La técnica que debes usar con las personas que no cumplen promesas importantes, según la psicología
En lugar de frustrarnos y dejarnos llevar por el enfado, lo mejor será rebajar las expectativas y comunicar a esa persona lo que ha supuesto su comportamiento
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Cuando alguien no cumple con una promesa que nos hizo, el impacto emocional que nos genera puede afectar y mermar tanto a nuestra salud mental como a nuestra autoestima. En ese momento es común que surjan sentimientos como la frustración y la decepción, ya que erosionan la confianza en la otra persona y en nosotros mismos, generando sentimientos de resentimiento.
Pero, en lugar de mantenernos atrapados en emociones destructivas, tenemos el poder de trabajar con nuestros sentimientos para comprender la situación. Esta reflexión nos permite liberar el dolor y abrir espacio para nuevas posibilidades emocionales. Al tomar control de nuestras emociones, podemos adoptar una actitud más constructiva.
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Una parte fundamental para lograrlo es reconocer que el nivel de daño causado por el incumplimiento de una promesa está directamente relacionado con nuestras expectativas. Cuanto mayores sean las expectativas que depositamos en alguien, mayor será nuestra frustración cuando esas expectativas no se cumplan. Por ello, es importante aprender a gestionar nuestras expectativas de manera realista para evitarnos sorpresas y decepciones.
Enfrentarnos al incumplimiento de una promesa no debe llevarnos a un callejón sin salida lleno de ira y resentimiento. La queja y el reclamo solo perpetúan el conflicto, ya que, generalmente, la otra persona se defenderá y esto generará una desconexión. Por tanto, la mejor forma de proceder es ser claro y directo al expresar nuestras expectativas y necesidades.
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La próxima vez que esperes algo de alguien, dedica un tiempo para asegurarte de que tu mensaje es claro y comprensible. Así, aumentas las probabilidades de obtener una respuesta acorde a tus expectativas, sin malentendidos ni frustraciones innecesarias. Si tras expresarlo de manera clara en reiteradas ocasiones la persona en cuestión continúa con su actitud, lo mejor será establecer límites que nos protejan a nosotros mismos del comportamiento de esa persona.
Tomar las riendas de la situación, ser capaces de expresar de manera asertiva aquello que nos ha molestado e intentar mantener una comunicación abierta para que la otra persona pueda entender el sentimiento que nos ha generado su comportamiento, es vital para poder priorizarnos y evitar que esa persona vuelva a tener un comportamiento similar en el futuro.
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