Los 27, el club en el que usted no desea ingresar
A medio camino del mito y la obsesión, el Club de los 27 es una realidad con muy ilustres miembros que ha generado monografías, recopilatorios y merchandising.
La maldición comienza en 1938, cuando el guitarrista de blues Robert Johnson abandona el lado de los vivos tras pactar con el Diablo. Como debe ser, si es que hablamos de una maldición en condiciones. En el mes de marzo de 1936, las perspectivas de Johnson eran peor que deplorables: su talento estaba tan muerto como su familia. Desesperado, decidió romper la baraja y usar, según se cuenta, un antiguo conjuro para invocar a Satanás. Le ofrecería su alma a cambio del éxito. Total, qué más daba.
En los dos años previos a su muerte, un músico hasta entonces anodino, grabó 29 piezas que lograron alcanzar la cumbre. Tanto, que Eric Clapton lo ha considerado el músico más importante que ha dado el blues. Johnson acabó sus días envenenado, quizá por un marido celoso, tal vez por la sífilis. Afortunadamente no hubo autopsia y el bluesman entró en la leyenda.
La trascendencia de los más recientes miembros del Club –Kurt Cobain y Amy Winehouse–, ha eclipsado la verdadera magnitud de este fenómeno aún inexplicado. La lista total llega a 50 personas, según recogió el especialista Howard Sounes, biógrafo de Bob Dylan y Lou Reed y autor de A brief story of the 27 Club. Y la maldición se remontaría a 130 años antes de Robert Johnson con la muerte del brasileño Alexandre Levy.
Entre otros, figuran Alan Wilson, Chris Bell, Ron ‘Pigpen’ McKernan, Linda Jones, Les Harvey, Roger Lee Durham, Pete de Freitas, Jeremy Michael Ward… Y Cecilia, la única española del Club. Nacida como Evangelina Sobredo, la joven que esperó cada de 9 de noviembre un ramito de violetas y cantó Dama, Dama y Mi querida España, falleció víctima de un accidente de tráfico en 1976. Su memoria tuvo que esperar a 2011 para que Ocho y Medio publicase Equilibrista: la vida de Cecilia, la primera y única biografía de la cantautora madrileña, obra de JoseMadrid.
No obstante, hemos de entroncar de nuevo con el Diablo para homenajear al que se tiene como el primero de los rockeros en abrir la puerta del club. Brian Jones, fundador de los Rolling Stones, se ahogó en su piscina en 1969 y generó un devastador efecto dominó que se llevó, en los dos años siguientes, nada menos que a Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison. Nótese el abultado número de jotas que suman entre los cuatro y cuyo arcano significado dejamos a consideración del lector. Algunos dicen que para ser miembro ‘clase no va más’ del Club de los 27 no basta con morir a esa edad sino que la vida que uno abandona debe ser turbulenta. Drogas y alcohol, principalmente, y cuadros depresivos en la mayoría de casos. Janis Joplin murió en 1970 por una sobredosis de heroína; Jendrix se ahogó con su propio vómito el mismo año, incapaz de recobrar el sentido sepultado bajo una pesada embriaguez de vino tinto mientras que Morrison, que había experimentado a conciencia con psicoactivos y frecuentaba con generosidad el alcohol, apareció muerto en la bañera un año después. Paro cardíaco, dijeron. Su novia, Pamela Courson, murió también a los 27.
Distinto a los demás es el caso de Kurt Cobain. Fue tras descerrajarse un tiro cuando comenzó la leyenda del Club. Uno, dos, tres e incluso cuatro jóvenes talentos muertos en circunstancias dramáticas podrían atribuirse a la casualidad, pero Cobain rompió el molde. Con un talento fuera de toda duda, el líder de Nirvana era un alma torturada, introvertido y (se supone que) adicto a la heroína. Sin embargo, lo que le otorga categoría propia es que no solo conocía el Club de los 27 sino que deseaba entrar en él.
Cuidado, somos conscientes de que acabamos de franquear ese Rubicón que enciende a quienes convierten al mito en amigo íntimo. Por ello citamos las fuentes. Julián Ruiz, de Plásticos y Decibelios, recoge una escalofriante declaración de la madre del malogrado cantante al The Daily World de Aberdeen (Washington): “Ahora Kurt se ha unido a ese estúpido club de músicos muertos con 27 años, con el que solía estar obsesionado, a pesar de que yo le decía que se olvidara de esas tonterías”. Hay más. La biografía Heavier than Heaven (Random House, 2005) suma a su hermana: Cobain hablaba de unirse al club siendo poco menos que un crío.
Para fanáticos del rock y las maldiciones, recomendamos que se pierdan en algún tugurio de Camden y prueben a hacerse góticos o bien que compren el LP The 27s: The Greatest Myth of Rock & Roll, de Samadhi Creations. No están todos los que son pero sí son todos los que están.
La maldición comienza en 1938, cuando el guitarrista de blues Robert Johnson abandona el lado de los vivos tras pactar con el Diablo. Como debe ser, si es que hablamos de una maldición en condiciones. En el mes de marzo de 1936, las perspectivas de Johnson eran peor que deplorables: su talento estaba tan muerto como su familia. Desesperado, decidió romper la baraja y usar, según se cuenta, un antiguo conjuro para invocar a Satanás. Le ofrecería su alma a cambio del éxito. Total, qué más daba.
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