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Paco Arango, director de Aladina: "He visto a Dios llorar en los hospitales"
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entrevista al director de la fundación aladina

Paco Arango, director de Aladina: "He visto a Dios llorar en los hospitales"

Hace un año, Arango cumplió uno de sus sueños, cuando la fundación Aladina, que él creó, abrió el centro Maktub en el hospital Niño Jesús de Madrid

Foto: El fundador de Aladina, Paco Arango
El fundador de Aladina, Paco Arango

Hace un año cumplió uno de sus sueños, cuando la fundación Aladina, que él creó, abrió el centro Maktub en el hospital Niño Jesús de Madrid. Durante este tiempo se han realizado 63 trasplantes de médula ósea a niños cuyo horizonte vital era muy complicado. Arango es más que el promotor de esta iniciativa. Ha hecho de Aladina el centro de su vida; de ahí que afirme que los milagros existen: “Yo los he visto”, apunta. Asegura que esta labor está llena de duros altibajos. De hecho, “sólo está permitido llorar ocho segundos cuando muere un niño porque también hay otro que se salva. Al final eso es lo que pinta la sonrisa”. Pronto afrotnará otro tipo de proyecto, una película que rodará en Estados Unidos: Once por ciento.

¿Imaginaba que el centro Maktub funcionaría tan bien?

Claro que sí y el nombre lo dice todo. Maktub significa “lo que está escrito” y lo que estaba escrito era que funcionara como está sucediendo. La estancia de los niños es alegre dentro de lo que supone un aislamiento de tantos días.

¿Cómo se siente?

Imagínese cómo me puedo sentir cuando gracias a la fundación sesenta y tres personitas han recibido un trasplante de médula. Es una maravilla ver cómo se encontraban antes del tratamiento y cómo están ahora. El centro Makbut es un lugar capaz de sacar una sonrisa a un niño en unas condiciones complicadas.

¿Qué relación mantiene con ellos?

En la fundación atendemos a más de 1.000 niños a pie de cama y para mí son mi familia. Yo no llego, digo “hola, qué tal” y me marcho. Los médicos están para curar el cuerpo y nosotros para cuidar el alma y que el espíritu no decaiga.

Se ha involucrada de tal manera que hasta ha abandonado sus proyectos empresariales y personales

Es natural. Aladina me ha robado mi vida para bien. Aunque tampoco he abandonado mi carrera de cineasta y tengo una película que rodaré en Estados Unidos. Pero mi prioridad absoluta son estos niños. Saber el bien que se puede hacer y, sobre todo, lo necesario que es, no me queda otra.

Veo que Aladina le ha reconvertido. Antes era mas despreocupado, más juerguista, más pendiente de si mismo…

Hay un antes y un después. En la película Maktub se habla de un hombre que no sabía todo lo que tenía hasta que no se enfrenta con el cáncer. Y eso me ocurrió a mí. Me di cuenta de la fragilidad de la vida y de lo que verdaderamente es importante. Yo estoy apagando fuegos todos los días y no hay nada más importante que eso. ¿He cambiado? Sin duda. ¿Soy más feliz? Por supuesto ¿Qué sufro? Una barbaridad, pero no lo cambio por nada. Tengo momentos tremendos de bajón porque estos niños son mis sobrinos.

Imagino que esos momentos de tremendo bajón a los que hace referencia es cuando uno de esos niños muere ¿Cómo llega a casa cuando eso ocurre?

Es inexplicablemente duro. Al principio tenía una especie de neurosis porque no sabía cómo combinar este sufrimiento con una vida normal. Pero se aprende. Yo tengo una frase que dice ‘Ocho segundos para llorar’, que es el tiempo que tenemos en el hospital para lamentarse. Milagrosamente, a los ocho segundos de un drama hay una alegría. Además, aquí no hay tiempo para estar tristes.

¿Qué quiere decir?

