La novia que se casó con el vestido de Navascués que llevó su madre en la década de los 90 para una boda de película
Para entonar el 'sí, quiero' a Tom, el amor de su vida, Almudena decidió rescatar del baúl familiar el vestido de novia que su madre llevó el día de su boda. Un diseño de Navascués que transformó de manera magistral
En el verano de 2016, Almudena, con solo 16 años, viajó de Pamplona a Estados Unidos para estudiar inglés. Durante su estancia conoció a Tom, de 18 años. "Era amigo de uno de los hijos mayores de la familia americana con la que vivía. Tom estaba a punto de empezar la universidad y aunque después de ese verano no supe mucho más de él, siempre sentí que entre nosotros algo no se había cerrado". Un presentimiento que en realidad fue el inicio de su relación.
Pasarían tres años más hasta que los caminos de Tom y Almudena volvieron a cruzarse. "En abril de 2019, Tom me escribió para contarme que estaba de intercambio en Roma. Sin pensarlo mucho, convencí a mi amiga Ale y compramos los vuelos para ir a verle. Después de cuatro días en Roma, decidimos empezar una relación a distancia". Separados por más de 8.000 kilómetros durante los cuatro siguientes años, mientras él estudiaba en Virginia y ella, ingeniería en San Sebastián; en 2023, Almudena consiguió un trabajo en Washington y se fue a vivir allí.
"Un jueves después del trabajo fuimos a cenar a un sitio muy chulo al lado del capitolio. Después de cenar, dando un paseo, me pidió la mano en frente del obelisco en Washington DC. Un momento muy de película americana, como toda nuestra historia", cuenta Almudena.
Y así sería su boda, una boda de película que la pareja decidió celebrar en España, en Pamplona, la ciudad natal de la novia. Los dos, Almudena y Tom, provienen de familias numerosas con seis hermanos y eso se dejó notar en la lista de invitados, una lista tan multitudinaria como internacional, "fuimos unos 220, de los cuales unos 70 americanos".
Fijaron su gran día para el 6 de septiembre de 2024. Dividido en dos actos, primero, ceremonia religiosa en el Monasterio de Iranzu; y segundo, celebración en la Finca El Peregrino, la novia se encargó de organizar y planificar el enlace. "No tuvimos wedding planner. En ningún momento me planteé contratar a alguien para que nos ayudara porque me hacía mucha ilusión poder planearlo todo yo. Yo estaba viviendo en EE. UU. y llegué a España 9 meses antes de la boda, cada mes íbamos avanzando con distintos temas. Mi madre era como mi wedding planner, y nos solíamos sentar a hacer listas de 'To Do's' y cosas pendientes. Lo disfrutamos un montón".
Ayudada por su madre, Almudena comenzó a dar forma a su boda de película. Y entre consejos, Arancha, la madre de la novia, desempolvó su vestido de novia. Aunque no hubo flechazo instantáneo, entre pruebas y bromas, Almudena terminó eligiéndolo como traje para entonar el 'sí, quiero' al amor de su vida.
"Nunca me había planteado usar el vestido de novia de mi madre, pero un día lo sacó de un armario y me lo probé por hacer la gracia. En cuanto lo vi, me enamoré de la tela: estaba hecho de organza gazar de seda, ligera, pero estructurada a la vez, con un poco de brillo y un color ideal. Me encantaba que no era blanco. Mi madre se casó con un diseño de Navascués hace casi 30 años, en 1996, y a pesar de los años, el vestido estaba muy bien conservado. En ese momento supe que quería casarme con ese vestido que mi madre había llevado, aunque con algunos toques actualizados para hacerlo mío", detalla la novia.
Hace meses, la artífice de aquel vestido de novia, Cristina Martínez-Pardo Cobián, fundadora y diseñadora de Navascués, nos contó en una entrevista que, "cada vez es más frecuente que las hijas de mis antiguas novias sigan sus pasos". Almudena es el ejemplo vivo.
Lo curioso es que, una servidora, presenció esa boda en 1996, y hoy, casi tres décadas después, he tenido la suerte de ver como ese traje de novia ha evolucionado hasta transformase en un diseño actual con muchísimo estilazo. Con 11 años fui a mi primera boda, la de mi prima Arancha. Se celebró en Madrid, en la Parroquia San Jerónimo el Real, la popularmente conocida Los Jerónimos, y aunque era una niña, recuerdo perfectamente el desfile de la novia y su vestido. Clásica y cumpliendo con los cánones de la época, mi prima se casó en la misma iglesia en la que después yo contraje matrimonio y con el vestido que, en manos de Almudena, volvió a enamorarme.
