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La vida de Leandro de Borbón, el hijo "ninguneado" de Alfonso XIII
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La vida de Leandro de Borbón, el hijo "ninguneado" de Alfonso XIII

"Las leyes cósmicas son mas justas que las terrenales", decía cuando le preguntaban por los muchos años que estuvo reivindicando sus orígenes y la poca ayuda que recibió

Foto: Leandro de Borbón en una imagen de archivo (Gtres)
Leandro de Borbón en una imagen de archivo (Gtres)

Aunque no existieran las pruebas de paternidad, la naturaleza dotó a Don Leandro del físico y las hechuras de un Borbón. No hacía falta una sentencia judicial para demostrar públicamente lo que la naturaleza y el ADN le habían dado. Corpulento, rotundo como su hermano el conde de Barcelona, con los mismos balanceos al andar de su sobrina, la infanta Pilar, y, como no podía ser de otra manera, la marca de la casa en forma de nariz que adorna a los herederos legítimos y los extramatrinoniales de la dinastía.

"Las leyes cósmicas son mas justas que las terrenales", decía cuando le preguntaban por los muchos años que estuvo reivindicando sus orígenes y la poca ayuda que recibió de quien se la tenía que haber brindado. "Mi madre (Carmen Ruiz Moragas) no fue la amante del rey sino la mujer a la que verdaderamente amó. Y mi hermana y yo unos hijos a los que quiso mucho", recordaba las Navidades pasadas cuando acudió como hacía todos los años a firmar libros en el Rastrillo de Nuevo Futuro. Aunque no le sobraba el dinero, parte de las ventas iban para esta fundación solidaria y era uno de los personajes que más vendía.

Muy cerca y sin acercarse a su tío mientras duraba la almoneda solidaria se encontraba la infanta Pilar, presidenta de Nuevo Futuro, que procuraba no coincidir y menos que la prensa les hiciera una foto juntos. Lo mismo sucedía con la Reina Sofia a la que llevaban por otro pasillo para que no hubiera encuentros "casuales". Don Leandro podía haber hecho alguna maniobra mediática, pero siempre estuvo en su sitio. Al preguntarle si no le gustaría saludarla respondía: "Por edad son ellos los que tienen que acercarse a mi y no al contrario. Espero que si algún día me encuentro cara a cara con la Reina Letizia sea ella la que se acerque". Y se deshacía en alabanzas a Doña Sofia a la que se refería como la "gran esposa se Don Juanito".

Ni tan siquiera en los años oscuros previos a la abdicación con el accidente Botswana, la "amistad entrañable" con Corinna Sayn Wittgenstein y el 'caso Nóos' en plena ebullición, Don Leandro lo utilizó como elementos de ataque y lo podría haber hecho porque no le faltaron ofertas. Su respuesta era siempre la misma: "Es mi familia y nunca hablaré mal de ella". Una postura elegante y honorable

"A mi padre nunca le dieron su sitio. Le ningunearon de mala manera. Con lo fácil que hubiera sido una llamada, una invitación a cualquier acto institucional y familiar. ¡Por favor si han invitado a gente que ha acabado en la cárcel!. Y a mi padre nada de nada. Y el es infante de España les guste o no. Se morirá con esa pena", se quejaba su hija Blanca hace unos meses. Durante estas últimas semanas ha reivindicado que su padre debería ser enterrado en el pabellón de infantes de El Escorial, como sucedió con Carlos de Borbon Dos Sicilias que si tuvo funeral de Estado sin ser hijo del bisabuelo del Rey Felipe VI.


El hijo bastardo de Alfonso XIII, forma con la que se autobautizo Don Leandro en su primer libro, ha fallecido en Madrid sin que se hubiera cumplido su deseo. "Yo no voy a reivindicar nada. Soy muy mayor y estoy enfermo. Que sean mis hijos quienes recojan ese testigo, cuando me muera ", decía a Vanitatis hace un mes. Seguramente será Blanca, la más Borbón en carácter, quien recoja el testigo.

Aunque no existieran las pruebas de paternidad, la naturaleza dotó a Don Leandro del físico y las hechuras de un Borbón. No hacía falta una sentencia judicial para demostrar públicamente lo que la naturaleza y el ADN le habían dado. Corpulento, rotundo como su hermano el conde de Barcelona, con los mismos balanceos al andar de su sobrina, la infanta Pilar, y, como no podía ser de otra manera, la marca de la casa en forma de nariz que adorna a los herederos legítimos y los extramatrinoniales de la dinastía.

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