Le doy un ejemplo. Hace cuatro meses había una niña a la que no le funcionó el tratamiento y se nos iba. Hablaba con ella sabiendo que era la última vez. Nos reímos y me despedí con “luego nos vemos”. Salí por la puerta y me eché a llorar. Y, de repente, a los ocho segundos me dicen que en otra habitación están celebrando el cumpleaños de una niña que había superado el trasplante. Por encima del fracaso hay un estado de amor, de supervivencia, de ánimo que nos hace que sigamos viviendo.

placeholder Paco Arango, en una imagen cedida por la Fundación Aladina (I.C.)

Sí, por supuesto. No vengo de una educación religiosa, pero he tenido la inmensa suerte de tener fe. He visto milagros y creo en ellos. Sé que estos niños van a un sitio mejor. Algunos han venido con una misión y esta vida, por muy importante que parezca, es un guiño comparado a lo que prosigue. He visto a Dios llorar en los hospitales, ¿que por qué no puede intervenir? No tengo ni idea.

¿Por qué cree que la película ‘Maktub’ no funcionó en España?

Me llevé una decepción, puede ser que estrenar en Navidad una película sobre cáncer y niños no fuera lo mejor. Pero luego pasó algo increíble y tuvo mucha repercusión. En México rompió la taquilla y yo sigo dando charlas por el mundo con el tema de Maktub.

Fue una inversión fuerte, cerca de cuatro millones ¿No habría sido mejor darlos directamente a la fundación?

Es importante que se conociera esa historia, que es un drama pero de la que la gente sale con la sonrisa puesta. La comunicación y el mensaje era igual de importante que el éxito y además creo que caló hondo.

placeholder Paco Arango durante la inauguración de la nueva sala de juegos del hospital materno infantil Gregorio Marañón en octubre de 2013 (I.C.)

Con o sin taquilla, al final el centro de transplante de médula ósea funciona

El hospital Niño Jesús es extraordinario y nosotros lo que hemos hecho ha sido mejorarlo. Aladina lo que sabe hacer muy bien es la relación con los pacientes y sus familiares. Tenemos también otro proyecto que funciona muy bien, como el Banco de Leche del hospital Doce de Octubre que ahora mismo puede surtir a toda la comunidad de Madrid.

¿Y cómo va su vida familiar, emocional y laboral?

Tengo una familia y unos amigos maravillosos. La emocional más complicada. Me imagino que si me hubiera casado y tuviera hijos sería más complicado, pero ni quiero, ni voy a cambiar. Es lo que más valoro en mi vida y profesionalmente tengo ya una película que se titula ‘Once por ciento’ que rodaré en Estados Unidos.

¿Los negocios familiares nunca le interesaron?

Soy consejero y estoy al tanto de todo, pero lo lleva mi hermano Pacho, que lo hace muy bien. Mis padres también están involucrados en Aladina. Mi madre es patrona y mi padre me ha acompañado varias veces, además de sus donaciones. Y no hay que olvidar que Aladina tienen que funcionar como una empresa, porque sin socios y sin dinero no es posible.

¿Qué le gustaría transmitir?

Que ha llegado la hora que España se dé cuenta de lo que es la fundación Aladina, que nos conozcan, que entre en nuestra página (www.aladina.org) y que vea lo que hacemos. Y que si decide ayudarnos, entrará a formar parte de esta familia. Lo que quiero decir es que ahora necesitamos dinero y lo voy a pedir. Necesitamos balas para el rifle, porque disparamos muy bien.

Hace un año cumplió uno de sus sueños, cuando la fundación Aladina, que él creó, abrió el centro Maktub en el hospital Niño Jesús de Madrid. Durante este tiempo se han realizado 63 trasplantes de médula ósea a niños cuyo horizonte vital era muy complicado. Arango es más que el promotor de esta iniciativa. Ha hecho de Aladina el centro de su vida; de ahí que afirme que los milagros existen: “Yo los he visto”, apunta. Asegura que esta labor está llena de duros altibajos. De hecho, “sólo está permitido llorar ocho segundos cuando muere un niño porque también hay otro que se salva. Al final eso es lo que pinta la sonrisa”. Pronto afrotnará otro tipo de proyecto, una película que rodará en Estados Unidos: Once por ciento.

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