Los monarcas que han abdicado del trono por amor, por salud... o por la fuerza
Un día como hoy en 1936, Eduardo VIII anunciaba su renuncia al trono para casarse con la plebeya Wallis Simpson
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"¡Es bueno ser rey!", gritaba el histriónico Mel Brooks en el papel del rey francés Luis XVI cada vez que se arrojaba sobre una cortesana en la comedia 'La loca historia del mundo'. Pero para los siguientes protagonistas de este artículo, el trono no era algo tan codiciado. No al menos para dejarse la piel por él.
Ya fuera por amor, por conveniencia, por motivos personales o porque los bolcheviques se estaban poniendo un poco pesaditos ya con el tema, estos reyes, reinas, zares o emperadores vieron necesario echarse a un lado y dejar paso a la sangre nueva. O en el caso de aquel infortunado zar, a la sangre directamente...
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Akihito
El 30 de abril de 2019, la abdicación del emperador número 125º del país del Sol Naciente marcaba el fin de la era Heisei. Akihito abandonaba el Trono del Crisantemo al cual había ascendido tras la muerte de su padre, el emperador Hirohito, un personaje clave durante la Segunda Guerra Mundial. Su renuncia a los 85 años por motivos de salud tuvo más relevancia aún por ser el primero que hacía tal cosa en Japón en 200 años. Le sucedió su hijo mayor, Naruhito, iniciando así la nueva era Reiwa.
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Eduardo VIII
El hijo mayor de Jorge V se convirtió en rey de Inglaterra en enero de 1936... para renunciar al trono en diciembre de ese mismo año. ¿La razón? Se había enamorado de una norteamericana llamada Wallis Simpson que estaba nada menos que divorciada dos veces. Su hermano menor, el entonces duque de York, le sucedió en el trono, convirtiendo a la princesa Isabel, de 10 años, en la segunda en la línea de sucesión. Después de que su padre muriera prematuramente a la edad de 56 años, fue coronada como Isabel II, iniciando una nueva línea de sucesión que tal vez nunca hubiera llegado a suceder.
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Juan Carlos I
En España son tres los monarcas que han abdicado en ejercicio: Carlos I, Felipe V y el actual Rey emérito. A estos habría que añadir los casos de Carlos IV e Isabel II, que lo hicieron cuando carecían de poder efectivo. El Salón de Columnas del Palacio Real se engalanó en 2014 para albergar la abdicación de don Juan Carlos. Una ceremonia llena de simbolismo en la que se despidió del trono español para dar el testigo a su hijo, Felipe VI, quien tan solo un día después era proclamado Rey en el Congreso de los Diputados. Aquel día también renunció a la inviolabilidad con la que contaba por ser el jefe del Estado. Una condición que ha permitido por ejemplo que la Fiscalía del Tribunal Supremo emprendiera la investigación de las comisiones del AVE de La Meca en las que figura su nombre.
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Nicolás II de Rusia
Más infelices fueron las circunstancias que rodearon la abdicación de Nicolás II de Rusia, tras la revolución de febrero de 1917 que acabó definitivamente con el régimen zarista y la dinastía Romanov. "No estoy preparado para ser zar, nunca quise serlo. No sé nada del arte de gobernar, ni siquiera sé cómo hablar a los ministros", llegó a decir el último zar, ejecutado en 1918 en Ekaterinburgo junto a toda su familia poniendo así fin a 300 años de la Rusia imperial.
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Napoleón Bonaparte
Astuto militar, Napoleón logró ascender desde sus modestos orígenes italianos para convertirse en general del ejército durante la Revolución francesa en 1789, siendo finalmente nombrado el primer emperador de Francia en 1804. Después de diez años en el poder, fue expulsado del trono durante el Tratado de Fontainebleau, donde firmó un documento en el que aceptaba abdicar. Al año siguiente, escapó de su exilio en la isla de Elba y recuperó el poder una vez más, antes de ser derrotado por los británicos por última vez en la batalla de Waterloo. Pasó sus últimos días en Santa Helena, donde murió seis años después, con tan solo 51 años.
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María de Escocia
Una de las reinas más famosas de la historia, María corrió el riesgo de ser depuesta durante la mayor parte de su vida debido a su fe católica en la Inglaterra protestante. Tras la muerte de su segundo marido, Lord Darnley, en circunstancias sospechosas en 1567, la aristocracia escocesa aprovechó la oportunidad para encarcelarla, obligándola esencialmente a abdicar en favor de su hijo de un año, James, a quien sabían que podían controlar mejor (sobre todo porque era protestante). Veinte años después, sería sentenciada a muerte por traición por la reina Isabel I, tras un supuesto complot contra su vida.
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Beatriz de Holanda
La familia real holandesa tiene una larga historia de abdicaciones en su haber, con las últimas tres generaciones habiendo renunciado al trono en favor de sus hijos después de tan solo unas décadas en el poder. La última fue Beatriz de Holanda, que fue reina durante 33 años, de 1980 a 2013, y que fue sucedida por su hijo mayor, Guillermo. Al anunciar su decisión en la televisión nacional dijo que era hora de "poner la responsabilidad del país en manos de una nueva generación".
"¡Es bueno ser rey!", gritaba el histriónico Mel Brooks en el papel del rey francés Luis XVI cada vez que se arrojaba sobre una cortesana en la comedia 'La loca historia del mundo'. Pero para los siguientes protagonistas de este artículo, el trono no era algo tan codiciado. No al menos para dejarse la piel por él.