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Raphael no necesita famosos en su concierto
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Raphael no necesita famosos en su concierto

Una semana antes de su actuación en el Teatro de la Zarzuela de Madrid ya era complicado encontrar entradas para la gala del primer día

Foto: El cantante Raphael durante su último concierto en el Teatro de la Zarzuela de Madrid (I.C.)
El cantante Raphael durante su último concierto en el Teatro de la Zarzuela de Madrid (I.C.)

Una semana antes de su actuación en el Teatro de la Zarzuela de Madrid ya era complicado encontrar entradas para la gala del primer día. Los seguidores de Raphael que no lo habían conseguido suspiraban en la puerta como los adolescentes que se mueren por Justin Bieber. La única diferencia entre uno y otro la marcaría la edad, porque en cuestión de pasión los límites son parecidos. Además se da una circunstancia que sólo es referente con Raphael y que consiste en que parte de su público lo forman tres generaciones y hasta cuatro, normalmente de mujeres. Abuelas, madres, hijas y nietas. Este árbol genealógico de adictas al cantante sería digno de estudio sociológico.

En el patio de butacas del teatro era visible que la primera generación era mucho más activa que la segunda, que se mostraba más comedida y con menos recursos escénicos. Había un grupo de señoras con estética marbellí a base de vestidos animalprint y criollas (pendientes de aro de gran tamaño), que también llevaban sus propios gadgets en forma de caretas del artista. A diferencia de otros colegas y del propio Julio Iglesias, que regala un bis, Raphael empieza con puntualidad británica, pero nunca se sabe cuándo acaba. El día de su estreno en Madrid fueron tres horas completas sin interrupción, en las que ofreció sus Joyas de la Corona, que forman parte del hilo musical de la vida nacional. Escándalo, Digan lo que Digan, Como yo te amo fueron coreados por las 500 personas que abarrotaban el teatro. Sólo faltó como canción habitual El tamborilero, pero aún hace calor como para arrancarse por Navidad. El artista contó a su público que está volviendo a grabar muchos de sus éxitos para un álbum especial que sería como el “tesoro del imperio”.

A sus setenta años, estos recitales forman parte de su gira mundial Mi gran noche, que le ha hecho recorrer medio mundo con parada y fonda en Moscú, donde el raphaelismo es consustancial a la Plaza Roja. Cuenta la leyenda que en la época más negra de la desaparecida Unión Soviética, Raphael regalaba bajo cuerda entradas a gente sin posibilidad de acceder a sus conciertos. Tenía una especie de red solidaria y a través de un intermediario se repartían los tickets, que en muchas ocasiones sirvieron para que esas personas los ofrecieran a su vez y poder comprar lo más necesario para llegar a fin de mes. Verdad o fábula el caso es que, más de cuatro décadas después de su primer concierto, Raphael sigue siendo la gran estrella que consigue llenar teatros sin necesidad de acompañarse de photocall y caras conocidas de pago, como ocurre en la mayoría de las convocatorias, donde las hermanas Preysler son el referente de caché.

Los únicos que el martes estaban en el Teatro de la Zarzuela eran los amigos de la estrella y en general de los Martos/Figueroa. Teresa Campos, Terelu, Carlos Pombo, Alaska, Mario Vaquerizo, el abogado Antonio Camuñas, Lola Herrera, Natalia Dicenta, los periodistas Ángeles Meneses, Pedro Piqueras, Carlos Pérez Gimeno, Carmen Echevarría o Karen Zúñiga; el diseñador Roberto Torreta, que celebra pronto sus treinta años como profesional y lo festejará en la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week (Antes Cibeles); o Patricia Pérez, Luis Canut y, por supuesto, la familia y colaterales.

Una semana antes de su actuación en el Teatro de la Zarzuela de Madrid ya era complicado encontrar entradas para la gala del primer día. Los seguidores de Raphael que no lo habían conseguido suspiraban en la puerta como los adolescentes que se mueren por Justin Bieber. La única diferencia entre uno y otro la marcaría la edad, porque en cuestión de pasión los límites son parecidos. Además se da una circunstancia que sólo es referente con Raphael y que consiste en que parte de su público lo forman tres generaciones y hasta cuatro, normalmente de mujeres. Abuelas, madres, hijas y nietas. Este árbol genealógico de adictas al cantante sería digno de estudio sociológico.

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