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Las princesas Letizia y Mette-Marit, las dos caras de una misma moneda
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DOS HISTORIAS SIMILARES CON DISTINTO RECORRIDO

Las princesas Letizia y Mette-Marit, las dos caras de una misma moneda

Mientras que la princesa noruega se ha ganado el cariño del pueblo tras ser 'crucificada', Letizia, que empezó con cierta simpatía, ha perdido popularidad

Foto: Los príncipes de Asturias, en una imagen de archivo (I.C.)
Los príncipes de Asturias, en una imagen de archivo (I.C.)

Ser princesa del siglo XXI está cada vez más alejado de aquella idílica imagen que proyectan los cuentos de nuestra infancia. Si bien Diana de Gales tuvo que ganarse la confianza de una feroz Isabel II tanto antes como después de su boda con el príncipe Carlos de Inglaterra en 1981, la siguiente que tuvo que luchar contra las duras críticas de un férreo y cerrado pueblo fue Mette-Marit.

La esposa del príncipe Haakon de Noruega cumplió el pasado lunes 40 años y este domingo celebra sus doce años de matrimonio, dos fechas que muestran que, con el paso del tiempo, las reticencias han quedado olvidadas después de ganarse el cariño de los noruegos a base de un marketing que bien podrían exportar a nuestro país.

placeholder La familia de la princesa Mette-Marit y Haakon de Noruega

La Casa Real noruega ha sabido muy bien cómo lavar la imagen de una princesa con un turbio pasado: camarera, madre soltera y, sobre todo, la relación del padre de su hijo Marius con las drogas, motivo por el que entró en prisión por posesión de cocaína.

Todo esto fue más que suficiente para que la popularidad de la monarquía bajara a las cuotas más bajas de la historia tras el compromiso de Haakon y Mette-Marit. Más de una década después, su comportamiento ejemplar, la implicación en causas solidarias, su apoyo público al colectivo gay, la creación de un fondo humanitario así como las cenas de palacio con deportistas y gente del mundo de la cultura y su figura como representante de la ONU en la lucha contra el VIH han hecho que el 90% de los noruegos –según el diario Dagbladetacepten a la princesa.

Un paralelismo con la princesa Letizia

La princesa de Asturias no necesitó una campaña de imagen tras el anuncio de su compromiso con el príncipe Felipe, del que se cumplirán diez años el próximo 1 de noviembre. El fuerte carácter del que hizo gala fue tan desmedido como la ilusión que mostró al principio de su matrimonio, siguiendo “el impagable ejemplo de la Reina”, como ella misma declaró.

Su profesionalidad a la hora de asumir su cargo como princesa le ha llevado, en muchas ocasiones, a ser duramente criticada por la frialdad con la que actúa y la altivez que demuestra delante de las cámaras. Mientras que el Príncipe en estos diez años ha ganado en cercanía y en calidez, allanando el camino hacia su próximo papel como Rey, Letizia ha puesto cada vez más distancia entre ella y el pueblo, del que no ha sabido ganarse su cariño y con los que es más que evidente que no conecta.

Como Mette-Marit, su pasado plebeyo –además de divorciada y republicana confesa– pesó sobremanera en aquellos fervientes defensores de la monarquía, una institución que, por aquel entonces, ya respiraba cierto aire de cambio después de que entrara a formar parte de la familia Iñaki Urdangarin, un laureado jugador de balonmano que terminó por abrir aún más la herida que la propia Corona abrió en sus carnes.

Rodeada de las Infantas, dos mujeres con experiencia en asuntos protocolarios y oficiales, Letizia no se ha servido de sus conocimientos para conseguir ese saber estar y esa naturalidad de la que, en ocasiones carece. Su papel como princesa de Asturias no sólo le pesa en su vida privada –ya son más que conocidos sus deseos de ser miembro de la Familia Real de lunes a viernes con un horario cerrado–, el problema reside en que ella debe siempre mantenerse en un segundo plano y centrarse en su realidad como consorte, en ningún momento titular del Principado de Asturias.

Tras los últimos escándalos de la Familia Real y desde que Iñaki Urdangarin fuera excluido del organigrama, las imágenes que los Príncipes muestran, ya sean públicas o no, son muy escasas. De hecho, Letizia no permite que las infantas Leonor y Sofía sean retratadas con la misma normalidad con la que retratan a los más pequeños de otras casas europeas, como la Noruega, donde con una naturalidad asombrosa –llámenlo marketing–, Haakon y Mette-Marit se dejan fotografiar con sus hijos en sus residencias oficiales o sus vacaciones en la nieve o en la playa, sin esconderse ni poner trabajas a los medios.

Los Ortiz Rocasolano

Quienes tampoco han ayudado a dulcificar la imagen de Letizia ha sido su familia. El pasado de Mette-Marit pesó durante un tiempo, pero ningún miembro de su entorno tiró piedras sobre el tejado de la futura reina noruega una vez pasado la euforia por conocer los rincones más oscuros de su vida.

