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El estrés térmico: el enemigo silencioso que puede aumentar tu irritabilidad y empeorar tu descanso
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El estrés térmico: el enemigo silencioso que puede aumentar tu irritabilidad y empeorar tu descanso

Reconocer sus síntomas y actuar a tiempo es clave para cuidar la salud mental y física durante los meses más calurosos del año

Foto: El calor aumenta nuestros niveles de cortisol. (Pexels)
El calor aumenta nuestros niveles de cortisol. (Pexels)

Las altas temperaturas no solo afectan al cuerpo: también alteran el estado de ánimo, la concentración y la calidad del sueño. Este fenómeno, conocido como estrés térmico, se ha convertido en un problema de salud cada vez más frecuente, especialmente en entornos urbanos y durante las olas de calor. Aunque a menudo pasa desapercibido, sus efectos sobre el bienestar físico y emocional pueden ser tan sutiles como devastadores.

El estrés térmico ocurre cuando el cuerpo tiene dificultades para regular su temperatura interna debido al calor ambiental. Para mantener el equilibrio, el organismo activa mecanismos como la sudoración o el aumento del flujo sanguíneo hacia la piel. Sin embargo, cuando la exposición al calor es prolongada, estos recursos resultan insuficientes y empiezan a aparecer síntomas como fatiga, irritabilidad, insomnio, disminución del rendimiento cognitivo y un mayor riesgo de deshidratación.

placeholder Hidratarse para prevenir los golpes de calor. (Pexels/ Arnie Watkins)
Hidratarse para prevenir los golpes de calor. (Pexels/ Arnie Watkins)

Varios estudios han demostrado que el estrés térmico puede afectar de forma directa al comportamiento. Las altas temperaturas incrementan los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que puede generar una mayor sensación de ansiedad, tensión muscular e irritabilidad. En oficinas y centros educativos, esto se traduce en menor productividad, dificultades para concentrarse y un clima emocional más inestable.

A nivel físico, el cuerpo trabaja más para mantener la homeostasis, lo que genera una sensación de agotamiento constante. Por eso, es común sentirse más cansado o “mentalmente lento” en los días calurosos, incluso si se ha dormido el mismo número de horas que en condiciones normales.

placeholder Evitar un golpe de calor. (Pexels/ Armin Rimoldi)
Evitar un golpe de calor. (Pexels/ Armin Rimoldi)

El descanso nocturno también se ve gravemente alterado por el estrés térmico. Dormir con temperaturas elevadas impide que el cuerpo alcance las fases profundas del sueño, lo que da lugar a despertares frecuentes y un descanso poco reparador. La falta de ventilación o el uso de ropa de cama inadecuada solo agravan la situación, generando un círculo vicioso de mal sueño y fatiga acumulada.

Los expertos recomiendan dormir en habitaciones con una temperatura entre 18 °C y 22 °C, mantener una buena hidratación, evitar cenas copiosas y apagar los aparatos electrónicos que emiten calor. También puede ayudar adoptar rutinas de relajación antes de dormir, como practicar respiración consciente o tomar una ducha templada.

Las altas temperaturas no solo afectan al cuerpo: también alteran el estado de ánimo, la concentración y la calidad del sueño. Este fenómeno, conocido como estrés térmico, se ha convertido en un problema de salud cada vez más frecuente, especialmente en entornos urbanos y durante las olas de calor. Aunque a menudo pasa desapercibido, sus efectos sobre el bienestar físico y emocional pueden ser tan sutiles como devastadores.

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