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Virginia Frutos, psicóloga: “Uno de los procesos más difíciles es darnos cuenta de que nuestros padres envejecen”
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Virginia Frutos, psicóloga: “Uno de los procesos más difíciles es darnos cuenta de que nuestros padres envejecen”

Lejos de ser una llamada al abandono impulsivo, es una reflexión sobre el autocuidado y el derecho a reevaluar lo que arrastramos

Foto: Ver envejecer a tus padres puede ser complicado. (Pexels/ Matthias Zomer)
Ver envejecer a tus padres puede ser complicado. (Pexels/ Matthias Zomer)

Aceptar que nuestros padres envejecen no es solo un acto de observación, sino uno de los procesos emocionales más complejos que atravesamos como hijos. Así lo expresa la psicóloga Virginia Frutos, experta en bienestar emocional, quien ha puesto voz a un sentimiento que muchos experimentan pero pocos saben gestionar: el impacto psicológico de ver cómo aquellos que fueron nuestro refugio y soporte comienzan a necesitar de nosotros. “Uno de los procesos más difíciles es darnos cuenta de que nuestros padres envejecen”, afirma Frutos en uno de sus vídeos más compartidos en redes sociales. “De que esos pilares que antes eran independientes ahora nos necesitan”.

En su reflexión, la psicóloga describe con claridad cómo esta transformación nos enfrenta a emociones encontradas: la tristeza por la pérdida de autonomía de nuestros progenitores y el enojo por el paso del tiempo, tanto el suyo como el nuestro.

“Empiezan a perder la memoria, a depender de nosotros para moverse. Y eso a nosotros nos lleva a movernos entre la tristeza y el enojo”, apunta. Un cóctel emocional que, si no se gestiona con cuidado, puede acabar desembocando en una sensación de culpa difícil de nombrar: la de no estar a la altura, la de sentir fastidio o la de no saber cómo ayudar.

Frutos subraya una verdad incómoda: nadie nos enseña a ser hijos adultos, mucho menos a cuidar a quienes nos cuidaron. “Pero no te culpes”, recalca. “Sé que no es fácil, pero ahí estás. Lo estás haciendo bien”. Con un enfoque cálido y empático, su mensaje se convierte en un alivio para quienes transitan esta etapa, muchas veces marcada por el silencio o la sobreexigencia. Porque acompañar en el envejecimiento no solo exige tiempo, también un reajuste de los vínculos y de las propias emociones.

placeholder Las manos de una persona joven y otra mayor. (Pexels/ cottonbro studio)
Las manos de una persona joven y otra mayor. (Pexels/ cottonbro studio)

Más allá del contexto familiar, la psicóloga invita a revisar otras áreas donde cargamos con lo que ya no nos hace bien. “Desde pequeños nos enseñan a aguantar. A creer que dejar ir es rendirse, que soltar es perder”, explica en otro de sus vídeos. Así, tendemos a mantener trabajos, amistades o relaciones familiares que nos drenan, solo por miedo a lo desconocido o por lealtad a lo que fueron. “Sostenemos culpas, roles y expectativas que ya no nos representan”, señala.

Frutos plantea una pregunta que invita a la introspección: “¿Y si soltar duele menos que sostener lo que te hace daño?” Lejos de ser una llamada al abandono impulsivo, es una reflexión sobre el autocuidado y el derecho a reevaluar lo que arrastramos. A veces, seguir adelante implica soltar lo que pesa para poder sostener lo que realmente importa: el amor desde la comprensión, y la vida desde la honestidad emocional.

Aceptar que nuestros padres envejecen no es solo un acto de observación, sino uno de los procesos emocionales más complejos que atravesamos como hijos. Así lo expresa la psicóloga Virginia Frutos, experta en bienestar emocional, quien ha puesto voz a un sentimiento que muchos experimentan pero pocos saben gestionar: el impacto psicológico de ver cómo aquellos que fueron nuestro refugio y soporte comienzan a necesitar de nosotros. “Uno de los procesos más difíciles es darnos cuenta de que nuestros padres envejecen”, afirma Frutos en uno de sus vídeos más compartidos en redes sociales. “De que esos pilares que antes eran independientes ahora nos necesitan”.

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