Almudena quería darle su toque personal. Ahora bien, su misión era encontrar quién llevaría a cabo esos cambios. "Fuimos a varios sitios a pedir opiniones, y todos coincidían en que era una auténtica joya, tanto por la calidad de la tela, su confección y el estado de conservación de la tela. Sin embargo, no todos los talleres se atrevían a trabajar partiendo de esa base, ya que es más difícil readaptar un vestido antiguo que empezar de cero. Finalmente, encontré en Victoria Imaz el equipo perfecto".
"Desde el principio, me transmitieron confianza y demostraron un profundo respeto por el vestido original. Valoraron cada detalle: las técnicas con las que estaban cosidas las cremalleras, los botones forrados a mano, cómo se enganchaba la cola... Todo hecho con una precisión y un cuidado que ya no se ven a menudo, reflejando el modo en que se trabajaba antes", Almudena habla así del buen hacer en costura de Navascués.
Con el vestido de su madre e inspirada en diseños de Balenciaga, la novia y Victoria Imaz, "trabajamos juntas dando forma a la idea que tenía en mente". Antes de desarmar el traje, "hicimos las primeras pruebas en una toile, a partir de ahí definimos como iba a ser el escote, la forma de la falda, las mangas…".
Como premisa fundamental en ese rediseño, Almudena tenía claro que quería un vestido desmontable, "para poder adaptarlo a cada momento del día".
"Mantuvimos la forma de la cola que había llevado mi madre, mientras que la falda fue lo que más cambió. El vestido original tenía una falda con mucho volumen, incluso con cancán, pero decidimos estrecharla para darle un toque más contemporáneo. Por otro lado, no quería un vestido largo hasta el suelo, no me terminaba de ver. Opté por un largo tobillero y fue la mejor decisión, me sentía muy yo y estuve comodísima todo el día. Para culminar el look, añadimos un velo de tul ilusión. Era algo que siempre había soñado, casarme velada. El color del tul ilusión era blanco y el vestido color champán, así que en Victoria Imaz hicieron magia y tiñeron el velo. Quedó alucinante de bonito", confiesa.
Almudena logró su sueño. "Nunca me hubiera imaginado poder vestirme en un día tan importante con este vestido tan único y lleno de historia. Me quedé feliz con el resultado. Para la comida me quité la cola y el velo. Para el baile, cambié las mangas por unos volantes, tan característicos de la moda española".
Dejando que el vestido de Navascués de su madre fuese el protagonista, la pamplonica acertó sumando los complementos adecuados. Los pendientes de M de Paulet, un par largo con perlas, y los zapatos, unas sandalias de la marca que aman y calzan todas las novias e invitadas. "Elegí el modelo 'Lou Garnet' de Flordeasoka. Unas sandalias de terciopelo de seda burdeos. Desde que las vi supe que era lo que quería, comodísimas y muy de mi estilo".
Por último, el ramo. "De hortensias, mi flor favorita de siempre, muy del norte. El ramo tenía solo 3 hortensias, que terminé separando para darle una a cada una de mis hermanas durante la comida. En el ramo llevaba una medalla de la virgen de la Almudena, con la fecha grabada por detrás, atada con una cinta de terciopelo burdeos, que me regalaron mis amigas del cole", detalla.
Después de tantos años separados, de viajes de ida y vuelta, y de miles de kilómetros a sus espaldas, Tom y Almudena iban a casarse. "Me arreglé en casa. Me peinó María, de Bucles, la peluquería de mi madre de toda la vida. Del maquillaje se encargó Arturo Nuez, un artista. Mientras me arreglaba me puse un camisón y una bata ideales de Camisones Icha, una tienda familiar de Sevilla. Fue un regalazo de mis amigas del colegio mayor".
Tom cumplió con el protocolo. "Apostó por un chaqué azul marino hecho a medida en Hackett. Mi padre, mi hermano Ignacio y mi hermana Teresa le acompañaron a todas pruebas. La corbata era de Hermès con dibujitos de balones de rugby, su deporte. Como detalle, se puso unos gemelos de plata de la bandera de EE. UU.".
"Llegué a la iglesia en un coche Jeep con mi padre y mi hermano Ignacio, el mayor, que fue quien condujo. Fuimos charlando y escuchando música para calmar los nervios. Al llegar, nos quedamos unos minutos esperando en el coche mientras sonaba de fondo la canción 'Madre' de Hakuna. Fue un momento superespecial que no se me va a olvidar nunca", rememora Almudena.
Esa mañana, "el cielo estaba gris, no había parado de llover a cántaros desde la noche anterior. Yo me desperté muy positiva y asumiendo que llovería todo el día y que todo lo que habíamos planeado hacer en el jardín de la finca, tendría que ser dentro. 'Novia mojada, novia afortunada', me decía todo el mundo. Cuando salimos de casa había parado un poco de llover y en cuanto llegamos a la iglesia salió el sol. Hizo un día precioso, la temperatura perfecta. Y estoy convencida de que fue gracias a las oraciones de las Clarisas a las que mis abuelos y mi hermana llevaron 13 huevos unos días antes".