La familia de la princesa Letizia: la abuela Menchu, la 'Tita' Henar y su padre JesúsLa imputación de su abuela Menchu Álvarez del Valle, su padre y su tía Henar poralzamiento de bienes –en julio el juez decretó el archivo temporal de esta causa por no aparecer “debidamente justificada la perpetración del delito”, dejando la puerta abierta a reabrir el caso si el Ministerio Fiscal lo requiere, y siempre y cuando no prescriba el delito– y la batalla judicial que emprendió su hermana Telma contra 40 medios de comunicación por “la insoportable y permanente acoso” y que su marido, Jaime de Burgo, continúa manteniendo calificando a la prensa como “mafia y pordioseros”, tampoco ayudan. Consciente o no de esta guerra, Letizia es la más perjudicada.

Su tía Henar, la más díscola de los Ortiz Rocasolano, es la china en el zapato de la Princesa. “Laica, roja y republicana”, según se ha definido en varias ocasiones, vislumbró el futuro de la monarquía asegurando que su sobrina no llegaría a reinar. Su lucha contra la derecha, la Iglesia y la monarquía, algo con lo que simpatizó Letizia en su juventud, se ha hecho patente en su perfil de Twitter, una red social que ella utiliza como altavoz de su sentir personal.

Sus escapadas en solitario en un principio no supusieron ningún conflicto en el seno de la Familia Real. Sin embargo, algunos medios conservadores y el Gobierno comienzan a cuestionar esa libertad de la que disfruta Letizia señalando que, según se encuentra la institución a ojos de la opinión pública, todos sus pasos se miran con lupa.

“¡Nos vamos ya!”

La princesa de Asturias sabe qué es el protocolo y sabe cómo saltárselo. No sólo su vestimenta en algunas ocasiones ha hecho saltar las críticas de sus detractores, su actitud y no saber cuidarse de quien la rodean le han hecho ser protagonista indiscutible de actos en los que otros eran las verdaderas estrellas.

Sin ir más lejos, el pasado mes de marzo, laPrincesa acudió junto a su marido a la recepción organizada en la embajada española en la Santa Sede, previa a la primera misa del Papa Francisco I. Como Príncipes de Asturias eran los anfitriones de una reunión a la que acudieron más de 200 personas. Sin embargo, Letizia torció el gesto cuando un grupo de monjas comentaron al heredero que rezaba por toda la familia, incluido Iñaki Urdangarin. En ese momento, la princesa se separó del grupo y aprovechó para recriminar a un corresponsal de un medio nacional la publicación de unas fotografías. No todo quedó ahí. En mitad de la conversación del príncipe con varios cardenales, Letizia les interrumpió: “Oye, que me han dicho que esto se está acabando, que nos echan, que nos vamos ya”, dijo. Ella se volvió y se marchó a otra sala a esperarle.

La buena relación con la Reina

La Familia Real ya no tiene entre sus planes más cercanos aparentar. Con sus cuñadas, Letizia apenas se deja ver y cuando lo hace, parece tener cierta sintonía con Elena. Con la infanta Cristina el distanciamiento tiene un motivo –el caso Nóos– y ella continúa manteniéndolo incluso por encima de sus deberes personales, ya que no acudió al funeral del padre de su cuñado, aunque sólo fuera para consolar a sus cuatro sobrinos.

Con quién sí mantiene una buena relación es con la Reina Sofía, que aligera la pesadez de la princesa cada vez que tiene que viajar a Mallorca obligada por la agenda oficial y no por su pasión hacia la isla, por la que ha mostrado su desdén al afirmar que viajar allí no son vacaciones, sino trabajo.

Respecto al resto de casas reales, la Familia Real siempre se ha vanagloriado de tener una muy buena relación con ellas, algo que no es del todo cierto. De hecho, Felipe y Letizia se dejan ver muy poco con los demás príncipes herederos y reyes, a diferencia de otros príncipes que sí tiene gestos de cercanía e, incluso, han compartido algún viaje solidario o personal, como es el caso de las princesas Mabel de Holanda, Mary de Dinamarca y Mette Marit. Sin embargo, con quien parece tener buen ‘feeling’ es con Máxima de Holanda ya que, desde que se conocieron en la boda de Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik en el verano de 2010, entre ellas se ha establecido una especial amistad.

Sea como fuere, la Monarquía española ha obtenido este año su cuota de popularidad más baja de la Historia. La Reina es la mejor valorada (63,1%), seguida por su hijo Felipe, que está mejor valorado que el Rey, superándole en 12 puntos (62% / 50,1%) y por Letizia, que supera en seis décimas a su suegro (50,7%) a pesar de que el 42% de la población muestra su descontento con ella, según datos publicados a principios de año por el diario El Mundo.

Ser princesa del siglo XXI está cada vez más alejado de aquella idílica imagen que proyectan los cuentos de nuestra infancia. Si bien Diana de Gales tuvo que ganarse la confianza de una feroz Isabel II tanto antes como después de su boda con el príncipe Carlos de Inglaterra en 1981, la siguiente que tuvo que luchar contra las duras críticas de un férreo y cerrado pueblo fue Mette-Marit.

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