos con 17 años en la facultad de periodismo. Hicimos la carrera juntas y siempre  mantuvimos el contacto”, aseguraban. Hasta los últimos momentos se mensajeaba con ellas. “Me parece mentira que ya no pueda volver a  verla, a reírnos juntas, a ir de compras, a recomendarnos un libro… Deshabituarse va a ser muy duro”, afirmaba una de ellas.

Manuel Campo Vidal, presidente de la Academia de Televisión, fue el encargado de dedicarle las primeras palabras a su amiga del alma y adelantó que esta previsto estudiar algún tipo de homenaje anual a través de unos premios o becas. A continuación, Ángeles Caso leyó el poema cherokee dedicado a su íntima que dice lo siguiente:

“No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan 
y sostienen las alas de los pájaros.
Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.
Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.
No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto”.

El momento más emotivo del funeral  tuvo lugar cuando el hijo de Concha, Lorenzo, que estudia Periodismo, leyó una carta que le dedicaba a su madre en la que resumía entre lágrimas las vivencias con ella y con la familia. A pesar del dolor inmenso, el joven aguantó el tipo. Un aplauso cerrado de varios minutos cerró el último adiós a la Campoy, amiga y maestra.