Cuando Almudena y su padre Carlos estaban preparados, se abrieron las puertas de la iglesia y comenzó la ceremonia religiosa. "Me quedo con el instante en el que vi al otro lado del pasillo a Tom esperándome. No pude parar de sonreír y llorar al mismo tiempo".
"El resto de la ceremonia fue de cuento. La misa la celebró un sacerdote amigo, el de mi colegio, que me conoce desde los 14 años. La homilía fue preciosa. Después, el hermano mayor de Tom, que es sacerdote, dijo unas palabras en inglés que nos emocionaron a todos. Además, tuvimos un coro de chicos de 15 y 16 años que lo hicieron genial, hasta se nos cayó alguna lagrimita".
Las hermanas y la madre de la novia fueron las encargadas de la decoración floral del templo. "La iglesia es preciosa y estaba alucinante de bonita decorada. Mi madre y yo nos encargamos de esto. Compramos todo tipo de cestas y todas las plantas y flores, y el día anterior mi madre y mis hermanas se ocuparon de todo el montaje. No queríamos recargar la iglesia porque ya es espectacular sin decorar. Dentro, solo pusimos verde, mucho eucalipto atado a los bancos y en el altar dos árboles altos que quedaron espectaculares".
Cuando ya estaban casados, Tom y Almudena disfrutaron en soledad de sus primeros minutos como marido y mujer. "Me encantó el momento después de la misa. Tom y yo fuimos a la finca solos en coche. Nos paramos a respirar y dijimos, '¡por fin estamos casados!', y no paramos de hablar hasta llegar a la finca. Entramos al cocktail con la canción 'Si los hombres han llegado hasta la luna', de Siempre Así, una de las canciones de nuestro noviazgo. Llegar a la finca y ver a todo el mundo junto, celebrando, el cielo azul y el solazo fue lo mejor para que se nos fueran todos los nervios acumulados hasta el momento".
En la Finca El Peregrino, todo se tiñó de dos tonos, burdeos y rosa oscuro, "como el rubí de mí anillo de compromiso, así que mis zapatos fueron de ese color, las hortensias del ramo, los claveles de los centros de mesa, los lazos de los misales… La floristería Villa Miranda se encargó de los centros de mesa. Sencillos, pero quedaron espectaculares, en verde con unos claveles preciosos".
A la mesa, un menú que aunó ambas culturas, la del novio y la de la novia. Como entrante, ensalada de langostinos con chutney de mango; de plato principal, solomillo de ternera con foie y patata trufada, y para terminar, dos postres, saint honoré con helado y coulant de chocolate con helado de frambuesa. "Reconozco que, con tantas emociones, no pude comer mucho, pero estaba todo riquísimo".
"Durante la comida hubo muchísimas sorpresas, una de ellas fue que, en el postre, mi padre trajo a unas joteras, que nos pusieron a Tom y a mí el pañuelico de San Fermín y cantaron varias jotas. Fue superemocionante, todo el mundo de pie bailando y cantando 'No te vayas de Navarra'. Los americanos fliparon", dice Almudena.
"Después de la comida salimos al jardín y lo dimos todo con los chicos de Doctor Pou, una banda de 5 chicos, son lo más. El momento en el que cantaron 'Yellow' de Coldplay en el atardecer, uno de los mejores momentos de la boda".
Como primer baile, los recién casados escogieron la canción 'I Don’t Dance' de Lee Brice. "Fue un guiño para todos los americanos que vinieron desde lejos y a la música country que nos encanta".
Una relación a distancia que superó todos los obstáculos y terminó en una boda de película con un vestido de novia cargado de historia.
Como consejo a las próximas que pasarán por el altar, Almudena señala que, "lo primero que les diría es que disfruten al máximo de todos los preparativos y, sobre todo, del día de la boda. Es fácil perderse en todos los pequeños detalles, pero que se esfuercen por mantener el foco en lo esencial. Que no se olviden que lo verdaderamente importante es casarse y llegar a ese día con el corazón y la mente preparados para ese momento tan especial".
En el verano de 2016, Almudena, con solo 16 años, viajó de Pamplona a Estados Unidos para estudiar inglés. Durante su estancia conoció a Tom, de 18 años. "Era amigo de uno de los hijos mayores de la familia americana con la que vivía. Tom estaba a punto de empezar la universidad y aunque después de ese verano no supe mucho más de él, siempre sentí que entre nosotros algo no se había cerrado". Un presentimiento que en realidad fue el inicio de su relación.